poemas vida obra s

Poema Saudade de Claribel Alegria



Quisiera creer
que te veré otra vez
que nuestro amor
florecerá de nuevo
quizá seas un átomo de luz
quizá apenas existan tus cenizas
quizá vuelvas
y yo seré cenizas
un átomo de luz
o estaré lejana.
No volverá a repetirse
nuestro amor.



Poema Su Carta de Paul Géraldy



Ella me escribe: «Un día como tantos, perdido.
¿Sabes? La primavera muy hermosa ha venido;
mas durante tu ausencia, siempre en cosas chiquitas
se va el tiempo; en las tiendas y en algunas visitas.
Hoy, temprano, a la casa llegué, pues recibí.
¡Qué cansancio! La vida muy horrible es sin ti.
Triste, en este momento, de la alcoba, y aprisa,
me vine junto al fuego, descalza y en camisa.
En el tardío instante, desde el alba esperado,
en que puedo, de lejos, fundirme en ti, mi amado.

Todo tu amor me envuelve -porque sé que me amas-
y más calor me infunde que el calor de las llamas.
Imaginar no puedes cuánta tristeza siento.
-Contra los vidrios ¿ no oyes allá gemir el viento?-

Por el salón anduve. Sintiéndome cansada,
a la alcoba me vine y arreglé la almohada;
me quité la camisa, que doblé con esmero;
después, collar y anillos puse en el joyelero
con todas las pulseras; y en la mesita, al lado,
junto al retrato tuyo, por mí siempre besado,
dejé el corsé… sonrío en tantas noches
en que febril, inquieto, sufrías con los broches;
y recuerdo tu cólera, que olvidar nunca puedo,
cuando al soltar un broche te lastimaste un dedo.

Libre ya de apreturas, ¡qué alivio el que hubo en mí!
mi desnudez, entonces, blanca y nerviosa vi
copiada en el espejo del armario. Y sintiendo
horror por este cuerpo que creo inútil, tiendo
con la mente los brazos a ti, mi asilo amado;
y ¿para qué negártelo?, lo confieso: he llorado.
¡Sí!
Sobre las rodillas estas líneas te escribo.
En la mesa de laca que en el rincón percibo,
tus guantes, y tus libros están, y todos ellos
me recuerdan ahora muchos instantes bellos
y otros tristes: ¿te acuerdas? porque de vez en cuando
hemos ambos reñido… Tú sin razón…

Regando la bujía luz pálida, bajo pantalla lila,
va extendiendo en las sábanas una sombra tranquila.
-¡Cómo contra los vidrios está soplando el viento!-
¡Si junto a mí estuvieras, aspirando mi aliento,
para que me miraras feliz, inanimada,
y sollozar me hicieras al verme por ti amada!…
¡Porque hace mucho tiempo para ti sólo vivo!

¿Sabes? Ya casi, casi no veo lo que escribo,
Adiós, pues; duerme mucho. Me acuesto de amor loca.
¡Ah! recibe mil besos, más de mil en la boca.»



Poema Serenidad de Paul Géraldy



¿Qué fue lo que dijiste
cuando adiós me dijiste?
¿Que ya no nos amábamos?…Pero, sí, nos amamos.
¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido
desde que en nuestra vida los dos nos encontramos?

Y sé perfectamente que bien me has comprendido.
Sé más franca. Las cosas siempre están complicando,
y por ese motivo nos vemos disputando;
di, pues, que en nuestra época siempre es afectación,
y que siempre resulta ridículo y vulgar,
cuando de amantes finos muchos la quieren dar,
escribir con mayúsculas Amor y corazón;
palabras que de nada nos sirven empleamos
y que son fastidiosas,
y, además, peligrosas,
e importancia con ellas en la vida nos damos.
Mi corazón, repiten. Tu corazón también,
y nuestros corazones. Es costumbre corriente.
Y podría jurarte que de todo eso, bien
prescindir se podría, sin gran inconveniente,
y arreglarse al momento las cosas fácilmente.

¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo «tú y yo»,
«tú y yo» no más: de raro no hemos tenido nada,
pero con las palabras siempre nos embriagamos,
y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos
de que lo real no llega nunca a la altura soñada.
Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos
de hablar de Corazones, y que tú y yo seamos
lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos
no nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos;
ya todo no es como antes, en días de ventura;
cuando nos encontramos, no veo en ti locura;
me pasa a mí lo mismo…lo mismo. ¡Bien! ¿Y qué?
Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve.

