poemas vida obra s

Poema Segundo Amor Ii de José Hierro



Me acuerdo de los árboles de Dublín.

(Imaginar y recordar
se superponen y confunden;
pueblan, entrelazados, un instante
vacío con idéntica emoción.
Imaginar y recordar…)

Me acuerdo de los árboles de Dublín…
Alguien los vive y los recuerdo yo.
De los árboles caen hojas doradas
sobre el asfalto de Madrid.
Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,
acarician mis manos,
quisieran exprimirme el corazón.
No sé si lo consiguen…

Imaginar y recordar…
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible… Y lo acaricio, lo hago
presente, ardiente, con la poesía.

No sé si lo recuerdo o lo imagino.
(Imaginar y recordar me llenan
el instante vacío.)
Me asomo a la ventana.
Fuera no es Dublín lo que veo,
sino Madrid. Y, dentro, un hombre
sin nostalgia, sin vino, sin acción,
golpeando la puerta.

Es un espectro
que persigue a otro espectro del pasado:
el espectro del viento, de la mar,
del fuego -ya sabéis de qué hablo-, espectro
que pueda hacer que cante, hacer que vibre
su corazón, para sentirse vivo.

De «Libro de las alucinaciones» 1964



Poema Sonetuelo de José Hierro



Perro editor. Cien mil veces maldito,
¿qué Luzbel te inspiró la Antología?
Una coroza es lo que merecía
tu idea, pez, hoguera y sanbenito.

Yo dormía hasta ayer como un bendito,
sin pensar en lo mucho que debía.
Ahora, despierto me sorprende el día,
nervioso, calvo, pálido y marchito.

¿Ignoras que quien siembra Antologías
recoge nacionales? ¿No podías
haber estrangulado el pensamiento?

Maldígante legiones de poetas.
Pobre de mí, con miles de pesetas
gravadas con traspasos y descuentos.



Poema Se Alegra El Mar de Jose Gorostiza



A Carlos Pellicer

Iremos a buscar
hojas de plátano al platanar.

Se alegra el mar.

Iremos a buscarlas en el camino,
padre de las madejas de lino.

Se alegra el mar.

Porque la luna (cumple quince años a pena)
se pone blanca, azul, roja, morena.

Se alegra el mar.

Porque la luna aprende consejo del mar,
en perfume de nardo se quiere mudar.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé
para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar.
Siete varas de nardo; sólo un aroma,
una sola blancura de pluma de paloma.

Se alegra el mar.

Vida ?le digo? blancas las desprendí, yo bien lo sé,
para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Vida ?le digo? blancas las desprendí.
¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!

Se alegra el mar.



Poema Sintiendo de José Eustasio Rivera



Sintiendo que en mi espíritu doliente
la ternura romántica germina,
voy a besar la estrella vespertina
sobre el agua ilusoria de la fuente.

Mas cuando hacia el fulgor cerulescente
mi labio melancólico se inclina,
oigo como una voz ultradivina
de alguien que me celara en el ambiente.

Y al pensar que tu espíritu me asiste,
torno los ojos a la pampa triste;
¡nadie!… Sólo el crepúsculo de rosa.

Mas, ¡ay!, que entre la tímida vislumbre,
inclinada hacia mí, con pesadumbre,
suspira una palmera temblorosa.



Poema Si No Es Con Tu Presencia de José Eugenio Sánchez



esa canción se toma mi vida de un sólo trago
esa canción me detiene en los muelles de tus piernas
esa canción
es una esponja en tu mirada y me lleva
de tu sombra a tu bahía
esa canción
es una copa de nocturno tinto
y tengo sed de luz
cruda de estrellas



Poema Soledad De La Campana de José Emilio Pacheco



Soledad de la campana.

Le dice adiós al tañido.
Último son de su bronce,

flecha ardiente en el silencio.
Vaga en busca de los ecos

­pero nadie le contesta.



