poemas vida obra s

Poema Sociedad De Consumo de Oscar Hahn



Caminamos de la mano por el supermercado
entre las filas de cereales y detergentes

Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva

Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión

Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos sumimos uno en el otro

y nos consumimos



Poema Sábana De Arriba de Oscar Hahn



Me instalé cuidadosamente doblado
entre la ropa blanca del closet
Sacaste las sábanas de tu cama
y me pusiste de sábana de arriba

Te deslizaste debajo de las tapas
y te cubrí centímetro a centímetro

Entonces fuimos barridos por el huracán
y caímos jadeando en el ojo de la tormenta

Ahora yaces bañada en transpiración
con la vista perdida en el cielo raso

y la sábana de arriba aún enredada entre las piernas.



Poema Soneto de Orlando Fresedo



Mi tristeza se inicia con los trenes.
Es la vida un adiós con estaciones.
La noche ha recogido sus vagones.
Todo se torna tren cuando tú vienes…

Me dejas con tu paso en el desvelo.
No paras aunque agite las banderas.
Llenaste con tu nube mis ojeras
y he quebrado las cruces del pañuelo…

Por eso todo es tren cuando tu vienes.
Y a causa de que nunca te detienes,
ignoro la emoción de una partida…

La vida es un adiós con estaciones.
Yo soy un guardavías de ilusiones.
Tu recuerdo, ese tren sobre mi vida…



Poema Siesta Del Verde… de Olvido García Valdés



Siesta del verde, ahogo
de luz húmeda y baja,
ruidos que se escurren
entre la maleza, oscuro
laurel. En el huerto, piescos y nisos,
sus huesos rojos, el tacto,
hojas que vibran.
Vi la casa y el deterioro
de la casa. Tomé de ella
la piedra de afilar
que estaba sobre el mármol
antes de irme.



Poema Soplosorbos de Oliverio Girondo



Costas
rompientes del entonces
resacas
subvivencias que arenan el ahora
calas
caries del tiempo

Cuanto conjuro lacio
cepotedio
soborra
concubinada
soplosorbo del cero
vacío
vacío ya vaciado en apócrifos moldes sin acople
Qué han de bastar los crótalos
las figuras los pasos de la sangre
el veneno de almendras que se expande al destapar un seno
o las manos de viaje

Dónde un índice totem
una amarra que alcance
una verdad un gesto un camino sin muerte
alguna cripta madre que incube la esperanza

Sólo tumbos
retumbos lentas leznas acerbas
ambivalentes menos
poros secos
desbastes
fofo hartazgo termita y asco verde
exapoyos
maltrueques

Sólo esperas que lepran la espera del no tiempo



Poema Se Descolgó El Silencio de Olga Orozco



Se descolgó el silencio,
sus atroces membranas desplegadas como las de un murciélago anterior al diluvio,
su canto como el cuervo de la negación.
Tu boca ya no acierta su alimento.
Se te desencajaron las mandíbulas
igual que las mitades de una cápsula inepta para encerrar la almendra del destino.
Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.
Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugaces modelos de este mundo.
Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde se ahoga el tiempo.
Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.
Tus uñas desasidas de la inasible salvación
recorren desgarradoramente el reverso impensable,
el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa la estera de los días.
Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca
y después ya no estabas.
Te desertó la tarde;
te arrojó como escoria a la otra orilla,
debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente impenetrable,
allí, junto a los desamparados desperdicios,
los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
que oscila, que se cae,
que se convierte en nube.



Poema Señora Tomando Sopa de Olga Orozco



Detrás del vaho blanco está el orden, la invitación o el ruego,
cada uno encendiendo sus señales,
centelleando a lo lejos con las joyas de la tentación o el rayo del peligro.
Era una gran ventaja trocar un sorbo hirviente por un reino,
por una pluma azul, por la belleza, por una historia llena de luciérnagas.
Pero la niña terca no quiere traficar con su horrible alimento:
rechaza los sobornos del potaje apretando los dientes.
Desde el fondo del plato asciende en remolinos oscuros la condena:
se quedará sin fiesta, sin amor, sin abrigo,
y sola en lo más negro de algún bosque invernal donde aúllan los lobos
y donde no es posible encontrar la salida.

Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,
hasta el último invierno, hasta la otra orilla.
Acaso estén reunidos viendo a la solitaria comensal del olvido,
la que traga este fuego,
esta sopa de arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de hormigas,
nada más que por puro acatamiento,
para que cada sorbo la proteja con los rigores de la penitencia,
como si fuera tiempo todavía,
como si atrás del humo estuviera la orden, la invitación, el ruego.



