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Poema Sagrado Don de José Miguel Ullán



(el suspiro).
De esa quietud voluptuosa nace la gran sospecha gongorina:
sin exageración no hay paisaje; sin laberinto no hay rigor;
sin lujo no hay escritura.
El conde nos propone una salida, neutra y terrible a un tiempo:
maldecir.



Poema Silva de José María Roa Bárcena



¿Por qué nace tan llena de alegría
la sonrosada aurora,
y el sol que las paredes
de la morada mía
desde el Oriente con su lumbre dora,
luce en mi corazón? ¿Por qué las aves
del cielo pasajeras
con trinos más suaves
su música me dan tras las vidrieras
de mi estrecho aposento;
y la flor que respeta
el sol canicular que el cielo inflama,
solo bien del poeta
que por humildes a las flores ama,
se mece a la merced del blando viento?
¿El gozo que estremece mis entrañas
brilla en el cielo, el valle y las montañas,
o es mi corazón donde lo siento?

En él se alberga, sí: brillo más puro
desde aquí presta al sol, al campo, al río:
cual siempre el mundo permanece oscuro;
el luminoso rayo
que a mis ojos lo ilustra es todo mío.

Pasó el florido mayo
con rapidez cual nuestra edad primera,
vino el verano ardiente,
el verdor agostando de la era;
junio agrupó sus nubes, desatólas
y con terrible voz bramó el torrente,
arrastrando en su seno
frágiles amapolas
y el árbol eminente
de cuyas ramas se colgaba el heno;
y en lugar solitario,
salva de lluvias y del fuego estivo,
en pobre santuario
hay una flor con cuyo aroma vivo,
y que pura nacía
pocos años atrás, en este día.

Es flor de un acendrado sentimiento,
del entusiasmo y las virtudes hija,
germen de la esperanza
que hasta en mis horas de tristeza aliento.
Nació en sólo un momento
y aunque es humilde y delicada y tierna,
ni el sol ni el rayo destructor la hiere,
su belleza es eterna,
su celestial perfume nunca muere.
Bálsamo a los pesares de mi alma
bienhechora prodiga,
mis inquietudes calma
el solo influjo de su sombra amiga
en vano estalla, en vano,
la tempestad del mundo y me rodea
con sus amagos el Poder tirano,
la Ira que en los ojos centellea,
de su metal sedienta la Avaricia,
de la Discordia la inflamada tea,
y doquier imperando
como rey absoluto la Injusticia.
Yo a mi santuario acudo y en su centro
donde brilla la flor de mi ventura,
refugio y paz y bienestar encuentro;
y en tanto que otras almas en la tierra
de su amor agotaron el tesoro,
y de la duda y el error heridas
ya no dirigen su mirada al cielo,
yo al Dios que niegan, reverente adoro
sin querer a la Fe rasgar el velo
y entre la desacorde vocería
que, roto el freno a la maldad, levanta
la muchedumbre impía,
mi voz al Dios de mis mayores canta,
oveja fiel de su redil me llamo,
presto el oído a su palabra santa,
vivo dichoso porque espero y amo.

Bella y cándida flor, cuando a tu influjo
debo mi bienestar, ¿no he de cantarte?
¿No he de decir tu nombre?… Yo lo guardo
como el ave al polluelo cuando brama
la tempestad estremeciendo el polo:
quien te venera y ama
tu dulce nombre ha de saber él solo.

Grato, apacible día
que con el rayo de tu sol esparces
la más pura alegría,
dando al monte esmeraldas,
diamantes al arroyo fugitivo
canto a las aves, a la flor perfume,
de luz diademas al laurel altivo
que blando mece el matutino viento,
¿el gozo que estremece mis entrañas
brilla en el cielo, el valle y las montañas,
o es en mi corazón donde lo siento?



Poema Sueños de Jose Maria Hinojosa



Embadúrnate el cuerpo,
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.

Pasaron superpuestas
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.

Una astilla de luz,
agujerea
los tulipanes negros.



Poema Siempre Ella de Jose Maria Hinojosa



Precisamente porque estaba sola
tendida en una rama de la noche
no quise vadear el arco iris
para unir en un beso nuestras voces.

Ella guardaba dentro de sus ojos
una pareja de palomas blancas,
ella tenía dentro de sus párpados
la nieve derretida de sus lágrimas.

Esta noche de seda, cómo cruje
y se hace toda ecos, a mi paso,
ocultando en sus pliegues las palabras
que escapan sin querer de nuestros labios.

Precisamente porque estaba sola
yo me había disuelto con el aire,
dejó volar aquel par de palomas.

De «Orillas de la Luz»



Poema Siembra de Jose Maria Hinojosa



Sobre la tierra,
cae la simiente,
que lleva en su cuerpo,
el germen
de la vida,
latente.

La tierra
se mueve.
En el ovario
de Dánae ardiente,
Zeus,
deposita el semen,
que transforma
el grano en verde.

Y la tierra
crece.



Poema Sequía de Jose Maria Hinojosa



A Luis Buñuel

Los árboles negros,
cruzan
sus ramas,
pidiendo
un poco de agua.

Los árboles negros,
clavan
su mirada,
en el cielo.

A los árboles negros,
no les cae agua,
y casi secos,
fijan sus ojos
en la tierra sin jugo
y sin aliento.



Poema Sencillez de Jose Maria Hinojosa



Los dedos de la nieve
repiquetearon
en el tamboril
del espacio.

Parábolas de nubes
forman un halo
de cristal,
sobre el monte nevado.

Una línea
y un plano.

Quiero poner mi vista
sólo en el espacio,
que es sencillo
y a la vez complicado.



Poema Sementera de Jose Maria Hinojosa



A Manuel Altolaguirre

El gañán
ve encender
la candela del cielo,
al amanecer.

Llega a la besana
y empieza a devanar
el ovillo de la tierra.

De vez en cuando canta.

Yunto. Yunto.
Al abrir el surco,
la tierra se besa
y se queda quieta.

Yunto. Yunto.

El gañán sigue devanando
su madeja,
pero nunca se acaba.

De vez en cuando canta.

Yunto. Yunto.

¡Pero nunca se acaba!



Poema Sullivan Street de José María Fonollosa



Tener hijos es cosa de mediocres,
ineptos sensualmente, analfabetos
sexuales o de gente irresponsable.

O es un pobre y mezquino agarradero
para dejar constancia de su paso
por el tiempo de la vida. A través de otros.
La adopción de este medio deshonesto
delata su estulticia y su ignorancia.

Pues un vidrio no puede ser el sol
por sólo reflejarlo algún momento.

El hijo de verdad que dignifica
nuestro paso en la vida por el tiempo,
es la obra personal, la de cada uno,
sin vientre, ni pulmones, ni miradas
de odio a quien le ha traído a la existencia.

Es la obra de la mente que se yergue
desafiando políticas y edades.
Y uno perdura en ella por los siglos.



Poema Spring Street de José María Fonollosa



No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del espíritu.

Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero…
al ánimo lo colman las delicias.

No me expliquen historias infantiles.

El deleite supremo es el orgasmo.
Lo demás son tan sólo leves signos,
pobres insinuaciones del placer
que uno obtiene acostándose con chicas

y eyaculando en ellas como un dios.
Para otros esos gustos secundarios.
Para mí el goce intenso: la mujer.



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