Poema Undécima Poesía Vertical (iv-28) de Roberto Juarroz



28

No existen paraísos perdidos.
El paraíso es algo que se pierde todos los días,
como se pierden todos los días la vida,
la eternidad y el amor.

Así también se nos pierde la edad,
que parecía crecer
y sin embargo disminuye cada día
porque la cuenta es al revés.
O así se pierde el color de cuanto existe,
descendiendo como un animal amaestrado
escalón por escalón,
hasta que nos quedamos sin color.

Y ya que sabemos además
que tampoco existen paraísos futuros,
no hay más remedio, entonces,
que ser el paraíso.



Poema Los Cuervos de Ricardo Jaimes Freyre



Sobre el himno del combate
y el clamor de los guerreros,
pasa un lento batir de alas;
se oye un lúgubre graznido,
y penetran los dos Cuervos,
los divinos, tenebrosos mensajeros,
y se posan en los hombros del Dios
y hablan a su oído.



Poema Serenata de Federico García Lorca



Por las orillas del río
se está la noche mojando
y en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.
Se mueren de amor los ramos.
La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Lolita lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.
Se mueren de amor los ramos.
La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Anís de tus muslos blancos.
Se mueren de amor los ramos.



Poema Réquiem Para Los Poetas Muertos de Guillermo Quiñonez Alvear



¡Oh funeral! ¡Sin responso! Sin toque de bronce de campana
trizada.
Sin embargo naufragastéis como los viejos marineros o los imberbes
grumetes,
a millas de los Puertos, en alta mar y tempestad
¡solitarios!
Tomados a los más lejanos horizontes
y los dedos quemados de tabaco.
Los Otoños amarillos como antiguos anillos de nupcias
de Norte a Sur, de Este a Oeste,
son vuestros.
Os pertenecen
los Otoños en que mueren los perros vagabundos
y aullan los mastines lanudos y negros.
Los Otoños en que nacen los lazarillo de ciegos
y en las aldeas con una calle, los blancos circos
con un payaso y sin amazona.
La noche que cantastéis no fue cómplice.
La noche tan amada y sus distantes estrellas, no participó.
Adentro de la niebla se sucedió todo.
Adentro de la niebla que es la esquila del viento
en los fecundos ijares del tiempo.
Adentro de la niebla quedaron vuestras manos frías.
También vuestras venas tan azules
con vuestras azules prosapias.
Y los ojos, bebiéndose todo el vuelo de un mosco negro
que nadie sabe de dónde ni por qué vino ahora.
Yo ignoro por qué añejanse los vinos en las verdes botellas
y púdrense las maderas.
Adentro de la niebla encendieron un cirio, despertaron las moscas,
vedaron vuestros párpados, siempre mujeres pálidas,
que nunca os amaron. Lentamente, como ventana que
cierra una niña sobre un largo camino y se queda soñando
detrás de las flores pintadas en las cortinas.
La noche se quedó afuera mirando el llanto de los tejados
en las frías goteras.
La noche estuvo ausente como una bella muchacha que regresa
en el alba con los cabellos húmedos y su nombre olvidado.
La muerte entró sola por todos vuestros poros.
Como sorda llave amante en tibia cerradura.
La noche estuvo ausente. La muerte entró sola
y se quedó a dormir para siempre adentro de vuestros ojos.
Solos lloraron los tejados,
en puras y lentas goteras.
Todo, todo un amanecer gris
como una agridulce manzana.



Poema Antes Que Tú de Federico Barreto



Sonríes al pasar, con ironía,
Porque me juzgas un rival vencido…
¡Imbécil! La mujer que has elegido,
antes que fuera tuya ha sido mía.

En sus labios de rosa bebí un día,
la esencia del licor apetecido.
Y tú, ¿de qué te ríes? ¿Qué has bebido?
¡Las sobras de la copa de ambrosía!



Poema Aquí de Rolando Faget



por aquí dibujamos navegamos
mordemos
los terrones los surcos amanecen

no hay urubú ni protervo
cuervo

agua auspicial
samaritana luz
el gris contradictorio
y negociable tao

pero la hierba azul
como la viva hierba



Poema Andinismo de Renée Ferrer



Los labios suben;
laboriosos, escalan las uñas,
las rodillas
-andinistas de fuego-,
ávidos, se demoran en los pozos de sombra
que conceden la luz.
La exploración se adentra
entre el follaje hirsuto y la fuente pequeña.
Se someten al hueso de un codo guerrillero,
a la remota axila,
a la nuca en declive;
hacen alto en las manos,
manantial de arcanas vibraciones.
La lengua los retiene
en el desfiladero que aísla los pezones,
morados promontorios que erguidamente gimen.
Poderosos ascienden el risco del latido,
la inminencia de amar.
el tembloroso aliento de las cumbres sedientas.
Lentos, suben los labios
hacia el santuario del deseo,
hasta la sonrosada quemazón que los espera.

Noviembre de 1993



Poema De Vuelta A Casa de Miguel De Unamuno



Desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
montes y valles, los de mis entrañas,
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
de amor, compañero de la ruta.



Poema Verano de Isabel Rodríguez Baquero



Vivace

I
Tan alta era, tan alta,
la torre de tu cuerpo.

Y tan honda, tan honda,
mi raíz de misterio.

Yo no acerté a escalarla.
Tú no bajaste al fondo
profundo del deseo.

(Primavera lloraba
soledad a lo lejos)

Se levantó la noche
desde un mar de silencio.

II
Qué fulgor derramado esta luna de cera,
qué imparable este río
de mis venas abiertas
vertiéndose incesante en tu mar sin orillas.

Qué raudal de agonía
desatinada y plena,
de mi boca a tu boca,
de mi mar a tu arena.

Qué deslumbrante herida,
qué llama inapagada,
qué dulce y ardua furia de vientos anudados,
qué tierna la derrota despues de la batalla…



Poema En La Muerte De Dos Señoras Mozas, Hermanas, Naturales De Córdoba de Luis De Gongora



Sobre dos urnas de cristal labradas,
De vidrio en pedestales sostenidas,
Llorando está dos ninfas ya sin vidas,
El Betis en sus húmidas moradas,

Tanto por su hermosura dél amadas,
Que, aunque las demás ninfas doloridas
Se muestran, de su tierno fin sentidas,
Él, derramando lágrimas cansadas:

«Almas», les dice, «vuestro vuelo santo
Seguir pienso hasta aquesos sacros nidos,
Do el bien se goza sin temer contrario;

Que, vista esa belleza y mi gran llanto,
Por el cielo seremos convertidos,
En Géminis vosotras, yo en Acuario».



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