poemas vida obra y

Poema Yo No Soy Demasiado Sabio de Amado Nervo



Yo no soy demasiado sabio para negarte,
Señor; encuentro lógica tu existencia divina;
me basta con abrir los ojos para hallarte;
la creación entera me convida a adorarte,
y te adoro en la rosa y te adoro en la espina.
¿Qué son nuestras angustias para querer por
argüirte de cruel? ¿Sabemos por ventura
si tú con nuestras lágrimas fabricas las estrellas,
si los seres más altos, si las cosas más bellas
se amasan con el noble barro de la amargura?
Esperemos, suframos, no lancemos jamás
a lo Invisible nuestra negación como un reto.
Pobre criatura triste, ¡ya verás, ya verás!
La Muerte se aproxima… ¡De sus labios oirás
el celeste secreto!



Poema Y El Buda De Basalto Sonreía de Amado Nervo



Aquella tarde, en la alameda, loca
de amor, la dulce idolatrada mía
me ofreció la eglantina de su boca.
Y el Buda de basalto sonreía…
Otro vino después, y sus hechizos
me robó; dile cita, y en la umbría
nos trocamos epístolas y rizos.
Y el Buda de basalto sonreía…
Hoy hace un año del amor perdido.
Al sitio vuelvo y, como estoy rendido
tras largo caminar, trepo a lo alto
del zócalo en que el símbolo reposa.
Derrotado y sangriento muere el día,
y en los brazos del Buda de basalto
me sorprende la luna misteriosa.



Poema Yugo Y Estrella de José Martí



Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
?Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y del mundo copia suma,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,?
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡Se oye que un paso más sube en la sombra!
?Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.



Poema Yo Voy Soñando Caminos de Antonio Machado



Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.
«En el corazón tenía
«la espina de una pasión;
«logré arrancármela un día:
«ya no siento el corazón».
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
«quién te pudiera sentir
«en el corazón clavada».



Poema Yo Persigo Una Forma… de Rubén Darío



Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.



Poema Y Nunca Sin Amor Fueron Los Nidos de Ana Inés Bonnin Armstrong



Amor llena mis ojos,
que con amor yo quiero mirar todas las cosas.
Yo sé que si las miro con amor resplandecen;
yo sé que si las miro con amor se me entregan.
Jamás donde hubo amor los mundos se agotaron;
jamás donde hubo amor cesaron las palomas.
Y nunca sin amor fueron los nidos,
y si el nido no fuera la vida no sería.
¡Oh, qué gozo, los nidos, por tan desamparados!
¡Qué alegría saberlos, muy cerca de nosotros,
alzándose en el alba!
¡Qué alegría saberlos!
Amor llena mis ojos.
Iré dándote, amor, como a río invencible,
y nunca gota a gota, a manantiales.
Llegarás a lo seco,
llegarás a lo árido;
recorrerás la sed viva y eterna;
florecerán contigo las raíces
y del surco se dará lleno de flores.
Esmaltarás la tierra ¡toda! sin mesura,
y hasta el rincón más mísero y pequeño
tendrá el amanecer que le otorgaron.

Amor llena mis ojos;
que en la inmensa amapola de tu luz me derrame
sobre el reseco nido, y así los nidos sean.



Poema Y La Pequeña Sombra Se Hará Más Descuidada de Ana Inés Bonnin Armstrong



Seré para mí lo que otros fueron.
Y mi mano impiadosa no me mitigará.
Ni mis ojos sabrán verme.
Ni dulzura me daré sin regateármela.
Y me arrancaré toda moneda y toda luz.
Me haré pobre con el designio milenario
de la maldad del mundo.
Apretaré mis manos que lucharán por desasirse.
Cerca, el mar, acechará algo muy querido.
Y soñaré que grito y no gritaré.
Y gritaré más hasta romperme el corazón de angustia,
hasta poder ver mis manos cómo salen de sí mismas.
Muchas manos veré mientras las mías quedan atadas.
Y con tremenda lentitud volveré a quererlo.
A querer mis manos dos y libres,
dispuestas a mi voluntad, obedientes.
Cerca, el mar, por primera vez sin horizonte y sin color,
Su color estará en las manos que me dejan.
Que las que queden conmigo no tendrán color,
como el mar.
Y las convertiré en ávidas e impiadosas,
en capaces de ahogar algo muy querido.
Una pequeña sombra blanca y sumisa
seguirá junto al mar.
El mar me pedirá su color y yo se lo negaré.
Y la pequeña sombra se hará más descuidada.
Volveré a querer mis manos dos y libres.
Y ellas seguirán atadas como las manos de los muertos.
Pero las manos de los muertos se liberan.
Las libera Dios que retrocedió el mar.
Así liberará Él las mías,
que quedarán dos y libres.
Y aquellas que salieron de mí me perdonarán
porque serán perdonadas;
por toda moneda que les robé,
por toda luz que les mentí.