¿Nos sentimos calmados?… Esto es muy natural,
es la costumbre. Estamos
ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal;
y cuando ambos creemos que ya no nos amamos,
cada uno se fastidia si el otro se halla ausente.
No hallamos gusto en nada. todo es triste en redor.
Nos vemos desdichados, con aire displicente.
Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas



Poema Soles de Clara Fernández Moreno



búscame, descúbreme mundo
húmeda medusa
las algas rondan suavemente
encuéntrame, tiempo,
compréndeme, mundo
mi región más profunda está libre
atiéndeme, espacio
alúmbrame, sol
que surjan las nubes
y el tiempo y el espacio me esperen



Poema San Sebastián de Clara Fernández Moreno



cuál es la diosa
la que dice debe ser sacrificado
que se arrojen las flechas
salga sangre de su pecho

y erguida en la proa
erguida frente a la arena
de fuego y luz
dicta hambre sed y miedo

la diosa
no sabe de justicia
ni de bondad
tiene alas que parecen de amor
pero son de ira
de nieve
y cuando el que muere debe ir al sacrificio
su corazón se alegra
sus ojos sonríen
llena el día con su vuelo feliz
y su maldad



Poema Sellada Vigilia de Cintio Vitier



I

En aquella ciudad morada y mustia
los mulos del carbón, los níveos pescadores
escanciaban la forma serena de mi angustia,
iniciaron el fúnebre ajedrez de sus rumores.

Era mi vida un sueño confuso de hondos seres,
los ojos inflexibles de ilusión se me abrían
a beberle a las cosas sus graves menesteres.
La llovizna el cine y el perro me influían.

Es dulce y es infausto por la calle de olvido
caminar ciertas noches a mi trémulo puente,
arpa de nube y viento en la velada oscura.

Y escuchar a lo lejos el piano detenido,
los mágicos hogares de frenesí latente
calándome los huesos con su vaga locura.

II

Que yo estaré soñando, dormido centinela
de una tarde profunda en olor a lejanía,
ojo de extraña tribu, puso de esta sequía
que me nace del tiempo y en lo infinito vela.

Qué se oirá de mi boca que no sea lectura,
triste cancion mezclada por las nubes y el hombre;
quién podrá distinguir de mi sonido el nombre
con que me llama Dios a beber su dulzura.

Soy como el trueno antiguo, confuso y elocuente,
que de pronto escuchaba en la sola arboleda,
íntima ya de astros y olvidada familia.

Las tardes superponen su texto transparente.
¡Quién sabrá lo que pido si mi corazón queda
delirante y remoto en sellada vigilia!



Poema Sellada Vigilia (ii) de Cintio Vitier



Que yo estaré soñando, dormido centinela
de una tarde profunda en olor a lejanía,
ojo de extraña tribu, puso de esta sequía
que me nace del tiempo y en lo infinito vela.

Qué se oirá de mi boca que no sea lectura,
triste cancion mezclada por las nubes y el hombre;
quién podrá distinguir de mi sonido el nombre
con que me llama Dios a beber su dulzura.

Soy como el trueno antiguo, confuso y elocuente,
que de pronto escuchaba en la sola arboleda,
íntima ya de astros y olvidada familia.

Las tardes superponen su texto transparente.
¡Quién sabrá lo que pido si mi corazón queda
delirante y remoto en sellada vigilia!



Poema Sellada Vigilia (i) de Cintio Vitier



En aquella ciudad morada y mustia
los mulos del carbón, los níveos pescadores
escanciaban la forma serena de mi angustia,
iniciaron el fúnebre ajedrez de sus rumores.

Era mi vida un sueño confuso de hondos seres,
los ojos inflexibles de ilusión se me abrían
a beberle a las cosas sus graves menesteres.
La llovizna el cine y el perro me influían.

Es dulce y es infausto por la calle de olvido
caminar ciertas noches a mi trémulo puente,
arpa de nube y viento en la velada oscura.

Y escuchar a lo lejos el piano detenido,
los mágicos hogares de frenesí latente
calándome los huesos con su vaga locura!



Poema Soneto Japonés de Téophile Gautier



Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura
el Japón dio a tus ojos su más límpido añil;
la porcelana blanca no tiene la blancura
de tu cuello tan suave como terso marfil.

En tu rostro sedátil suave lampo fulgura;
es tu voz como el eco de las auras de abril,
y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura
eres luna de nácar que me alumbra sutil.

Hay núbiles anhelos en tu mirar de raso;
tu boca tiene púrpura de nubes en ocaso
y es tu nariz risueña la de gentil musmé.

Pareces una frágil sombrilla japonesa
y cerca de ti aspiro, mi lánguida princesa,
algo tan dulce y raro como el olor del té.

Versión de Carlos Pujol



Poema Sugestión de Cecilia Meireles



Sucede así ?cualquier cosa
serena, libre, fiel.
Flor que se cumple, sin pregunta.
Ola que se violenta, a causa de ejercicio indiferente.
Luna que envuelve igual a los novios abrazados y
a los soldados ya fríos.
También como este aire de la noche: susurrante de
silencios, lleno de nacimientos y
pétalos.
Igual a la piedra detenida, conservando su demorado destino.
Y la nube
leve y bella, viviendo de nunca llegar a ser.

La cigarra quema en su música, al camello que mastica
su larga soledad,
Al pájaro que busca el fin del mundo, al buey que va
con inocencia hacia el monte.
Sucede así, cualquier cosa serena, libre, fiel.
No como el resto de los hombres.



« Página anterior | Página siguiente »


Políticas de Privacidad