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Poema Sylvia Plath de Jordi Doce



(McLean Hospital, 1953)

Puedo sentir el mar, o un fondo de campanas.
El ruido de gaviotas me reconforta, alivia
mis ataques. De vez en cuando una enfermera

ajusta la almohada o despliega las sábanas
hasta que siento un peso en mi barbilla
y no hay frío. Los gritos que escucho en la distancia

son eco y droga. Me visitan madres, parientes,
pero me canso pronto y ellos dudan. Los días
sisean como ancianas y un instinto de sol

agita las cortinas: es agrio como el alma,
y desmedido, y turbio. Hay una hoja al pairo
en mis venas, y cada noche se abre camino

hasta el nudo preciso de mi piel. Y si atiendo
siento el rumor del agua y de una quilla
partiendo el espinazo de la lengua.



Poema Segundo Diálogo En La Sombra de Jordi Doce



En la noche, tu mirada abolida
espía entre juncales de negrura:
no acepta de las sombras
su indiferencia, su aparente
estar ajeno a quien
las mira. Piensa
?como piensa el mirar, absorto
bajo los párpados?
si es nada lo que no ve, o si nada
son sus ojos porque no ven.

¿Hay diferencia?
Porque duda o no sabe
sigue buscando, y en la duda
una lumbre modesta se abre paso,
pone su cal
al fondo de los ojos.

Quien mira sabe
que algo le está mirando.

Porque la noche lo permite,
no buscas en su negrura siluetas
ni bultos para desmentir la nada,
buscas sus ojos que te están buscando
sobre un hilo que entonces se ilumina.



Poema Spoon River, Euskadi de Jon Juaristi



¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes,
y por qué hemos matado tan estúpidamente?
Nuestros padres mintieron: eso es todo.

«Suma de varia intención» 1987



Poema Sátira Primera (a Rufo) de Jon Juaristi



Te has decidido, Rufo, a probar suerte
en un certamen de provincias donde
ejerzo casualmente de jurado,
y encuentro razonable que me llames,
al cabo de diez años de silencio,
preguntando qué pasa con mi cátedra,
qué fue de aquella chica pelirroja
con quien ligué el ochenta en Jarandilla,
cómo siguen mis viejos, si padezco
todavía del hígado y si he visto
a la alegre cuadrilla del Pecé.
Pues bien, ya que deseas que te cuente
de mí y mi circunstancia, has de saber
que un punto de Alcalá me la birló,
en Jodellanos gran especialista,
a quien pago el café cada mañana
y sustituyo volontiers los días
en que marcha a simposios en San Diego,
en Atlanta, Florencia o Zaragoza.
Se casó con Gonzalo. El hijo de ambos
va al colegio del mío, pero en vano
acudo a todas las convocatorias,
reuniones, funciones navideñas.
La pícara me elude, y yo departo
interminablemente sobre fútbol
con el cretino del marido, mientras
asesinan los críos una sórdida
versión del Cascanueces. Bien conoces
al pelma de Gonzalo. Creo, incluso,
que fuiste tú quien se lo presentó.
No pruebo ni una gota últimamente,
después de la biopsia. Te confieso
que añoro aquellos mares de vermú,
aunque el agua es sanísima. Vicente,
antiguo responsable de mi célula,
es viceconsejero de Comercio
por el Partido Popular, y, claro,
se mueve en otros medios. Otra gente
parece preferir ahora Vicente.
Mis padres van tirando. Cree, Rufo,
que nada tengo contra ti. Al contrario,
te recuerdo con franca simpatía.
Sobradas pruebas de amistad me diste
en el tiempo feliz de nuestra infancia.
Es cierto que arruinaste mi mecano,
que me rompiste el cambio de la bici,
que le contaste a mi primera novia
lo mío con tu prima, la Piesplanos.
Eras algo indiscreto, pero todos
tenemos unos cuantos defectillos.
Veré qué puedo hacer. No te prometo
nada: somos catorce y, para colmo,
corre el rumor de que Juan Luis Panero.

De Los paisajes domésticos 1992



Poema Soy Lapidaria de Johanna Godoy



Soy lapidaria
(ante todo)
con pecados
dudas
contradicciones
quiero tirar
la primera piedra



Poema Sustancia Del Cáliz de Jeannette Lozano



Se rompe en tu regazo la nervadura del sueño,
la noche te cerca, se hunde,
te da, mujer, la tierra.

Hay una ausencia, un hilo gris,
se han borrado los azules,
las aves han partido y la lluvia
ha extraviado las ovejas.
A salvo queda una
(vi cómo se apartó del rebaño,
cómo fue asediada,
la miré desangrarse,
y me encontré en el surco de sus ojos).

Sauces, cirros, cántaros
para la luz de la inocencia.

*

En la visión de los primeros años
el vino se derrama,
la niña sujeta las flores,
ofrenda su canto: estrella
que al vacío es alimento,
rosa perdida en tierra,
abandonada,
casi quieta.

*

La voluntad
cierra sus puertas
y no hay quien diga
manos de tierra,
ojos de tierra
floreciendo.
Pupila,
este negror de mármol
es ave
internándose en la espesura.
Es otoño en tus manos, grieta.
Inclinada permaneces
donde las bestias bebieron.
Nada que cambiar.
Entero el germen sellará tu silueta
que desde los escombros asciende.