Y sonreirán ante las manos suyas obedientes
que sufrieron atadas hasta que Dios las separó.

Lejos, el mar.
Lejos, el designio milenario
de la maldad del mundo.
Cerca, mis manos, dos y libres,
generosas, azules, obedientes.
Y, otra vez, ¡el horizonte!



Poema Y No Obstante El Amor Por Ser Amor de Elizabeth Barret Browning



Y no obstante el amor por ser amor
es bello. Igual llamea reluciente
un gran templo y la hierba. El mismo fuego
arde quemando el cedro y la cizaña.

Y el amor es un fuego; y cuando digo
te quiero, oh Dios, te quiero, ante tus ojos
me transfiguro en esplendor y siento
mi cara centelleante que deslumbra.

En el amor no puede haber ruindad
aunque amen los más ruines de los seres,
que cuando aman a Dios Él los acepta.

Y en la apariencia ruin de lo que soy
refulge el sentimiento y purifica
por ser fruto de amor lo que es de carne.

Versión de Carlos Pujol



Poema Yerba de Aurelio Arturo



Acaricio la yerba
dócil al tacto
suave
y humilde
como el sayal
como el suelo
que lame
que perfuma
la planta que la pisa.

La yerba
se desliza
serpea
como diez mil diminutas serpientes
hechicera
hechizada
susurra
se adormece
y nos sume en sueño traspasado
mientras que en amplias línea altas
huye el cielo
como un gran viento azul
distante.
Pero la yerba
celosa
desconfiada
pide la mano acariciante
el calor humano
que la apacigüe
la quiebre
tenaz
cotidiana
incansable
suavidad insidiosa de la paciencia invencible
no perdona
el desdén
el abandono
que no se escuche su tenue voz que reclama
el cuidado amoroso
el pulso
el movimiento
la humana presencia.

Si abandonada
no oída
su astucia
levanta
sus mil cabezas diminutas
y persigue la planta humana que la deja
borra su huella
tapa los senderos
y ocupa las ciudades
traspasa la montaña
y silba su aguja de crótalo
en las casas sin puerta
en las grandes salas sin ecos
donde resplandecieron
las hermosas mujeres
entre altos espejos
donde sonaron músicas y canciones
y bellos trajes y joyas que fueron
a las fiestas
llenaron los días de luces
las noches
de caricias y rosas.
No cae la yerba
no
como las gotas de fuego
que llovieron sobre las ciudades de la planicie:
se arrastra
se desliza
y se quiebran las columnatas
porque ha llegado el reino oscuro y áspero
y el hombre está lejos
o yace bajo la yerba

Yerba: dulce lecho y cabecera
dócil serpiente melódica
bajo la mano
bajo la caricia
que la aplaca
pero que no perdona el descuido
que ama ser hechizada
como una serpiente
que quisiera danzar y ser aire
femenina
sutil
grata a la mano
muerde el talón que se aleja
y silba su imperio desolado
hasta el límite del horizonte
y cubre huellas
ciudades
años.



Poema Yo Soy Otra de Yolanda Pantin



He aceptado la invitación a viajar.
En el auto,
el paisaje pasa demasiado rápido.
Raspa al oído
la música sorda que el interior repele.
Atravesamos el país sin detenernos,
apenas para orinar o para beber un trago de agua
en las gasolineras.
El verano castiga gris y estático,
como el cielo.
Conversaciones banales distraen el asedio
de las horas muertas.
Levantamos las tiendas
a la orilla de un río ancho y cenegoso.
Las aves chillan al alzar el vuelo.
Me acerco al río
como Narciso al estanque.
Las aguas turbias no reflejan mi rostro.
Yo he soñado con esto.

(la herida ha sanado sobre la carne muerta)



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