poemas vida obra s

Poema Siria de Eugenio Montale



Decían en la Antigüedad que la poesía
es una escalera a Dios. Tal vez no lo sea
cuando me lees ahora. Pero lo supe el día
que por ti volví a encontrar mi voz, disuelto
en un rebaño de nubes y de cabras
revoltosas, que desde un risco acababan con las hojas
del ciruelo y la anea, y los rostros enflaquecidos
de la luna y del sol se fundían;
el motor estaba averiado y una flecha
de sangre sobre una roca señalaba
el camino de Alepo.



Poema Según Usted de Kenny Rodríguez



(a R…)

Ahora he de fingir
-según usted-
un adiós casi total, genuino y certero
al sueño aún no compartido.

Tomar las riendas de mi antigua soledad
sin mayores consecuencias
-según usted-
me inventé un candado de valeverguismo
y me volví mujer-fantasma en su lecho,
pajarito de papel que arrastra el viento.

Porque seguramente
-según usted-
solamente guardé las tormentas de sus treinta y uno
para desprenderme el calor del verano
que incendia mis entrañas.

Y voy
-según usted-
a jugar curuta con cualquiera
sólo porque la luna de pan
se desmigaja.



Poema Soneto Lxxiv de Juan Boscan



¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ello en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos no distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.



Poema Salmo de Nelly Keoseyán



Nunca le pregunté al destino
si me tocaba seguirte.
Simplemente me fui.
Me desnudé y te dije:
bajemos. Metámonos
más hondo en el infierno.
Hagamos ahí dentro en lo obscuro
el paraíso del placer.
Abre la puerta negra
Hurga Entra
Desciende el misterioso abismo.
Y tu pasión fue mía y tu goce.
Luego te di mi alma y te dije:
Haz de mi fuego el tuyo
Bebe de mí
Muere de amor conmigo.
Te haré mitad demonio y mitad santo
Te saciaré con látigos y con cilicios
Te ataré a la pilastra y al muro
y a la cruz del martirio
hasta que estalles.
Hasta que nazcas por dentro en mí
y en un instante sin fin te fugues
de la cárcel del cuerpo.
Y me arrojé contigo al precipicio.



Poema Salve! Patria Malinche de Julio Iraheta Santos



Septiembre me domestica
con sus tangas marciales
Tanto discurso azul
pero negro por dentro
como el luto de los enjambres
desde 1821
Tanta pastilla ruin
trampa de dormilonas
¡Oh! mi patria Malinche
sigues siendo la misma
Al conquistador le bailabas
con tu refajo recortado
Hoy lo haces
para tus nuevos opresores
Sólo un pelito te falta
para la Barra Show
Sin embargo te amo
y te invito a la cama
Globalicémonos para adentro
Es mejor que enloquezcas
con tu muñeco de Ilobasco
Amén

18-9-2002

(Inédito)



Poema Sobre Mi Hombro de José Martí



Ved: sentado lo llevo
Sobre mi hombro:
Oculto va, y visible
Para mí solo!
Él me ciñe las sienes
Con su redondo
Brazo, cuando a las fieras
Penas me postro:?
Cuando el cabello hirsuto
Yérguese y hosco,
Cual de interna tormenta
Símbolo torvo,
Como un beso que vuela
Siento en el tosco
Cráneo: su mano amansa
El bridón loco!?
Cuando en medio del recio
Camino lóbrego,
Sonrío, y desmayado
Del raro gozo,
La mano tiendo en busca
De amigo apoyo,?
Es que un beso invisible
Me da el hermoso
Niño que va sentado
Sobre mi hombro.



Poema Siempre La Rosa de Eduardo Langagne



Has dicho rosa:
rosa,
rosa,
pesada rosa

Sopesando la rosa
se te cae de la mano.

Tal es en la escritura: ya cambió.
Ya no es la rosa,
pues todos lo han escrito.



Poema Ser Ante Los Ojos (a Mediodía Xii) de Gerardo Guinea Diez



Y esas osamentas,
árbol de noche,
traman entre los péndulos de la voz,
la más antigua,
la leyenda que testimonian las
piedras ciegas,
reyerta del aire.
Y dicen, dicen,
la azarosa epopeya
de la espada que empuñan otras manos;
y dicen sin decir,
porque la voz se ha enmudecido:
ahí están los soldados
muertos en Normandía,
los que cayeron en Vietnam,
o en Cartago, o en África;
y dicen diciendo,
del inevitable ayer de los muertos de Stalin,
del sol quemante en los rostros
de los jinetes, los que cruzaron en vano
un desierto para vencer al sol.

Y el hombre, por ahora joven,
empieza a encontrar las huellas
de sus pies por los caminos.
Ahí están los primeros,
los del centro de la ciudad,
los de la sexta avenida,
los de los paseos por Antigua.