*

Como una sombra
en ruinas
te busco
mas te alejas
en un carro de fuego.
Si me acercara
al espejo
llegaría la tiniebla,
su monólogo
hiriente.

*

Vuelve,
dolor desnudo,
a mi desnudez.

Fondo de ancestrales auras,
la impronta de tu imagen
en esta habitación
no alcanzo,
todo huye al roce.

Adéntrame en el llanto:
que ruede como lenta lluvia descendida.

*

Tu rostro por velas alumbrado,
la bruma de tus labios
y el casi transparente cuerpo
al fondo
de raíces desgarradas.
*
Un último perfume
junto al árbol.

Por la mañana
el viento repite su viaje.

Arde en mí tu ausencia.

*

El peine, las horquillas, las fíbulas de marfil
en el armario.
Oh tristeza dulcísima.
Dulce variación en las distancias del alma.
Vago noche y día, te llamo
y no aconteces.

¿Dormirás ahora?

El rasgado cielo
deja caer sus agapantos.

¿Dormirás entera?

Muestra la tierra, la miel del viento,
el refulgente ojo que me aguarda.

*

Dame la miel humedecida,
desea mis palabras,
aduéñate, salmodia de la lluvia,

de mí.

*

Árbol
tu cuerpo
en el descenso

Quietud
es ola siempre.

Húmeda hierba
mi necesidad
cegará.

*

Flor abierta
en fino hielo,
la sustancia
del cáliz
en altares de niebla
es luz de faro sobre el risco,
entre ruinas asoma,
reabre
lo oscuro.



Poema Sobre La Fronda Y La Medida de Jeannette Lozano



Cada nombre encierra una discordia
en la raíz, sed
que hunde y alza nuestros pensamientos
hacia lo blanco de los nardos.

A veces nos preguntamos si el paisaje
entrega su fronda para resguardar
o para hacernos avanzar hacia el color
de la inmersión.
(Lo supo Monet, también Magritte.)

Espejeante como estrellas la verdad
es noche en la que nos hundimos
sin saber
si la podremos atravesar.

La luz es en sí misma ausencia de luz.

Y no hay camino que lleve sin tropiezo al punto.
Las palabras, como las notas, encierran
una cierta oscuridad: acomodos de un resplandor
buscando abrirse paso

junto al compás de amontonadas violetas.

(Poema inédito proporcionado por la autora)



Poema Signos de Jeannette Lozano



De las piedras profundas
un agua cristalina
refleja el oro y el bronce,
la cara del buey,
las puertas y los nardos
que tu partida
deshacía.

*

Quiero acariciar tus cabellos cansados,
agitar el légamo,
adentrarme en el germen
intocado de tu nostalgia
y ser casi muerta
en la agonía
desde siempre,
a la orilla del miedo,
de ti faltando
amor.

*

De noche
distante
te pierdes,

vertical y distante
te apagas,

te desvaneces.

*

Me alejé, recogí las cerezas, la miel,
la perdiz que guardo
para ti.
Para ti florece la blancura
sobre la colina de Ishtar.

Ven, quiero ver tu cuerpo
en la fosa fresca que besaré.
Los años, luz tenue de estanque,
son apenas duración.

Bésame, tu bendición
es destino poblado de pájaros.

*

Duele saber
que el astro
vuelve:
raíz
entre piedras,
hojas
desgajadas
del invierno.

*

Pero los pájaros ya estaban en tu cara
y un río de siete lenguas
era tu árbol florecido.
Por esta tierra desataste el sueño
y el alba dejó escapar
fulgor de lumbre.

Color de áurea intensidad
el cielo es.

*

No, no moriste del todo.
El pasado
con todos tus sentidos,
con todos sus escombros
es bajo la piedra
oscuridad que cubre tus manos yertas.

Amorosamente en el lento río,
morosamente en el mar del amor, muerta.

*

En el agua
te buscaré:
aquellos días
espejos
mi voz
derrama.

*

De las entrañas brotan
las aguas dulces,
las sombras vegetales,
la sustancia de amor

que los dioses aguardan.

*

El atardecer
derrama
su balbucear
en el bastón del ciego:
conduce
a lo sin rostro.

*

No había voz
ni brasa que me elevara,
mi seno al miedo cada noche,
al desamor mi sed.

Breve es el amor
y largo el camino
que lo cultiva.

*

Mis ojos aprendieron a ver fijamente las piedras,
la noche y la mirada de la madre,
sus palabras extrañas.
Aprendieron a ver sin mirar
en lo que permanece.

*

En la tarde de su descenso
los vados filtran las hojas,
la niebla se desparrama,
mi madre se deja asir.

*

El viento
sopla
piedad
por un último hálito.

*

Sino,
rastro,
la cauda
de su lamento
arde,
eleva
su densa permanencia.



Poema Signo de Jeannette Lozano



No más tu piel,
ni piedra de templo,
ni grano que germina.
Nunca mármol tallado,
ni lápida de héroe;
sólo mosca en el ojo del asno,
ojo del tiempo,
vida en el cielo trazada.



Poema Somos El Cuchillo Sangriento… de Javier Payeras



somos el cuchillo sangriento
bajo la pelota radiante
unos charlatanes condecorados
unos condones rotos
unos zapatos sucios
la eme amarilla
la danza del venado y el whisky
menos que un morfema
fonema punto
una araña
un minuto
la españa equivocada
el dolor en la cancha
el toillet del mundo
la uretra de américa
somos los escombros
somos la herencia
somos la posguerra



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