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Poema Ridiculus Mus (epístola A Quinto Horacio Flaco) de Eduardo Chirinos



Horacio, jamás tuviste mujer que te abandonara en los cinemas
Tampoco tuviste que aprender a rechazar un cigarrillo
Ni a esconder tus flacas piernas debajo de la túnica
Sólo corriste indiferente hacia los campos
Y fuiste feliz comiendo con la plata de Mecenas
Jamás subiste solo a los tranvías y es tu gloria
Cantarles por amor al bien y a la belleza
No tuviste por qué rendirles culto a las ciudades
Ni inclinarles tu noble cabellera

Horacio, el bienamado por los reyes y los dioses
Poeta mesurado con el vino y con los versos
Te he visto hoy acariciándote las barbas y esperando
Que apareciera al fin el ridículo ratón del que me hablabas.



Poema Retorno De Los Profetas de Eduardo Chirinos



Para Antonio Claros

El sol se hará oscuro para ellos
pero pronto han de volver

Miqueas III, 6

Los profetas han muerto.
Cuernos de guerra anuncian la pronta llegada de la peste,
nuevos tiempos de miseria y escasez.
El campo de batalla está desierto, el cielo se oscurece, la infinita
rueda se ha quebrado.
Dicen que ángeles bellos y monstruosos nos vigilan
pero ya no tenemos ojos para verlos.
Los profetas han muerto.
Atrás los sucios velos que ocultaron la verdad de nuestros rostros,
las ramas que ocultaron la Serpiente cuando rogamos placer
y nos dieron a cambio la resignación.
Textos venerables son ahora pasto de las llamas,
sólo la lechuza mira con indiferencia la corona
que rueda a los pies del más miserable de los dioses.

Sólidas estatuas se arrodillan, gimen, se arrancan los cabellos,
los mástiles que antaño sujetarán los más bravos marinos
golpean la memoria de los dioses que quedan,
¿a quién debemos acudir cuando nos coja la peste?
Los mendigos del reino asaltan los jardines, desprecian los
oráculos, reparten por igual sus pertenencias.
Los nobles del reino conservan sus arcas, sus vinos, sus mujeres,
el miedo que gobierna la implacable voluntad de los presagios.
Los profetas han muerto.
Nadie ahora nos engaña, nadie nos confunde, nadie
nos dice la verdad, y estamos solos.
Estamos solos esperando la señal que nos indique
dónde hemos de ir para honrar con dolor a los profetas.



Poema Raritan Blues de Eduardo Chirinos



Para Margarita Sánchez

Aquí no hay bulla ni miseria,
sólo un bosque de árboles mojados y cientos de ardillas
correteando vivaces o escarbando una nuez.
A lo lejos un puente
una interminable fila de automóviles retorna a sus hogares
y nubes balando ante un perro pastor y amarillo.
¿Eres tú quien camina en las riberas del Raritan?
Recuerdo un río triste y marrón donde las ratas
disputan su presa con los perros
y aburridos gallinazos espulgándose las plumas bajo el sol.
Ni bulla ni miseria.
El río fluye educado como en una tarjeta postal
y nos habla igual que hace siglos, congelándose y
descongelándose,
viendo crecer a sus orillas cabañas, iglesias, burdeles,
plantas refinadoras de petróleo.
Escucho el vasto rumor del Raritan, el silencio de los patos,
de los enormes gansos salvajes.
Han venido desde Ontario hasta New Brunswick,
con las primeras nieves volarán al sur.
Dicen que el río es la vida y el mar la muerte.
He aquí mi elegía:
un río es un río
y la muerte un asunto que no nos debe importar.



Poema Recuerdo De Infancia de Eduardo Anguita



Los mendigos escapan del tallo de las plantas
en gruesas gotas de dignidad y mármol.
Vuelan por el día como los primeros leños
en el monumento espeso del aire de los suspiros.

Sobre los techos crecen a toda hora ciegos presuntuosos
pero los hilos de un muerto extraño a la casa
los enredan y enseñan a caminar despacio.

Paciencia: mañana el difunto será convaleciente
y partirá desde su cuerpo
hacia la simplicidad de una voz
en la tiniebla endurecida.



