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Poema Wallada Ha Parido… de Muhya



Wallada ha parido y no tiene marido;
se ha desvelado el secreto;
se parece a María,
pero la palmera que ella sacude es un pene recto.



Poema Wagner, Richard de Luis Hernández



Wagner reescribía
Las Sinfonías
De Beethoven
En colores
El sol brilla
Sobre el mar
Y al fondo
Los secretos del
Mar las redes
Los corchos
Las astillas



Poema Worth Street de José María Fonollosa



Un hombre muerto es nada. Sólo un bulto
pequeño, ahí tirado sobre el suelo.

Su incómoda postura en la calzada,
molesta de aquel peso tan inmóvil,
más bien causa aversión que no respeto.

No hay grandeza en la muerte de esos hombres
que mueren, o los matan, en la calle.



Poema Watauinewa, El Archiviejo de Juan Pablo Riveros



Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y me habló:

Todo esto
ya nos lo había dicho Watauinewa Sef,
El Eterno en el Espacio de Arriba.
Él observa nuestros actos:
Que cada cual trabaje con esmero,
que nadie robe al otro,
que cada uno se conduzca
como es la buena costumbre de los yámanas.

Al partir de cacería pedimos:
A nosotros ser propicios hoy, Hidabuan.

Y si alguna desgracia nos sorprende, si
algún alma vuela lejos sobre el mar,
increpamos al Gran Asesino Allá Arriba:
Tú nos lo quitaste. Entonces Tú, Arriba,
Wollapatuch, ¡Sostén a nuestros hijos, mío
Padre: Tú cruel!

Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y dijo:

Sé bueno con nosotros, Padre
mío: salva nuestra canoa.

Estamos muy contentos hoy, con nuestro
padre,
agregó.



Poema Wooster Street de José María Fonollosa



No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y enseguida
conversaste animada con los otros.

Las casas no conocen la piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.

Te adulé largamente y fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.

Y un día descubriste que tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.

Yo no reparo en ti, sino en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y enseguida
animado converso con las otras.



Poema Whitehall Street de José María Fonollosa



Yo le tenía miedo. No sabía
que un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Como una piedra agujerea el agua.

Pensaba que su grito subiría,
como una lagartija, por mi brazo,
haciendo que soltara mi cuchillo.
¿Qué debe uno decir en estos casos?

Pensaba que en sus ojos hallaría
la sonrisa cansada de la noche.
Aquella que yo solo causaba. Antes.
Pero no hubo mirada ni hubo grito.

Un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Y sabe hallar la vida allí escondida
con rápido sigilo. Sin esfuerzo.

No hubo mirada, no. Tampoco grito.
Fue muy fácil. Tan fácil que aún me asombro.
No llego a comprender por qué hay quien teme
matar, cuando resulta algo tan fácil.



Poema West Houston Street de José María Fonollosa



No sé qué es lo que ocurre. Los mayores
como a un igual me tratan y los jóvenes
me miran desconfiados, como si algo
les hiciera de golpe distanciarse.

Me siento como el viento al penetrar
en alguna mansión desconocida.
Me observo en el espejo y veo un rostro
idéntico al que he hallado tantos años.

No creo haber variado de maneras
que, mejores o peores, son las mismas.
No me explico este cambio repentino.
No entiendo a los demás. Pero algo pasa.



Poema West Broadway de José María Fonollosa



Puede hacerlo cualquiera. Comprobado.

Si en ti hay la aberración, rara e inútil,
de querer ser un nombre que trascienda,
no estudies ni te esfuerces. Simplemente
aprende a manejar una pistola.

Y piensa en esas rémoras que viajan,
sin billete, montadas en ballenas.
Tómate un whisky doble en un pub caro
y examina la lista de importantes.

Elige el personaje destacado
con el que desearías asociarte
y compartir su gloria en el recuerdo.
Y usa acertadamente esa pistola.

El sistema funciona desde Eróstrato.



Poema Waverly Place de José María Fonollosa



Hacemos el amor de una manera
imperfecta, mezquina y temerosa.

Nunca profundizamos. Nos quedamos
en la simple epidermis del instinto.
Y el placer obtenido se nos mezcla
con una sensación de desagrado.

Porque ponemos bridas al amor.
Levantamos barreras y frenamos
al llegar al umbral del punto límite.
Nunca lo trasponemos por cobardes.

Nos asusta ese paso hacia adelante.
Y miramos, cansados, al amor
entero, irrealizado, sobre el lecho.

Descontentos por no alcanzar la meta.
Como incendiar un bosque y que una lluvia
imprevista lo apague al poco rato.

Hacemos el amor como si fuera
un rito y por lo tanto usamos símbolos.
Sabemos el sentido de los gestos
y acciones que efectuamos al amarnos.

Morder y devorar, hender, herir…
Y gritos o gemidos alumbrándose.
Su significación es evidente.
Pero nos causa miedo. Y nos frustramos.

Habría que pasar de la parodia
al hecho y realizarnos plenamente.



Poema Water Street de José María Fonollosa



El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.

Y estrenar una vida diferente.

Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán propio nuevos hombres..
También ellos querrán un mundo nuevo.

Mejor fuera destruirlo y no hacer otro.



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