poemas vida obra s

Poema Salir…. de Patricia Medina



Salir.
Un paso al frente
convencidos mis pies
iban en busca
de los cuatro costados:
risa y gesto
alegoría y espada.

Abierto a lo imposible
de par en par mi traje
exhibiendo la piedra
mil tallas por la torso
de aluminio
en la ciudad
que me vestía de Esfinge.

Sólo di un paso atrás:
fruta difunta
en mi deseo
y mis dientes.



Poema Samain Diría de Pablo Mora



el aire es quieto y de una contenida tristeza

Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero

a cada hebra de cabello perdido desde la cubeta de un frontal

donde hay algas toronjiles que cantan divinos almácigos

en guardia

Nunca sino ahora supe que existía una puerta

otra puerta y el canto cordial de las distancias

¿ Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?

Canta lluvia en la costa sin mar!

Cae agua de revólveres lavados!

Todo aparentemente sigue igual

Varios días el viento cambia de aire

En la cárcel con sueño de esperanza

estará nuestra sombra cuestionando



Poema Sólo Tu Amor Y El Agua de Pablo Garcia Baena



Sólo tu amor y el agua….Octubre junto al río
bañaba los racimos dorados de la tarde,
y aquella luna odiosa iba subiendo, clara,
ahuyentando las negras violetas de la sombra.
Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo,
cegado por la bruma suave de tu pelo.
De tu pelo que ahogaba la voz en mi garganta
cuando perdía mi boca en sus horas de niebla.
Sólo tu amor y el agua…..El río, dulcemente,
callaba sus rumores al pasar por nosotros,
y el aire estremecido apenas se atrevía
a mover en la orilla las hojas de los álamos.
Sólo se oía, dulce como el vuelo de un ángel
al rozar con sus alas una estrella dormida,
el choque fugitivo que quiere hacerse eterno,
de mis labios bebiendo en los tuyos la vida.
Lo puro de tus senos me mordía en el pecho
con la fragancia tímida de dos lirios silvestres,
de dos lirios mecidos por la inocente brisa
cuando el verano extiende su ardor por las colinas.
La noche se llenaba de olores de membrillo,
y mientras en mis manos tu corazón dormía,
perdido, acariciante, como un beso lejano,
el río suspiraba…..
Sólo tu amor y el agua…



Poema Soy El Hombre Casado de Pablo De Rokha



Soy el hombre casado, soy el hombre casado que inventó el matrimonio;
varón antiguo y egregio, ceñido de catástrofes, lúgubre;
hace mil, mil años hace que no duermo cuidando los chiquillos y las estrellas desveladas;
por eso arrastro mis carnes peludas de sueño
encima del país gutural de las chimeneas de ópalo.
Dromedario, polvoroso dromedario,
gran animal andariego y amarillo de verdades crepusculares,
voy trotando con mi montura de amores tristes…
Alta y ancha rebota la vida tremenda
sobre mi enorme lomo de toro ;
el pájaro con tongo de lo cuotidiano se sonríe de mis guitarras tentaculares y absortas;
acostumbrado a criar hijos y cantos en la montaña,
degüello los sarcasmos del ave terrible con mis cuchillos inexistentes,
y continúo mis grandes estatuas de llanto;
los pueblos futuros aplauden la vieja chaqueta de verdugo de mis tonadas.
Comparo mi corazón al preceptor de la escuela del barrio,
y papiroteo en las tumbas usadas
la canción oscura de aquel que tiene deberes y obligaciones con lo infinito.
Además van, a orillas mías, los difuntos precipitados de ahora y sus andróginos en aceite ;
los domino con la mirada muerta de mi corbata,
y mi actitud continúa encendiendo las lámparas despavoridas.
Cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida,
y, desde la otra vida, gotean las aguas,
yo estoy comiendo charqui asado en carbones rumorosos,
los vinos maduros cantan en mis bodegas espirituales ;
sueña la pequeña Winétt, acurrucada en su finura triste y herida,
ríen los niños y las brasas alabando la alegría del fuego,
y todos nos sentimos millonarios de felicidad, poderosos de felicidad,
contentas de la buena pobreza,
y tranquilos,
seguros de la buena pobreza y la buena tristeza que nos torna humildes y emancipados,
…entonces, cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida…
?Bueno es que el hombre aguante, le digo?,
así le digo al esqueleto cuando se me anda quedando atrás, refunfuñando,
y le pego un puntapié en las costillas.
Frecuentemente voy a comprar avellanas o aceitunas al cementerio,
voy con todos los mocosos, bien alegre,
como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas;
a veces encuentro a la muerte meando detrás de la esquina,
o a una estrella virgen con todos los pechos desnudos.
Mis dolores cuarteladas
tienen un ardor tropical de orangutanes; poeta del Occidente,
tengo los nervios mugrientos de fábricas y de máquinas,
las dactilógrafas de la actividad me desparraman la cara trizada de abatimiento,
y las ciudades enloquecieron mi tristeza
con la figura trepidante y estridente del automóvil:
civiles y municipales,
mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.
Un muerto errante llora debajo de mis canciones deshabitadas.
Y un pájaro de pólvora
canta en mis manos tremendas y honorables, lo mismo que el permanganato,
la vieja tonada de la gallina de los huevos azules.



