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Poema Romance De San Andrés de Alvaro Menen Desleal



Se ha cubierto el San Andrés
de un amarillo amarillo,
a la luz del sol semejante
por lo encendido encendido.
A cada soplo del viento
?de diciembre frío frío?
se le caen las campanas
al San Andrés Florecido.

Del árbol de San Andrés
las flores se han ido ido,
navegando en la vereda
celeste de río río
¡campanas del San Andrés
del amarillo amarillo,
buscad luego un campanero
para alegrar el oído!

El árbol de San Andrés,
mientras camino camino,
me guía por las veredas
con su amarillo amarillo.
San Andrés de las Campanas
florecido florecido,
aún lejos de la patria
no te eché nunca en olvido.
San Andrés de las campanas;
San Andrés verde?amarillo.



Poema Recetas A Una Vieja Burguesa Para Que Sea Feliz Del Todo de Alvaro Menen Desleal



Sepulta cuidadosamente las páginas insólitas de
viejos cascarrabias como Marx, el gran culpable;

destruye hoja por hoja los versos de Rambaud,
joven durazno con vicios milenarios, y quiebra
ojo por ojo a todo Baudelaire, harapo brujo,
alcohol mistificado, viejo corozo de durazno
con vicios renovados;

escupe por las rejas de la cárcel en que moran,
empotrados en sus huesos, algunos jóvenes poetas.
vigila que el guardián ponga las llaves
y agrega siete que te sean de confianza;

espulga el Nuevo Testamento y abomina del Antiguo,
cargados de puercas porquerías para lapidar
perezosos; de pechos como paloma para reyes
lúbricos y junturas de muslos como goznes
labrados de mano maestra;

compra galas chillonas sedosas suntuosas para
halagar al gazmoño;

lávate cada hora, refriégate de alcohol, pues el
talento, con todo y no ser contagioso, podría
afectarte de ictericia;

castiga tu pensamiento sin pausa ni misericordia,
si es que puedes pensar y si te sobra alguna
misericordia.

clávate las uñas en la carne cuando veas el amor
adolescente;

(desde luego, te prevengo contra mi persona);

pero, sobre todo, enciende hogueras altas
relucientes pulidas pendencieras piras funerarias
para quemar, quemarnos;

verás entonces, varicosa, que todo es más tranquilo.
y más tuyo.
al fin y al cabo
Dios te hizo cortada a su medida.



Poema Reding de Alvaro Garcia



He mirado la verja de unas tumbas,
la fuente en que bebían los caballos,
el sosiego que guarda para sí este paseo
de escaparates mínimos, sin gente.
Esta ciudad no es ya el poder de tedio
que yo un día temí como a un murmullo.
He visto el mar con alguien,
apenas una voz que ha reído a mi lado
esos submarinismos minuciosos
del pájaro que pesca
y eso es, pienso ahora, la ciudad,
un contemplar pagano,
sin pedirme a mí nada ni yo a ella:
mi ciudad, la hoja rosa, el alto seto.



Poema Retorno De Ulises de Alvaro Cunqueiro



Pendiente y pensativa Penélope
pierdo ovillo nueve nuevamente canto.

Ese rostro que a las aguas envidiando
cómo sonríe tejiendo cuando el viento:
a las aguas cómo sonríe envidia que tejiendo
ese rostro en que pende que amanezca.
Cuando el viento el ovillo ovilloviento lleva,
-los largos dedos que nacieron flautas
en la boca de Ulises, cuando estaba enamorado.
Digo que los largos dedos no resisten
el polvo del viento que en los olivares,
los largos dedos que sorprendidos dicen
ovilloviento, ovillo nueve pido,
mi corazón tejiendo mar y sueño
bajo ese puente de ríos ignorados.