Poema Rosas de Dulce Maria Loynaz



En mi jardín hay rosas:
Yo no te quiero dar las rosas
que mañana…
mañana no tendrás.

En mi jardín hay pájaros
con cantos de cristal:
No te los doy,
que tienen alas para volar …

En mi jardín abejas
labran fino panal:
¡Dulzura de un minuto…
no te la quiero dar!

Para ti lo infinito o nada;
lo inmortal o esta muda tristeza
que no comprenderás …
La tristeza sin nombre de no tener que dar
a quien lleva en la frente algo de eternidad …

Deja, deja el jardín…
No toques el rosal:
las cosas que se mueren
no se deben tocar.



Poema Rapto En La Catedral De Cuzco de Diego Maquieira



I

Veníamos en nuestros Harrier desblindados
en descenso vertical continuo
volando parados de frente
desde donde las cavernas del firmamento
absorbían corrientes curvas
de otras mentes más desapercibidas
Veníamos a llevarnos la catedral del Cuzco
a alta mar la mansión de Dios subida arriba
de nuestro portaaviones El Caravaggio
Cuarenta anclas con cadenas de espesor
comenzaron a arrastrar la catedral
mientras la levantábamos con los Harrier
por ocho costados desde los cimientos
para que pesara como un Lipchitz
Y mientras la sacábamos del Cuzco a remolque
íbamos dejando un cráter de ancho rastro
que cabía una doble fila de ríos Jordanes
hasta que metimos la catedral al mar
rodeada de boyas
y ayudados por esclusas contra mareas
la subimos a cubierta para zarpar
Y por durante la mañana de anoche
con la catedral ya arriba de El Caravaggio
y con el mar soltando las amarras
entramos los Harrier a la nave central
y los hacíamos volar por dentro
y pasearse en el aire y como muy educados
haciéndoles visitas a los santos.

II

Ya allá desplazándonos de mar a mar
después de haber volado al filo del infinito
y desde sobre el espacio exterior
donde quedaba el cielo invisible
y de mil meses de andar solados
surcando el cautiverio de los astros
y aunque no sabíamos lo que hacíamos
de nuevo dimos a fraguar la eucaristía
de subir a nuestros desasosegantes Harrier
con sensores de guía afinada y refuerzos
y llevar al fin la catedral a la desconocida
volando a muy altas descargas de iridio
y ahí sujetándola en medio de las estrellas
ver salir a Dios de sus confines
mientras metidos en la quilla de El Caravaggio
vivíamos el amor con agravantes
y hacíamos olas que se levantaban
del mar como espaldas de hombres salvajes
sacudiéndose la vida



Poema Ropa Limpia de Delia Domínguez



Un día
uno sale a encontrar la muerte,
sin equipaje,
sin muda para la otra semana
con la única camiseta blanca
que quedaba
del tiempo de colegio.
Un día
uno se apura como malo de la cabeza,
como si tuviera que llegar
a todos los trenes
y saludar a medio mundo.
Un día
uno no sabe quién diablos
tendrá suficiente amor entre las manos
para arreglarle
esos asuntos particulares
que siempre quedan flotando
después de la catástrofe,
o quién diablos
va a cerrarle los cajones del velador
con las fotografías secretas
de esa edad
en que la musculatura orgullosa y dorada
era toda la potencia con que contábamos
para vivir.
Un día
uno no vuelve más
por ropa limpia.



Poema Ropaje de Delfina Acosta



Es el mar mi ropaje: así desnuda
como una enorme ola a ti yo llego.
Mi ocasión la tormenta y los relámpagos,
y es la montura de mi amor el viento.
No retorno: yo voy pues son mis pasos
como a la hierba la pasión del fuego.
Soy la bestia de larga cabellera
que lame la otra lengua que es el beso.
En la forma de piedra me hallo a gusto
porque es así tan duro mi silencio
que no lo vencerá el dolor del mundo,
ni del odio la gota de veneno.
Es el mar mi ropaje: así desnuda
como una enorme ola a ti yo llego.
Brotaron en mis manos de agua sucia
las flores venenosas de estos versos.



Poema Réquiem de David Rosenmann – Taub



Dandún, óyeme, dandún,
no hay quién te saque, dandún:
ni allá con la banderilla,
ni aquí con demente luz.