Ahí están,
las huellas que pronto fue grabando:
por las veredas de la montaña,
en el agua clara de los ríos,
en la claridad de noches eternas,
en el fuego de los comales,
en la ilusión de luciérnagas
y el concierto de ranas y grillos;
ahí están las huellas,
en los caminos que recorrió,
en el olor del loroco
y de la flor de ayote,
en el aroma del ocote
que alumbró palabras,
entrañas de vísperas abortadas;
ahí, en esos senderos de romerías,
de aves migratorias, de hombres de a caballo
y ánimas en pena;
de caciques y matones,
de males de ojo y gritos al lucero del alba.

Ahí está el hombre,
dejando al joven,
lejos del niño.
Ahí está el ser,
indigesto de semillas y promesas,
de tempestades y arrebatos.
Ahí está, con sus trapitos
de triunfos y apresuradas derrotas.

Por fin, el joven,
ahora hombre,
va dejando la llovida tierra,
los invernales sueños,
ésos, los apetitosos como un pezón,
ahí, abandonados,
desgranados como el maíz.

¿Qué ve el hombre?
Nada cambió,
el pellejo del tiempo luce cansado.

El ser y el hombre
orean sus cansados sueños.
Sí, todo cambió.
Todo.
Triunfo a medias.
Aunque el hambre,
pezón negro,
negro,
se arrodille ante los falsos altares:
el hambre no existe,
es un engaño.
Mientras todos se ven
y se interrogan calladito.
Sin embargo,
ahí está el hambre
en sus harapos de siempre.
Aunque ellos den su verdad
como leche con hiel,
aunque el hambre siga
teniendo sabor a pezón,
a mujer;
aunque el hambre
siga siendo una falsa cifra
de estadísticas irrebatibles.

Por fin, el ser,
por fin, el hombre,
recoge su semilla
y se va en silencio,
aunque su palabra
sea una camisa sin botones,
en silencio,
oyendo el rayo de las piedras,
evadiendo el chorro de humo
de viejas cocinas;
en silencio,
escondiendo las raíces
de la memoria,
secando la sangre del camino,
arreando a las hormigas;
en silencio,
cargando su matate
de aturdidas verdades;
en silencio,
escuchando a los grillos,
con el alma en los ojos,
en las manos,
con el llanto salado,
salado; en silencio,
juntando la hojarasca
para inaugurar su fuego nuevo,
nuevo, nuevo,
como los muertos,
como los sueños,
como la voz,
como el tiempo;
en silencio,
en silencio,
calladito,
casi susurrando,
el nombre de la luna,
casi haciendo fuego del aire,
casi,
casi haciendo fuego del fuego,
casi,
casi,
amancebada con la alegría,
y el ser,
un reloj viejo
arrumbado en el ropero del tiempo.
Ahí va el joven,
por fin hombre,
ahí va,
directo a la luz de su ceguera,
diciendo adiós,
desde sus torres y fortalezas,
flecha ciega,
panal de vigías eternas,
recién nacidas
para retozar de nuevo
con la alegría.



Poema Si Fuera Todo Mar… de Julia De Burgos



¡Si fuera todo mar,
para nunca salirme de tu senda!
¡Si Dios me hiciera viento,
para siempre encontrarme por tus velas!
¡Si el universo acelerara el paso,
para romper los ecos de esta ausencia!
Cuando regreses, rodará en mi rostro
la enternecida claridad que sueñas.
Para mirarte, amado,
en mis ojos hay público de estrellas.
Cuando me tomes, trémulo,
habrá lirios naciendo por mi tierra,
y algún niño dormido de caricia
en cada nido azul que te detenga.
Nuestras almas, como ávidas gaviotas,
se tenderán al viento de la entrega,
y yo, fuente de olas, te haré cósmico…
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!
Recogeremos albas infinitas,
las que duermen al astro en la palmera,
las que prenden el trino en las alondras
y levantan el sueño de las selvas.
En cada alba desharemos juntos
este poema exaltado de la espera,
y detendremos de emoción al mundo
al regalo nupcial de auroras nuestras.



Poema Soneto Xxvi de Francisco De Medrano



A LAS RUINAS DE ITÁLICA, QUE AHORAN LLAMAN SEVILLA LA VIEJA, JUNTO DE LAS QUALES ESTÁ SU EREDAMIENTO MIRARBUENO

Estos de pan llevar campos ahora,
fueron un tiempo Itálica. Este llano
fue templo. Aquí a Teodosio, allí a Trajano
puso estatuas su patria vençedora.

En este çerco fueron Lamia y Flora
llama y admiraçión deel vulgo vano;
en este cerco el luchador profano
deel aplauso esperó la voz sonora.

¡Cómo feneçió todo, ay!; mas erguidas,
a pesar de fortuna y tiempo, vemos
estas y aquellas piedras combatidas.

Pues si vencen la edad y los estremos
deel mal, piedras calladas y sufridas,
suframos, Amarilis, y callemos.



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