Poema Sitio de Olga Acevedo



Me veo aún, asegura de la mano de un ángel,
liviana, livianísima, como sobrevolando por extraños follajes.
Me perseguía un viento negro de cuchillos y lágrimas.
Volaban por el aire mis camelias deshechas.
Y con horrible estruendo se abrieron cráteres y abismos
poblado del duro instante de escalofriantes máscaras.
Amenazada con su propia madriguera la víbora
silbaba agudamente (también inútilmente).
Las corrientes de fuego arrasaron con todo.
No hubo límite en pie. Copa, raíz y báculo
cayeron con gran desgarrarniento.
Hasta donde mirábamos se elevaban ardiendo los torrentes siniestros.

Nos perseguían encarnizadamente, nos cerraban el paso.
Su flecha envenenada me buscaba el corazón, la vida.
Algo me hirió por fin, y estallé en ese llanto
silencioso y humilde que me sé desde siempre.
Quise saber el nombre de ese extraño suceso
e interrogué llorando a los dulces guardianes de mi alma.
Largo tiempo tal vez me sostuvo en su nimbo
el mayor de los ángeles que vigilan mi casa.
Y entendí en mi inocencia que entonces, en ese preciso instante,
adonde fuera el alma con sus rosas de fuego,
me hallaría sitiada por rabiosos espectros y mortales enigmas.
Hasta que vino el día que alumbró cielo y tierra.
Se limpiaron los suaves horizontes. Una paz de ala blanca
se esparció por los ámbitos más íntimos del alma.
Y aunque herida, enlutada por la prueba más dura,
el mayor de los ángeles que vigila mi casa
me reveló el secreto. Y me colmó de estrellas,
de fulgurantes dones y apasionados frutos.
Oh Madre soledad, déjame ahora y siempre
adentro de tu espíritu de nardos y de lámparas,
bien segura, bien firme, como en caja sellada
donde no alcanza nada, ni nadie halla la puerta.



Poema Serenata de Olga Acevedo



(Para ti… Luna de mis silencios… Luna de mis tristezas).

Rayo de luna suave que llegas a mi estancia…
Entre tus velos blancos mi Carne disolved!
Este espíritu puro puede ser la fragancia
del espíritu blanco de tu buena merced!
Rayo de luna suave que llegas a mi estancia
a ponerme de blanco «la tristeza de ser»…
Ya que en tus albos tules soy como una fragancia
¡hazme como una nube que no pueda volver!
Llévame entre los pliegues de tus rasos plateados!
Tómame con tus manos que son flores de amor…
Vedme como una novia con los velos rasgados
y con los azahares deshojados en flor!…
Rayo de luna suave que llegas a mi estancia…
¡Vedme como una novia que no habrá de ser más!
Ya que en tus blancas gasas soy como una fragancia
¡hazme como una nube que no vuelva jamás!



Poema Salmo De La Elegida de Nora Méndez



Este es el tiempo de nombrar nuevamente las cosas
De producir el sonido que las engendre
Son los magos del corazón interno
Que profieren amenazas
Contra el mundo y sus ilusiones gastadas
Alquimistas poderosos
En el viaje del adentro
Donde nacerán nuevamente las bancas
Las luces y las alcobas
Por donde irán los pasos del hombre
Y sus amapolas
Soplan las sílabas del hemisferio nuevo
Arriban en aeropuertos del misterio
Nazcan pues los hijos de mí adentro
Pueblen al mundo
Y su locura
Traigan paz para la que pare y espera
Que el universo entero erosione su historia

Y la brisa que irrumpe
Dobla como una espera
La dulce espada que revienta en palmos de sombra
Afuera gotea el amor de la noche
Blandiendo la mecánica celeste
De una constelación silenciada.
Amarra entonces la piedra
Con la cual sumergirás tu cuerpo ingrávido
Cuerpo de plumas
Cuerpo de palabras
Cuerpo que nunca saldrá sin sus huesos de alondra…

Frente al espejo se detiene la vida
Para correr paralela
O traspasar el sentido de un orden
Corre la sangre en la oscura transfusión
Y en esa conmovedora distancia
Huye el tiempo de los cinturones de relojes
Y un niño baila sus ilusiones de charol

Brillo parco
Luz amarga que nace lejos
Que se marcha lejos de sus primeros rayos

Y comienza la blancura su rotunda música
La inesperada frecuencia al revés del tiempo
Blancura, Minerva destronada
Sopor de los vacíos y lienzos
Angostura que parte el sentido de lo negro.

Cede el ocaso a los colores
Y el corazón apurado se despeina
Cuando anuncian el nacimiento de las cosas nuevas
Ese canto sin sentido
Que coloca al mundo en estupor lunático
Cuando la manada aúlla lunas nuevas

Y en la frescura prometedora de ese acto
Los corceles del carruaje de cristal
Corren sabios sobre la autopista
De las coordenadas sin norte
Desbocados,
Tránsito de crines y brújulas
Cruz del sur entonces
Guía de los desencontrados
Cuento de hadas inmisericorde
Camada, que es parto de fundadores.



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