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Poema Romance Del Rey Moro Que Perdió Valencia de Romancero Romancero



Helo, helo por do viene el moro por la calzada,
caballero a la jineta encima una yegua baya,
borceguíes marroquíes y espuela de oro calzada,
una adarga ante los pechos y en su mano una azagaya.
Mirando estaba Valencia, como está tan bien cercada:
?¡Oh, Valencia, oh Valencia, de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste de moros que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente, a moros serás tornada;
aquel perro de aquel Cid prenderélo por la barba,
su mujer, doña Jimena, será de mí cautivada,
su hija, Urraca Hernando, será mi enamorada,
después de yo harto de ella la entregaré a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos, que todo bien lo escuchaba.
?Venid vos acá, mi hija, mi hija doña Urraca;
dejad las ropas continas y vestid ropas de pascua.
Aquel moro hi·de·perro detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo a Babieca y me ciño la mi espada.
La doncella, muy hermosa, se paró a una ventana;
el moro, desque la vido, de esta suerte le hablara:
?Alá te guarde, señora, mi señora doña Urraca.
?Así haga a vos, señor, buena sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete, que soy vuestra enamorada.
?Otros tantos ha, señora, que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en aquesto el buen Cid que se asomaba.
?Adiós, adiós, mi señora, la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca yo bien oigo la patada.
Do la yegua pone el pie, Babieca pone la pata.
Allí hablará el caballo bien oiréis lo que hablaba:
?¡Reventar debía la madre que a su hijo no esperaba!
Siete vueltas la rodea alrededor de una jara;
la yegua, que era ligera, muy adelante pasaba
hasta llegar cabe un río adonde una barca estaba.
El moro, desque la vido, con ella bien se holgaba,
grandes gritos da al barquero que le allegase la barca;
el barquero es diligente, túvosela aparejada,
embarcó muy presto en ella, que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado, el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo, de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene, una lanza le arrojaba,
y dijo: ?Recoged, mi yerno, arrecogedme esa lanza,
que quizás tiempo vendrá que os será bien demandada.



Poema Romance Del Juramento Que Tomó El Cid Al Rey Don Alonso de Romancero Romancero



En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto;
?Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado;
con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado,
sáquente el corazón por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntando,
si fuiste, o consentiste en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero que del rey es más privado:
?Haced la jura, buen rey, no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor, ni papa descomulgado.
Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado;
pero allí hablara el rey malamente y enojado:
?Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado,
mas hoy me tomas la jura, mañana me besarás la mano.
?Por besar mano de rey no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre me tengo por afrentado.
?Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado,
y no vengas más a ellas dende este día en un año.
?Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.
Ya se parte el buen Cid, sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros, todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos, ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid adonde asentar su campo.



Poema Romance De La Pérdida De Alhama de Romancero Romancero



Paseábase el rey moro ? por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira ? hasta la de Vivarrambla.
?¡Ay de mi Alhama!?

Cartas le fueron venidas ? que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego ? y al mensajero matara,
?¡Ay de mi Alhama!?

Descabalga de una mula, ? y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba ? subido se había al Alhambra.
?¡Ay de mi Alhama!?

Como en el Alhambra estuvo, ? al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, ? sus añafiles de plata.
?¡Ay de mi Alhama!?

Y que las cajas de guerra ? apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, ? los de la vega y Granada.
?¡Ay de mi Alhama!?

Los moros que el son oyeron ? que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos ? juntado se ha gran batalla.
?¡Ay de mi Alhama!?

Allí fabló un moro viejo, ? de esta manera fablara:
?¿Para qué nos llamas, rey, ? para qué es esta llamada?
?¡Ay de mi Alhama!?

?Habéis de saber, amigos, ? una nueva desdichada:
que cristianos de braveza ? ya nos han ganado Alhama.
?¡Ay de mi Alhama!?

Allí fabló un alfaquí ? de barba crecida y cana:
?Bien se te emplea, buen rey, ? buen rey, bien se te empleara.
?¡Ay de mi Alhama!?

Mataste los Bencerrajes, ? que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos ? de Córdoba la nombrada.
?¡Ay de mi Alhama!?

Por eso mereces, rey, ? una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, ? y aquí se pierda Granada.
?¡Ay de mi Alhama!?



Poema Romance De Gerineldo de Romancero Romancero



Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta donde estaba en el castillo.
?Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido.
?¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo?
?Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido.
?Gerineldo, Gerinaldo, mi camarero pulido;
si me andas en traición, trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido,
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar, mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada, entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
?Recordados, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.



Poema Romance De Abenámar de Romancero Romancero



?¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
?Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría.
?Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!

?El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
?Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
?Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.



Poema Romance Xiii En Que Doña Urraca Recuerda Cuando El Cid Se Criaba Con Ella En Su Palacio En Zamora de Romancero Español



?¡Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano!
Acordársete debría de aquel buen tiempo pasado
que te armaron caballero en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino, tú, Rodrigo, el ahijado;
mi padre te dio las armas, mi madre te dio el caballo,
yo te calcé espuela de oro porque fueses más honrado;
pensando casar contigo, ¡no lo quiso mi pecado!,
casástete con Jimena, hija del conde Lozano;
con ella hubiste dineros, conmigo hubieras estados;
dejaste hija de rey por tomar la de un vasallo.

En oír esto Rodrigo volvióse mal angustiado:
?¡Afuera, afuera, los míos, los de a pie y los de a caballo,
pues de aquella torre mocha una vira me han tirado!,
no traía el asta hierro, el corazón me ha pasado;
¡ya ningún remedio siento, sino vivir más penado!