¡Oh Venus! ¿Adónde va el hilo revoloteando
que mis blancas piernas amorosas,
adónde los molinos, donde el viento gira,
cauces por donde el viento pasa, pisa?
¡Te digo Venus por arbustos, vallados,
rocas, caminos, puentes, silbidos,
ese hilo es un rostro que sonríe tejido:
acordándome ahora estoy que en el ovillo
nueve los labios cuando se pliegan habla.
¡Solamente dicen cuándo llega la sed
por los celestes puentes de esas islas?



Poema Retorno de Ali Chumacero



Donde estoy nada queda
y existir es vivir en tu recuerdo,
ver una luz atravesando
el rumor arrancado de un cadáver,
escuchar a pesar del miedo
la palabra de un niño que gemía
y tener en las manos un hálito, un temblor
y un profundo lamento ensombrecido.
Pensar en ti no es pensar
con alguien o con algo
sino hundirme en mí mismo y mi principio,
como llegando a un extremo donde fluyen
una tranquilidad de corazón roído,
una amargura de rencor oscuro,
un retornar al hombre desgarrado,
y recordar que el pensamiento muere
a través de ese tiempo que a ti te pertenece,
sin más impulso que tu desamparo,
como una prolongada enfermedad,
como sonido que flotara en un abismo.

Y todo vive inútilmente:
adonde miro allí me encuentro
en vano espejo de mi soledad,
con simulado rostro de Narciso
o humo que pretende conservarse;
hallo sólo tinieblas
y empiezo a caminar por dentro de mi cuerpo,
y aquí te palpo y me maldigo
porque vuelves a ser, pero en recuerdo.

Vivo ahora contigo y nada turba
la posesión del tiempo en que viviste,
y nada ha de cambiar mi pensamiento
cuando pensar en ti es contemplar
mi propia voz por sueños invadida
y dolerme de haber creído en mí
como en algo que existe fuera de todo tiempo,
de mí mismo nutrido,
seguro de mi voz.

Amarte hoy sería desertar,
huir del odio que por mí acreciento
bajo el latido de mi corazón;
fuera negar la luz que al rumor sobrevive,
o afirmar que la flor
no crecerá jamás en mis entrañas
con un sabor de imagen prolongada
a través de la carne,
sobre el silencio húmedo del túmulo
de esta mi soledad que resucita y me regresa
al desierto en que siempre había creído.



Poema Recuerdo Aquel Paseo de José Corredor-matheos



RECUERDO aquel paseo
solitario
en que sólo el silencio
era lo que alcanzaba
a oír entre las hojas,
y podía sentirme
como un árbol,
sentirme como un pájaro.
y recuerdo también
un único paseo
acompañado,
hace ya mucho tiempo.
No puedo recordar
quién pisaba las hojas
a mi lado.



Poema Ritual De Mis Piernas de Pablo Neruda



Largamente he permanecido mirando mis largas piernas,
con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión,
como si hubieran sido las piernas de una mujer divina
profundamente sumida en el abismo de mi tórax:
y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa,
sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura cabeza,
y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de noche que
una mujer está respirando, durmiendo desnuda y a mi lado,
entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la
ausente,
viciosos, melancólicos pensamientos
siembran pesadas posibilidades en mi dormitorio,
y así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro
cuerpo:
lo enteramente substancial, sin complicado contenido
de sentidos o tráqueas o intentinos o ganglios:
nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,
nada, sino la forma y el volumen existiendo,
guardando la vida, sin embargo de una manera completa.

Las gentes cruzan el mundo en la actualidad
sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida,
y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que
designan el cuerpo,
y se habla favorablemente de la ropa,
de pantalones es posible hablar, de trajes,
y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de «señora»),
como si por las calles fueran las prendas y los trajes vacíos
por completo
y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo.

Tienen existencia los trajes, color, forma, designio,
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en el
mundo,
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas.

Bueno, mis rodillas, como nudos,
particulares, funcionarios, evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes
no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.

Desde la rodilla hasta el pie una forma dura,
mineral, fríamente útil, aparece,
una criatura de hueso y persistencia,
y los tobillos no son ya sino el propósito desnudo,
la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva.

Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas,
son allí mis piernas, y dotadas
de grupos musculares como animales complementarios,
y allí también una vida, una sólida, sutil, aguda vida
sin temblar permanece, aguardando y actuando.

En mis pies cosquillosos,
y duros como el sol, y abiertos como flores,
y perpetuos, magníficos soldados
en la guerra gris del espacio,
todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies,
lo extranjero y lo hostil allí comienza:
los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,
lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazón
con densa y fría constancia allí se originan.

Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos,
o simplemente aire infinito,
habrá entre mis pies y la tierra
extremando lo aislado y lo solitario de mi ser,
algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
algo abiertamente invencible y enemigo.



Poema Resurrecciones de Pablo Neruda



Si alguna vez vivo otra vez
será de la misma manera
porque se puede repetir
mi nacimiento equivocado
y salir con otra corteza
cantando la misma tonada.

Y por eso, por si sucede,
si por un destino hindostánico
me veo obligado a nacer,
no quiero ser un elefante,
ni un camello desvencijado,
sino un modesto langostino,
una gota roja del mar.

Quiero hacer en el agua amarga
Ias mismas equivocaciones:
ser sacudido por la ola
como ya lo fui por el tiempo
y ser devorado por fin
por dentaduras del abismo,
así como fue mi experiencia
de negros dientes literarios.

Pasear con antenas de cobre
en las antárticas arenas
del litoral que amé y viví,
deslizar un escalofrío
entre las algas asustadas,
sobrevivir bajo los peces
escondiendo el caparazón
de mi complicada estructura,
así es como sobreviví
a las tristezas de la tierra.



Poema Recabarren (1921) de Pablo Neruda



TU nombre era Recabarren.

Bonachón, corpulento, espacioso,
clara mirada, frente firme,
su ancha compostura cubría,
como la arena numerosa,
los yacimientos de la fuerza.

Mirad en la pampa de América
(ríos ramales, clara nive,
cortaduras ferruginosas)
a Chile con su destrozada
biología, como un ramaje
arrancado, como un brazo
cuyas falanges dispersó
el tráfico de las tormentas.

Sobre las áreas musculares
de los metales y el nitrato,
sobre la atlética grandeza
del cobre recién excavado,
el pequeño habitante vive,
acumulado en el desorden,
con un contrato apresurado,
lleno de niños andrajosos,
extendidos por los desiertos
de la superficie salada.

Es el chileno interrumpido
por la cesantía o la muerte.

Es el durísimo chileno
sobreviviente de las obras
o amortajado por la sal.

Allí llegó con sus panfletos
este capitán del pueblo.
Tomó al solitario ofendido
que, envolviendo sus mantas rotas
sobre sus hijos hambrientos,
aceptaba las injusticias
encarnizadas, y le dijo:
«Junta tu voz a otra voz»,
«Junta tu mano a otra mano».
Fue por los rincones aciagos
del salitre, llenó la pampa
con su investidura paterna
y en el escondite invisible
lo vio toda la minería.

Llegó cada «gallo» golpeado,
vino cada uno de los lamentos:
entraron como fantasmas
de pálida voz triturada
y salieron de sus manos
con una nueva dignidad.
En toda la pampa se supo.
Y fue por la patria entera
fundando pueblo, levantando
los corazones quebrantados.
Sus periódicos recién impresos
entraron en las galerías
del carbón, subieron al cobre,
y el pueblo besó las columnas
que por primera vez llevaban
la voz de los atropellados.

Organizó las soledades.
Llevó los libros y los cantos
hasta los muros del terror,
juntó una queja y otra queja,
y el esclavo sin voz ni boca,
el extendido sufrimiento,
se hizo nombre, se llamó Pueblo,
Proletariado, Sindicato,
tuvo persona y apostura.

Y este habitante transformado
que se construyó en el combate,
este organismo valeroso,
esta implacable tentativa,
este metal inalterable,
esta unidad de los dolores,
esta fortaleza del hombre,
este camino hacia mañana,
esta cordillera infinita,
esta germinal primavera,
este armamento de los pobres,
salió de aquellos sufrimientos,
de lo más hondo de la patria,
de lo más duro y más golpeado,
de lo más alto y más eterno
y se llamó Partido.