Poema Sabor A Luto de Otto Rene Castillo



Tú no sabes,
mi delicada bailarina,
el amargo sabor a luto
que tiene la tierra
donde mi corazón humea.
Si alguien toca a la puerta,
nunca sabes si es la vida
o la muerte
la que pide una limosna.
Si sales a la calle,
puede que nunca más
regresen los pasos
a cruzar el umbral
de la casa donde vives.
Si escribes un poema,
puede que mañana
te sirva de epitafio.
Si el día está hermoso
y ríes,
puede que la noche
te encuentre en una celda.
Si besas a la luna,
que acaricia tu hombro,
puede que un cuchillo
de sal
nazca de madrugada
en tus pupilas.
Amargo sabor a luto
tiene la tierra donde vivo,
mi dulce bailarina.

Sabes,
creo
que he retornado
a mi país
tan solo para morir.

Y en verdad,
no lo comprendo todavía.



Poema Sosiego de Otoniel Guevara



para Matilde Elena López,
como un asunto del corazón.

Hoy quisiera recuperar el tiempo perdido:
años, meses, años,
días y momentos.

De haber culminado con éxito mi fuga del hogar
cuando a los once me emboscaron hormonas y edenes
mi nombre hubiera quedado apretujado en listados mugrosos de policías sin escrúpulos ni madre
y el sinuoso Beethoven hubiera perdido un amante para sus sonatas

No hubiera tenido hijos:
me los hubiera comido.

Si a los catorce no se me aparece Amílcar cargado de poemas y canciones de protesta
me habría enamorado para siempre de alguna campesina
de su luz silenciosa,
de su lengua graciosa ,
de su miel licenciosa,
de su pelo fragante a cascada florida.
Me hubiese enriquecido con una porqueriza
y respondería ante el nombre de ?Violeta Parra?
con bibliografía hortícola o algo semejante.

Desde entonces yo era buen futbolista. Y hasta me persignaba
a cada pitazo inicial.
Mas la vida es redonda y nos aplasta
dondequiera que vamos, contra quienes estemos,
por la simple razón de ser entre la grama.

Con las muchachas nunca tuve suerte:
desde los diecisiete me envuelven con sus formas
y me hacen preguntarme cosas que nunca supe.
Con ellas lo mejor es el silencio:
silencio al acercarse, al envolverlas,
al amarlas con todos los sentidos.
Mucho silencio para no despertarlas
y más para salir
en puntillas de sus vidas.

Quise ser guerrillero y nunca maté a nadie.
Cada vez que disparé fui yo el único herido.
Soy veterano de una guerra en la que Dios estuvo preso.
Y donde Satanás fue muerto en la primer escaramuza.

El tiempo se acabó. Ya no pretendo
ser inmortal.
El cuerpo pesa
y las mochilas suelen descoserse:
por los agujeros se cuela la esperanza,
se van los libros que quisimos leer, las emociones
que torpemente dejamos al pie de los amates,
la piel de los tambores
que nunca se enredaron con mi piel,
la suavidad
del beso en que murió mi boca.

Tantas veces la muerte perdió al póquer conmigo
¿y cuál fue mi ganancia?: arrastrar mis pasos
sobre los cementerios, engordar con papeles de amor
un baúl extraviado, gritar bajo la lluvia los rencores
al Creador, quien solamente me contestó con truenos ilegibles,
con rayos insensible y con pájaros muertos.

Quise ser más que un hombre
y de escudo me dieron la palabra
y de enemigo todo lo pronunciable.

¡Basta de sustantivos y adjetivos!
Ya no quiero más verbos: ¡Quiero sangre!
¡Sangre en el colibrí, sangre en el río,
sangre verde en la montaña ruda,
sangre azul en el cielo grisoteado,
sangre de luz en la laguna-cloaca,
sangre de ángeles al borde de los niños,
sangre de rojo amor en el demonio,
sangre de inmensidad en los poemas,
sangre de Dios en el pecho del hombre!
Sangre
en el nombre,
sangre
en el hombre:
en el nombre del hombre: ¡quiero sangre!