Trataro, mira, trataro,
creo que te perderás:
allá con la banderilla,
aquí con serenidad.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Cascarón, ay badulaque,
dandún, tímido rumor:
allá con la banderilla,
aquí con el batallón

de los muertos, oh dandún,
tan cuajarón, tan dulí:
allá desmayas de llanto,
aquí te echas a reír.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Ja ja ja riéte madre,
ja ja ja riéte muerte,
retuércete banderilla,
trataro, livor, retuércete.

De risa dóblate, quita,
arreméteme, abedul:
allá en tu sombra ja ja,
aquí nos falta la luz.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Felpa de sueño, desvelo,
blanco en blanco, monte blanco,
mucho cardo retorcido,
mucha brisa, poco alado,

nieve poquita, candela,
sin semblante con semblante,
sin voz con voz, oh trataro,
laúd, dandún, soplo, nadie.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Arriba, tú, despacito,
sh, callandito, dandún,
menos que plúmula, rurru,
no te arranques de la luz.

No enterrado, no enterrado,
no me dejes de existir,
tibia hojarasca, no hielo,
tan cuajarón, tan dulí.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Tú bajabas, tú ascendías,
cordón, gaviota, ¿hacia dónde?,
saco, carroza, ¿hacia dónde?,
terror, descanso, ¿hacia dónde?

¿Hacia dónde, llamarada?,
¿qué ribera alcanzarías?,
¿y dejabas qué frontera?,
¿pero de dónde partías?

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Dandún, óyeme, dandún,
en lo hondo del ciprés,
si no se pudre el olvido
nonunca te olvidaré.

Dandún, óyeme, ceniza,
si es que puedes sollozar,
sollózame más sollózame
aquí con serenidad.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Entrame, abrojo: mecerte,
quiero mecerte, mecerte,
naufragio niño, riciales
destellos, aguzanieves.

Rurrupata, rurrupata,
rodomiel, pupa, runrún:
allá en tu sombra llorando,
aquí nos falta la luz.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

Upa, triguito, ravé,
ota naanca, dulzura,
teno fío, teno fío,
teno fío, el cuco, upa.

No es el cuco, sangre mía,
el cuco, el cuco, los dos
solitos, upa, ravé,
garra, desesperación.

Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.

¿Hacia dónde, llamarada,
te quedabas y te ibas?:
allá te quedas y aúllo,
aquí te vas, agonía.

No puede ser, vuelve, vuelve,
dandún, Dios mío, dandún,
no puede ser, esta orilla
es un lamento de luz.

Ya se cerró tris pulsera,
no… se cerró… no… collar,
no, no…siempre… no… miremos
no te veremos jamás.

En las sienes, tú, dandún,
tan antiguo tu reír,
trataro, la banderilla,
tan cuajarón, tan dulí.

Ya se cerró, se cerró,
no es el cuco, sangre mía,
ya se cerró, se cerró,
no es la muerte, sangre mía,
ya se cerró, se cerró,
garra, desesperación,
si no se pudre el olvido
nonunca te olvidaré,
el cuco, el cuco, los dos
solitos, upa, ravé,
ya se cerró, se cerró,
garra, desesperación.



Poema Romance Del Dolor Ilímite de David Moya Posas



La penunbra humedecida se tendió
cómo un abrazo y alumbraron los espejos
de la antesala del llanto.

Hasta las piedras el pulso
fue llevando su delgado paisaje de enredaderas
y bosquecillo aromático.

La vida le hacía gárgaras
por las grietas del costado
y a la tiniebla oprimída
por las cárceles del barro
le mandaron los planetas
su luvia de candelabros.

Para llegar a los muros
se hizo círculos el campo.

Las flores guardaban
una tímida estrechez de clavos.
Farol y viento vinieron
a la herida de sus párpados
donde moría una danza
de esqueletos inalámbricos.

_ Marco Antonio se murió
gritaban por los gimnacios.
_Se ha fugado el domingo
la sierpe de su zapato
que se enroscaba a los cuellos
con gritos de medio campo.
_Sólo ha quedado el aullido
estelar de los fanáticos.

Se va una voz de la oscura
muchedumbre de los pájaros.

Quedó su grito social
por las fraguas y el arado.
Quedó pensando en el suelo
cómo el Merendón su canto.



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