Poema Sobre Tus Ojos De Mujer de José Domingo Gómez Rojas



Sobre tus ojos de mujer
se habrá de cerrar un día
el sol de un atardecer.

En tus dos pálidas manos
se apagarán los fulgores
de los luceros lejanos.

Sobre tus labios marchitos
pasará la eternidad
con sus besos infinitos.

Y cuando yazgas dormida
la muerte dirá en tu oído
que un hombre te amó en la vida:
yo también me habré dormido.



Poema Simil de José Domingo Gómez Rojas



En el bello jardín de mis ensueños
Donde nacen las flores. mis quimeras,
Nacieron muchos lirios que risueños
A la vida entonaron sus primeras
Canciones de dulzuras, halagüeños.

Mas sopló el vendaval y esas mis flores
Dobláronse en sus tallos juveniles;
¡Oh blancos lirios, flor de mis amores!
Desde entonces las flores infantiles
Con su olor no calmaron mis dolores.

Los lirios del jardín, son ilusiones;
Sus risas y cantares, pensamientos;
Y el vendaval de fieros aquilones,
Son las pasiones viles que cual vientos
Sin cesar despedazan corazones.



Poema Soneto de Jose De Espronceda



Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra, del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.

Mas, ay, que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.



Poema Sueños Y «volantines» de José De Diego Y Benitez



«El Cerro de las Animas benditas»
se llama un montecillo de mi pueblo;
extraño nombre que le dio la gente
— segun afirman los que saben de ello —
porque, como se eleva en grácil curva
precisamente por detrás del templo,
donde reciben el adios del mundo
los que retornan de la tierra al seno,
huyen del monte a los vecinos árboles
las pobres almas de los pobres muertos,
envueltas en las ráfagas azules
de la espiral sagrada del incienso,
mientras resuenan, por las amplias bóvedas,
del canto augusto los dolientes ecos.

El Cerro de las Animas.! Cuidado
Que está en mis glorias el dichoso cerro!
Las faldas de mi madre y las del monte
Mis amores de niño compartieron;
Por hermano me tienen sus arbustos,
Sus piedras y sus pájaros, y creo
Que recorri sus zarzas y malezas
Como ningún chiquillo de mi tiempo,
Y que, si Dios a todo dio un lenguaje
Y hablan las hojas con susurros tiernos,
Ya han susurrado con dolor las suyas
Que estoy quizás, cuando no subo, enfermo

Allá en su cumbre, por las tardes, era
Donde todos los guapos del colegio
Íbamos a jugar a las cometas,
Como se dice en castellano viejo.

!A jugar a los bravos «volantines»,
águilas de papel que alzan el vuelo
y que, cual arma de combate, lucen
en la cola de trapo un vidrio puesto,
para atacar a la infeliz «chiringa»
que les dispute su ración de viento!

!Ibamos muchos — !cuando menos quince! –,
hábiles todos y en el juego expertos
Pues ni uno solo consiguió cortarme
Mi volantín, mi volantín ligero,
porque salvando con presteza suma
(¿Me entenderan los niños borinqueños?
!Les voy a hablar en la divina charla
de sus sencillos e inocentes juegos!)
Porque «cambiando en culebrilla», huia
del «navajazo», en el ataque fiero,
y, movil siempre en sus «gacetas» blancas
mi perseguido volantin esbelto,
como el astuto gladiador del aire,
salía , al fin de la batalla, ileso.

Sabemos doble más cuando muchachos,
Que despues que ya somos hombres serios:
Desde que de mi Cerro de as Animas
La suerte impía me arrastró tan lejos;
Desde que como el loco de Cervantes,
Lo grande admiro, mas lo ruin desprecio;
Desde que grave me apuntó el bigote
Y estudio leyes y compongo versos,
!aún no he podido, por desgracia mia,
«encampanar» el volantin de un sueño,
sin que el demonio, que me tiene rabia,
me corte el hilo en el azul del cielo!



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