Y en el nombre del tiempo ya perdido
que ya jamás vendrá
que ya es olvido
queda la bendición del hueco de una manos
que entibien este amor sobreviviente
que trae del poeta lo soñado,
del guerrero su herida siempreardiente,
del sacerdote su consuelo infinito,
del delincuente
su palabrota franca
y del ebrio bufón la sabia ciencia
de protestar por todo con la risa.

De todos modos

la vida

siempre empieza.



Poema Se Busca de Otoniel Guevara



pero carece de un retrato
que la haga imaginable a los sentidos

Es de la estatura de la palabra hermano
cuando la lluvia se techa de prodigios

Su seno izquierdo es una luna que renegó del cielo
y el cielo es su otro seno

No tiene nombre fijo:
A veces es torrente
a veces libertad
a veces huella

Es tan cristiana que ama a un pobre ateo

Un secreto acecha su cintura

Sus pantalones no la dejan salir
a pervertir su desnudez en mis harapos

No sabe de qué lado gotea la poesía
pero acaricia un espejismo que de sus brazos
se desliza frutoso entre sus piernas

Si alguien la encuentra no será viva o muerta
Si alguien la encuentra no obtendrá recompensa
Si alguien la encuentra ojalá y que la pierda



Poema Sal de Otoniel Guevara



Tomo la sal entre mis dedos y siento enjambres de hombres remontar parajes asesinos
atravesar oceános de infinitas incertidumbres

La sal
con toda su blancura
no pronuncia la sangre vertida tras su aroma de mar
nunca invoca la paz
muy al contrario
se devela mortaja sobre el cabello de las santas mujeres

La sal es cruel
Esther lo sabe en lo que aún le queda de corazón



Poema Sólo Ostras Me Quedan de Oscar Portela



(a Graciela Sacalotto)

olor de garzas
pudriéndose ahora en la memoria
de la infancia de la escritura:
por fin he descifrado en tu ausencia
-en tu eterno presente-
las llagas del deseo del leproso,
el nombre que hace florecer la luz,
la presencia de lo presente,
el vacío lleno de tu aroma
que amanecía azul entre mis dedos.
no hay misterios ya,
infancias o advenimientos
tempestuosos, de una adolescencia
tempestuosa, colmada por imágenes
donde estallan los seres
colmados por las preguntas
y la nada.
yo remaba hacia ti,
hacia tu nombre. en tu aroma
de almendros mi lengua
se llagaba, en mis caricias,
que aún te sostienen lívido
y conterrado junto a mi,
se hallaban los misterios
de lo arcano.
ah, verano, que has mutilado
con la desmesura
del deseo de dioses,
la gestación de esta historia.
sol que has venido hacia mi
sostenido por vendavales,
para abandonarme luego
ausente de mi mismo
en la fatal ausencia del deseo,
crucificado por un vacío
sin nombre, por el no ser
del verano, que ha cegado
mis ojos, transfigurando
lo que se calcina y llaga
con el esplendor y el fasto
de todo lo olvidado,
y sin embargo, presente.
Vulnerado hoy, sin palmas
ni palomas, sólo me quedan
las vacías ostras,
donde oculto tu nombre,
oh mío,
oh deseado,
oh incandescente…

Poema inédito proporcionado por el autor



Poema Sol Amargo de Oscar Portela



(a José Luis Dasilva Navia
por su poesía y por la poesía
)

Tú, sol que has crucificado mis sueños,
incandescente que has cegado mis ojos
con el ansia temprana de la muerte,
aquí, en esta tierra de terror y de espanto
que me empuja al gran vacío de la nada.
No hay moradas aquí, sino el desguarnecimiento
al que me has condenado,
yo que vi con el ojo del cíclope
el mar azul girar en las cinturas
de los elfos, y que encantado presenté
alabanzas al origen de la desnudez y la osadía,
ay, blancas cenizas hablan hoy por mí,
me llaman pronunciando mi nombre, en tu nombre,
oh sol que no puedes morir, porque eres la muerte
con que pagué los dones que la gracia infinita
quiso poner sobre mis hombros,
y sin embargo el vértigo, aún sacude en mí,
las albas del deseo, los frutos del azar
que por la noche caen sin esperar ya nada,
yo escuchándolos, rígido, sin ver, con los
ojos velados, y con las frías manos, esclavas
de una aurora anterior a mi y a ti, o sol,
feroz coreuta de un verano sin pausas,
que enloquece al mortal, con el rigor amargo
de la heredad perdida.

Poema inédito proporcionado por el autor



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