poemas vida obra ricardo jaimes freyre

Poema El Himno de Ricardo Jaimes Freyre



Bebe ¡oh Dios! Entre los bosques, al través de la espesura,
los feroces jabalíes han huido,
y en la mitad de su carrera puso término a su insólita pavura
rayo ardiente y luminoso, de mi aljaba desprendido.

Bebe ¡oh Dios! Para tu copa dieron mieles las abejas
de los huertos del Palacio blanco y oro;
ya del Lobo y la Serpiente la medrosa vista alejas
y vierte la lengua de Orga su sacro raudal sonoro.

Cuando tu aliento se cierne sobre el campo de batalla,
ríe el guerrero a la Muerte que le acecha;
si en el espacio infinito, con el trueno, tu potente voz estalla
se hunde en el cuello la lanza y en el corazón la flecha.



Poema El Alba de Ricardo Jaimes Freyre



Las auroras pálidas,
que nacen entre penumbras misteriosas,
y enredados en las orlas de sus mantos
llevan jirones de sombra,
iluminan las montañas,
las crestas de las montañas rojas;
bañan las torres erguidas,
que saludan su aparición silenciosa,
con la voz de sus campanas
soñolienta y ronca;
ríen en las calles
dormidas de la ciudad populosa,
y se esparcen en los campos
donde el invierno respeta las amarillentas hojas.
Tienen perfumes de Oriente
las auroras;
los recogieron al paso, de las florestas ocultas
de una extraña Flora.
Tienen ritmos
y músicas armoniosas,
porque oyeron los gorjeos y los trinos de las aves
exóticas.

Su luz fría,
que conserva los jirones de la sombra,
enredóse, vacilante, de los lotos
en las anchas hojas.
Chispeó en las aguas dormidas,
las aguas del viejo Ganges, dormidas y silenciosas;
y las tribus de los árabes desiertos,
saludaron con plegarias a las pálidas auroras.
Los rostros de los errantes beduinos
se bañaron con arenas ardorosas,
y murmuraron las suras del Profeta
voces roncas.

Tendieron las suaves alas
sobre los mares de Jonia
y vieron surgir a Venus
de las suspirantes olas.
En las cimas,
donde las tinieblas eternas sobre las nieves se posan
vieron monstruos espantables
entre las rocas,
y las crines de los búfalos que huían
por la selva tenebrosa.
Reflejaron en la espada
simbólica,
que a la sombra de una encina
yacía olvidada y polvorosa.

Hay ensueños,
hay ensueños en las pálidas auroras…
Hay ensueños,
que se envuelven en sus jirones de sombra…
Sorprenden los amorosos
secretos de las nupciales alcobas,
y ponen pálidos tintes en los labios
donde el beso dejó huellas voluptuosas…

Y el Sol eleva su disco fulgurante
sobre la tierra, los aires y las suspirantes olas.



Poema Amor De Otoño de Ricardo Jaimes Freyre



(fragmento)

¡Un sol de otoño, señora mía
Un sol de otoño que envidiaría
la primavera del Mediodía.

También los valles visten de fiesta
cuando sus rayos doran la cresta
de la cercana colina enhiesta;

cuando se esparcen por la campiña,
sobre las ramas en donde apiña
su ardiente fruto la fresca viña;

cuando en las frondas el viento ruge,
gime y jadea, y al rudo empuje
la frágil rama vacila y cruje.

A nuestras plantas, que van inciertas
y al azar cruzan calles desiertas,
se precipitan las hojas muertas.

Pasó la suave melancolía
de la mañana. ¡Ved qué alegría
flota en el aire, señora mía!

¡Naturaleza tres veces santa
¡Himno de fuego que el sol levanta
y amor que en todas las cosas canta:

Amor… ¿Oísteis…? Amor. ¿Acaso
no véis cómo arde todo a su paso?
Amor de otoño que huye el ocaso.

Dejad, señora, que un breve instante
pose mis labios, como un amante,
en el extremo de vuestro guante.

Como un amante que ve de hinojos
la maravilla de vuestros ojos,
de vuestros labios frescos y rojos;

como un amante que fuera un niño
que pide, en premio de su cariño,
la flor que adorna vuestro corpiño.

¡Si me la diérais…! ¡Quién sabe…! Un día
tal vez formase la gloria mía,
pues como un niño la guardaría.

¿Dudáis? No en vano mi labio jura,
júroos, señora, que mi ventura
fue una caricia fugaz y pura.

Tan fugaz, tanto, que no soy dueño
de su memoria, y es grave empeño
saber si todo no ha sido un sueño.

Y nada, acaso, más hondamente
que ese recuerdo turba mi mente,
hiere mis ojos, nubla mi frente…

(Ved ese palio de enredaderas:
sus blancas flores son las postreras
y en ellas viven las primaveras;

bajo sus hojas el sol no brilla;
ofrece un tronco rústica silla.
Cerrad, si os place, vuestra sombrilla.)

Caricia…, sueño… La historia es breve…
Mas, ¡quien a hablaros de amor se atreve
si en él es fuego y en vos es nieveI

Frío de nieve pasa por esos
labios inmóviles, nido de besos
por repentinos desdenes presos…

Jamás, señora, la ley se infringe;
pasión, desvíos o celos finge,
pero su enigma guarda la Esfinge.

Y hasta hoy la clave no he descubierto,
y ya mi barca se acerca al puerto…
las playas solas… el mar desierto…



Poema Aeternum Vale de Ricardo Jaimes Freyre



Un dios misterioso y extraño visita la selva.
Es un dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Cuando la hija de Thor espoleaba su negro caballo,
le vio erguirse, de pronto, a la sombra de un añoso fresno.
Y sintió que se helaba su sangre
ante el dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

De la fuente de Imer, en los bordes sagrados, más tarde,
la Noche a los dioses absortos reveló el secreto;
El Águila negra y los Cuervos de Odín escuchaban,
y los Cisnes que esperan la hora del canto postrero;
y a los dioses mordía el espanto
de ese dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

En la selva agitada se oían extrañas salmodias;
mecía la encina y el sauce quejumbroso viento;
el bisonte y el alce rompían las ramas espesas,
y a través de las ramas espesas huían mugiendo.
En la lengua sagrada de Orga
despertaban del canto divino los divinos versos.

Thor, el rudo, terrible guerrero que blande la maza,
-en sus manos es arma la negra montaña de hierro,-
va a aplastar, en la selva, a la sombra del árbol sagrado,
a ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Y los Dioses contemplan la maza rugiente,
que gira en los aires y nubla la lumbre del cielo.

Ya en la selva sagrada no se oyen las viejas salmodias,
ni la voz amorosa de Freya cantando a lo lejos;
agonizan los Dioses que pueblan la selva sagrada,
y en la lengua de Orga se extinguen los divinos versos.

Solo, erguido a la sombra de un árbol,
hay un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.



Poema Siempre de Ricardo Jaimes Freyre



¡Tú no sabes cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!
Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor.
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano?
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

¡Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor…
¡Tú no sabes cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio,
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

¡Oh, el olvido! El fondo obscuro de la noche del olvido
donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor.
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido,
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz…



Poema Lo Fugaz de Ricardo Jaimes Freyre



La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.



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