poemas vida obra silvia favaretto

Poema Eva de Silvia Favaretto



Hombres machos,
ustedes que se esconden
detrás de la pálida cadena del amplexo,
si mi vida no fuese otra cosa que poesía,
abofetearía vuestra vulgaridad con ostentación.

Detrás del árbol se da vuelta
y me da las espaldas
la mujer primordial
con su amargura milenaria y
apretada en el puño,
una manzana mordida
(y podrida ya).

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



Poema Eva Ii de Silvia Favaretto



Hombres,
con nuestro planeta de polvo
y nuestros cetros de carne,
somos estirpe que tuvo
leche madrastrera de loba,
cuyo pelaje,
nuestra herencia de hijastros,
llevamos escondido en los huecos secretos
de nuestro cuerpo.

Hombres,
somos todos hijos de la misma
madre desombligada y
llevamos todos la ustión
del oxígeno de la primera respiración
(¿pueden contemplar que
un bebé parido
es la muerte de la unión y que
hemos sido todos abandonados acá?)

Hombres,
acordémonos
(nos hará bien)
que no somos más que
la degeneración del hombre primitivo
y nos calienta el sol de hace 8 minutos,
y vemos brillar estrellas
muertas ya.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



Poema Cien Rosas Rojas Encerradas En El Capullo De Mi Carne (la Carta) de Silvia Favaretto



100 Rosas rojas encerradas en el capullo de mi carne (La carta)

Cuando lo extraje del sobre
como un presagio
la hoja de tu carta
me cortó el dedo.
Una herida sutil pero profunda,
típica del papel afilado.

La sangre chorreó en seguida copiosa
y andando por la calle
yo goteaba y
manchaba de amaranto el asfalto:
gotas de rubí derretido.

Dejo que esto sea
el ridículo hilo de Ariadna
para reconducirte a mí.

Recojo el dedo herido en el puño.
El corte quema y
la sangre que sale
corre en arroyuelos sobre la palma de mi mano.

El minúsculo río rojo
elige come madre los surcos de mi palma:
la línea de la vida, la de la salud
y la del corazón
inundadas de sangre.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



Poema Carmen de Silvia Favaretto



Sirena terrestre
llegaste
con tu largo
pelo negro
donde escondías
tus versos
caníbales
y tus gestos
histéricos.

Si la locura
tuviese tal vez un cuerpo,
Carmen,
tendría el tuyo.

Eres la hija
hermosa
de tu voluntad,
como dijiste,
y sabes que
mentir y robar es
necesario para narrar.

Te sustraigo más
de lo que
me regalaste.

Sigo siendo la Ariadna
no perdida
sino reflejada
en tu laberinto?
Sigues siendo, más allá del robo,
la Eva reina
de mi jardín.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



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