Poema Romance I Dice Cómo El Cid Vengó A Su Padre de Romancero Español



Pensativo estaba el Cid viéndose de pocos años
para vengar a su padre matando al conde Lozano;
miraba el bando temido del poderoso contrario
que tenía en las montañas mil amigos asturianos;
miraba cómo en la corte de ese buen rey Don Fernando
era su voto el primero, y en guerra el mejor su brazo;
todo le parece poco para vengar este agravio,
el primero que se ha hecho a la sangre de Lain Calvo;
no cura de su niñez, que en el alma del hidalgo
el valor para crecer no tiene cuenta a los años.
Descolgó una espada vieja de Mudarra el castellano,
que estaba toda mohosa, por la muerte de su amo.
«Haz cuenta, valiente espada, que es de Mudarra mi brazo
y que con su brazo riñes porque suyo es el agravio.
Bien puede ser que te corras de verte así en la mi mano,
mas no te podrás correr de volver atrás un paso.
Tan fuerte como tu acero me verás en campo armado;
tan bueno como el primero, segundo dueño has cobrado;
y cuando alguno te venza, del torpe hecho enojado,
hasta la cruz en mi pecho te esconderé muy airado.
Vamos al campo, que es hora de dar al conde Lozano
el castigo que merece tan infame lengua y mano».
Determinado va el Cid, y va tan determinado,
que en espacio de una hora mató al conde y fue vengado.



Poema Romance Del Rey Moro Que Perdió Valencia de Romancero Español



Helo, helo por do viene el moro por la calzada,
caballero a la jineta encima una yegua baya,
borceguíes marroquíes y espuela de oro calzada,
una adarga ante los pechos y en su mano una azagaya.
Mirando estaba Valencia, como está tan bien cercada:
?¡Oh, Valencia, oh Valencia, de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste de moros que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente, a moros serás tornada;
aquel perro de aquel Cid prenderélo por la barba,
su mujer, doña Jimena, será de mí cautivada,
su hija, Urraca Hernando, será mi enamorada,
después de yo harto de ella la entregaré a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos, que todo bien lo escuchaba.
?Venid vos acá, mi hija, mi hija doña Urraca;
dejad las ropas continas y vestid ropas de pascua.
Aquel moro hi·de·perro detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo a Babieca y me ciño la mi espada.
La doncella, muy hermosa, se paró a una ventana;
el moro, desque la vido, de esta suerte le hablara:
?Alá te guarde, señora, mi señora doña Urraca.
?Así haga a vos, señor, buena sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete, que soy vuestra enamorada.
?Otros tantos ha, señora, que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en aquesto el buen Cid que se asomaba.
?Adiós, adiós, mi señora, la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca yo bien oigo la patada.
Do la yegua pone el pie, Babieca pone la pata.
Allí hablará el caballo bien oiréis lo que hablaba:
?¡Reventar debía la madre que a su hijo no esperaba!
Siete vueltas la rodea alrededor de una jara;
la yegua, que era ligera, muy adelante pasaba
hasta llegar cabe un río adonde una barca estaba.
El moro, desque la vido, con ella bien se holgaba,
grandes gritos da al barquero que le allegase la barca;
el barquero es diligente, túvosela aparejada,
embarcó muy presto en ella, que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado, el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo, de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene, una lanza le arrojaba,
y dijo: ?Recoged, mi yerno, arrecogedme esa lanza,
que quizás tiempo vendrá que os será bien demandada.



Poema Romance Del Juramento Que Tomó El Cid Al Rey Don Alonso de Romancero Español



En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto;
?Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado;
con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado,
sáquente el corazón por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntando,
si fuiste, o consentiste en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero que del rey es más privado:
?Haced la jura, buen rey, no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor, ni papa descomulgado.
Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado;
pero allí hablara el rey malamente y enojado:
?Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado,
mas hoy me tomas la jura, mañana me besarás la mano.
?Por besar mano de rey no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre me tengo por afrentado.
?Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado,
y no vengas más a ellas dende este día en un año.
?Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.
Ya se parte el buen Cid, sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros, todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos, ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid adonde asentar su campo.



Poema Romance Del Infante Vengador de Romancero Español



Helo, helo por do viene el infante vengador,
caballero a la jineta en un caballo corredor,
su manto revuelto al brazo, demudada la color,
y en la su mano derecha un venablo cortador;
con la punta del venablo sacarían un arador,
siete veces fue templado en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado porque cortase mejor,
el hierro fue hecho en Francia, y el asta en Aragón.
Perfilándoselo iba en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros, a don Quadros, el traidor.
Allá le fuera a hallar junto al emperador,
la vara tiene en la mano, que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba si lo tiraría o no
y al cabo de las ocho el venablo le arrojó;
por dar al dicho don Cuadros, dado ha al emperador,
pasado le ha manto y sayo, que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey, bien oiréis lo que habló:
?¿Por qué me tiraste, infante? ¿Por qué me tiras, traidor?
?Perdóneme tu alteza, que no tiraba a ti, no,
tiraba al traidor de Cuadros, ese falso engañador,
que siete hermanos tenía no ha dejado si a mí, no.
Por eso delante de ti, buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros y al infante no fían, no,
sino fuera una doncella, hija es del emperador,
que los tomó por la mano y en el campo los metió.
A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó.
Apeárase el infante, la cabeza le cortó
y tomárala en su lanza y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido el rey con su hija le casó.



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