poemas vida obra u

Poema Un Héroe … de Javier Payeras



un héroe son diez mil
soldados muertos
y una ballena hundida
tenemos derecho al pasado
(la traición es una opción innegable)
pero tener la cara cruzada
por la verdad
cubre de vergüenza los parques

el monumento es
simplemente
endurecer la muerte
frente a una carretera silenciosa



Poema Un Hilo De Música de Jairo Guzmán



un hilo de música nos extravía en grutas. animales de sangre caliente
resoplan en nuestros oídos.
nos movemos a tientas, casi asfixiados de pánico; casi paralizados por la
inseguridad del próximo paso, por el presentimiento de un abismo y
estalactitas de filoso alabastro atravesando el cuerpo.

chillidos de pájaros ciegos chocan en las abruptas superficies.
el estrépito del río subterráneo hace imaginar la furia de una fiera a la
que le han arrancado los ojos.

queremos la luminaria, la gozosa manifestación de una estrella, el tapiz de
soles en la negrura sideral, en la bóveda celeste de la caverna, paladar de
la boca de un gigantesco animal que nos devora.

olvidamos como dar el próximo paso, por la acción de un vacío que nos deja
mudos



Poema Un Cuerpo Es El Mejor Amigo Del Hombre de Jaime Gil De Biedma



Las horas no han pasado, todavía,
y esta mañana lejos igual a un arrecife
que apenas yo distingo.

Tú no sientes
cómo el tiempo se adensa en esta habitación
con la luz encendida, como está fuera el frío
lamiendo los cristales… Qué deprisa,
en mi cama esta noche, animalito,
con la simple nobleza de la necesidad,
mientras que te miraba, te quedaste dormido.

Así pues, buenas noches.
Ese país tranquilo
cuyos contornos son los de tu cuerpo
da ganas de morir recordando la vida,
o de seguir despierto
-cansado y excitado- hasta el amanecer.

A solas con la edad, mientras tú duermes
como quien no ha leído nunca un libro,
pequeño animalito: ser humano
-más franco que en mis brazos-,
por lo desconocido.



Poema Ultimos Meses de Jaime Gil De Biedma



Eti, Etinini

Habitaba un país delimitado
por la cercana costa de la muerte
y el jardín de la infancia, que ella nunca olvidó.

Otro mundo más cándido era el suyo.
Misterioso, por simple,
como un reloj de sol.



Poema Usted, Invierno de Jaime García Terrés



Imitación de Charles d′Orleans

Usted, Invierno, poca cosa es:
un viejo gris, mal encarado.
¡Cuánto mejor transita por el prado
la Primavera,
que vendrá después
trayendo con amor, a su gentil costado,
abril y mayo,
mes tras mes!

Esa fuente de luz nos adereza
campos, bosques y flores,
y les añade sin cesar colores,
dócil al fiat de la Naturaleza.

Usted, en cambio, nieva, llueve,
sopla vientos helados y granizo.
Invierno, seré breve:
¡Pues el tiempo deshizo
con sus vientos, sus lluvias y su nieve,
el diablo que lo quiso se lo lleve.



Poema Umbral Del Hijo de Jaime García Terrés



Viva sospecha de carne no mirada,
voz ya, promesa
de más cautelas y solicitudes,
palabra todavía,
que figura tinieblas aledañas.
Allí se mueve, sólido,
cuerpo que no se ve pero se siente,
se sabe, se dibuja
con dormidos asedios entretanto.
Amor ayer, hoy prisionero leve,
árbol será de todos los mañanas.



Poema Uno Termina Amando… de Jacqueline Goldberg



uno termina amando
el fastidio de los cuerpos

se nos llama santas
o putas

el caso es que andamos
por allí
intentando un homenaje
de techos bajos

un descuido
de lo indecible



Poema Un Ídolo de Jacinto Benavente



¡Bella forma gentil, idolatrada;
no animes de tu cuerpo la escultura
con el fuego de un alma enamorada!
¡Forma ideal, de lo ideal pagano!
pues que la forma es sólo tu hermosura,
y no es divino en ti sino lo humano.
Mi alma que a los sentidos se avasalla,
a ti se rinde con delirio insano;
y este amor desbordado que en mí estalla,
vivirá de sí mismo y tu belleza.
No muestres, pues, de tu alma la bajeza;
yo amaré por los dos. Tú, besa y calla.



Poema Una Sirena Eterna (vii) de Isolda Dosamantes



El cazador deja libre a la presa: la ventana, la puerta, la reja de par en par, reciben el aire fresco y la luz cegadora del invierno.



Poema Una Sirena Eterna (iv) de Isolda Dosamantes



El arquero agita la cuerda y se enternece al ver la piel en espiral, el arquero mira los párpados de la gacela inconsciente, apuntala la flecha: su piel es cuerda de la que surge la vibración certera que desgarra el silencio con tonos agudísimos. Sus pestañas, al deslizarse por el rostro, revelan una luz brotar entre los dos. El arquero detiene la flecha y acaricia el pelambre de su presa.



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