Partido
Comunista.
Ése fue su nombre.
Fue grande la lucha. Cayeron
como buitres los dueños del oro.
Combatieron con la calumnia.
«Este Partido Comunista
está pagado por el Perú,
por Bolivia, por extranjeros».
Cayeron sobre las imprentas,
adquiridas gota por gota
con sudor de los combatientes,
y las atacaron quebrándolas,
quemándolas, desparramando
la tipografía del pueblo.
Persiguieron a Recabarren.
Le negaron entrada y paso.
Pero él congregó su semilla
en los socavones desiertos
y fue defendido el baluarte.

Entonces, los empresarios
norteamericanos e ingleses,
sus abogados, senadores,
sus diputados, presidentes,
vertieron la sangre en la arena,
acorralaron, amarraron,
asesinaron nuestra estirpe,
la fuerza profunda de Chile,
dejaron junto a los senderos
de la inmensa pampa amarilla
cruces de obreros fusilados,
cadáveres amontonados
en los repliegues de la arena.

Una vez a Iquique, en la costa,
hicieron venir a los hombres
que pedían escuela y pan.
Allí confundidos, cercados
en un patio, los dispusieron para la muerte.

Dispararon
con silbante ametralladora,
con fusiles tácticamente
dispuestos, sobre el hacinado
montón de dormidos obreros.
La sangre llenó como un río
la arena pálida de Iquique,
y allí está la sangre caída,
ardiendo aún sobre los años
como una corola implacable.

Pero sobrevivió la resistencia.
La luz organizada por las manos
de Recabarren, las banderas rojas
fueron desde las minas a los pueblos,
fueron a las ciudades y a los surcos,
rodaron con las ruedas ferroviarias,
asumieron las bases del cemento,
ganaron calles, plazas, alquerías,
fábricas abrumadas por el polvo,
llagas cubiertas por la primavera:
todo cantó y luchó para vencer
en la unidad del tiempo que amanece.

Cuánto ha pasado desde entonces.
Cuánta sangre sobre la sangre,
cuántas luchas sobre la tierra.
Horas de espléndida conquista,
triunfos ganados gota a gota,
calles amargas, derrotadas,
zonas oscuras como túneles,
traiciones que parecían
cortar la vida con su filo,
represiones armadas de odio,
coronadas militarmente.

Parecía hundirse la tierra.

Pero la lucha permanece.



Poema Rapa Nui de Pablo Neruda



TEPITO-TE-HENÚA, ombligo del mar grande,
taller del mar, extinguida diadema.
De tu lava escorial subió la frente
del hombre más arriba del Océano,
los ojos agrietados de la piedra
midieron el ciclónico universo,
y fue central la mano que elevaba
la pura magnitud de tus estatuas

Tu roca religiosa fue cortada
hacia todas las líneas del Océano
y los rostros del hombre aparecieron
surgiendo de la entraña de las islas,
naciendo de los cráteres vacíos
con los pies enredados al silencio.

Fueron los centinelas y cerraron
el ciclo de las aguas que llegaban
desde todos los húmedos dominios,
y el mar frente a las máscaras detuvo
sus tempestuosos árboles azules.
Nadie sino los rostros habitaron
el círculo del reino. Era callado
como la entrada de un planeta, el hilo
que envolvía la boca de la isla.

Así, en la luz del ábside marino
la fábula de piedra condecora
la inmensidad con sus medallas muertas,
y los pequeños reyes que levantan
toda esta solitaria monarquía
para la eternidad de las espumas,
vuelven al mar en la noche invisible,
vuelven a sus sarcófagos de sal.

Sólo el pez luna que murió en la arena.

Sólo el tiempo que muerde los moais.

Sólo la eternidad en las arenas
conocen las palabras:
la luz sellada, el laberinto muerto,
las llaves de la copa sumergida.



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