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Poema Remordimientos En Traje De Noche de José Luis Piquero



¿Qué estoy haciendo aquí, qué hacemos todos
copa en mano, apurando el indolente
pitillo de la fiesta, tan tranquilos
y pasándolo bien, como si nada
sucediese en el mundo, como si
tuviésemos derecho y fuese lógico?

Hagamos una pausa. Considero
las desdichas del prójimo: una guerra
remota, la sequía en las regiones
del hemisferio sur, o una explosión
en una calle atónita, rompiendo
en mil pedazos cuerpos como el mío.

Cosas que causan víctimas, monstruosos
terremotos, miseria. Y no obstante,
¿acáso es justo que la indiferencia
sea cifra de culpabilidad?

Sabemos que convierte en inocente
a la víctima: haber sido la víctima,
estar allí en el momento indicado,
naciendo, paseando, siendo uno,
como si no existiese una inocencia
original, sino sólo complejos
resortes del azar que repartiesen
inocencias terribles.
Es así
que el condenado a muerte inspira alguna
simpatía. Nos consta que, a su vez,
es víctima, instrumento de un designio
inescrutable, brazo de otros móviles.
Y sobre todo, aquel a quien mató,
qué fue sino uno más, otro culpable
que cualquier circunstancia expuso un día
a mortal inocencia.
Por lo tanto
la indefensión redime, y al fin somos
cada uno de nosotros potenciales
víctimas y posibles inocentes,
y ser culpables sólo es un estado
de probabilidad, como una espera.

Y estamos aquí solos, con la carga
de la culpable y frágil salvedad,
sabiendo que pudimos ser los otros,
nacer allí, pasar en ese instante,
pero siendo nosotros y aliviados
y pasándolo bien, que es lo más lógico.

Empuñando la copa y el pitillo
como imposible escudo contra el miedo.



Poema Remedio Para Melancólicos de José Luis García Martín



All you have to do is take your clothes off
Frank O´Hara

Cuando me veas deprimido, ansioso, malhumorado,
todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa,
y entonces brilla el sol y se revela el secreto:
que somos carne y respiramos y estamos
cerca el uno del otro.
Tu desnudez me vuelve invulnerable.
La lógica podrida, el corazón
borroso, gangrenadas tardes se curan
con la simetría perfecta de tus brazos y piernas.
Extendidos forman un círculo eterno, sendas
hacia una playa sola, la rúbrica de un Dios.
Todo lo que no eres tú, todo lo que no soy yo
deja de tener importancia: el dolor,
el sin sentimiento, el asco, son nimiedades
que nada tienen que ver con la vida.
Cuando me veas agonizante, quítate la ropa.
Aunque estuviera muerto resucitaría.



Poema Realidad Para Siempre de José Luis Gallego



-Media filiación-
A Manuel de la Escalera

Preso, mi nombre. Y Preso, mi apellido.
Prisión como lugar de nacimiento.
Mi madre, mi condena -y mi aliento-.
Mi padre, este cerrojo maldecido.

¿Mis años?: diez (más tres) aquí metido.
Preso, mi profesión. ¿Casado? Siento
que lo que soy es viudo de aquel viento,
de su cuerpo libérrimo y querido.

¿Mis hijos?: todo el tiempo que aún me falte
por penar, de estar preso todavía,
de colmar de recuentos muchas trojes.

…Mas no temas que muera, o que me salte
la tapa de los sesos, vida mía.
¡Los presos viven más que los relojes!

(Penal de Burgos,
3 septiembre 1953)



Poema Rapto De Amor de José Luis Cano



Mira el mundo sin flor. Este haz de rocas
sólo sombra da al oro que declina.
Muerto parece el mar. Aquí culmina
el mineral silencio de dos bocas.

Soledad, piedra, amor. La arena yerta
desolada pasión siente en su seno.
No hiere su piel muda este sereno
amor, esta extinguida luz desierta.

Mira esa roca, oh prisma de ternura.
Pon tu mano en sus filos dulcemente.
¿No sientes en tu palma la silente
vida que allí se esconde, ahogada, oscura?

Y el duro corazón que en ella late,
nuestro crispado amor va serenando
de un pálpito inmortal, y va arrancando
luces y sueños de tu seno mate.

roca es también tu cuerpo, roca o muerte
tu pálida belleza y tu mirada,
tu frente, luna ya petrificada
por este sideral silencio inerte.

No mires hacia el mar. En esta arena
clava ya tus dos labios diamantinos.
Incendia con tu lengua estos caminos
de calcáreo pesar y extinta vena.

Muerto está el mundo si tus labios miro.
La tierra vuelta ya a un perenne ocaso.
Sólo vuelvo a vivir cuando repaso
tus brazos, pleamar en donde expiro.

Este nocturno viento, esta bandera
de soledad, ondeando por la orilla,
cómo asola implacable tu mejilla,
rígida ya en su hálito de cera.

Muere a solas la tarde, y una broza
tierna muerdes, de amor languideciendo.
Todo tu peso núbil voy cediendo
a esa arena mortal que el labio roza.

Pero duro, bramante, el mar ya invoca
nuestro amor, nuestras bocas rutilantes.
Reclama esta inmortal gloria de amantes,
pétreo fuego de amor que un astro evoca.

Clama ya su pasión. ¿No oyes su pecho
resonar por la inmensa, abierta herida?
alza pujante que alza una ofrecida,
cálida espuma en jadeante lecho.

En ti grabo mis labios y en ti hundo
mi soledad, mis pulsos invocantes.
Átate a mí. seremos dos amantes
en busca del olvido en lo profundo.

Ciégate en mi clamor. Tras esa bruma,
¿no ves el halo de otro paraíso?
Este viento vibrátil que ya piso,
aéreamente nos alza y a él nos suma.

Tromba de amor me arrastra y me desata
de tus brazos, me arranca de tu frente,
ya precipita al mar la débil puente
de mi pecho y tu muerte me arrebata.

Lejano va tu cuerpo entre la espuma,
tus miembros ya rendidos a otro amante,
y te va blanqueando a cada errante
ola, la blanda sal que el mar rezuma.

Mientras yo voy profundo, hacia ignoradas
regiones de un amor más poderoso,
y un gran mar de metal, ligero, hermoso,
me tiende sus espumas invioladas.

Qué lejos está el mundo. Ya la arena
olvidó mi inquietud bajo otro viento.
¿He nacido otra vez? Ya sólo siento
un cuerpo hermoso, azul, que me encadena.

Y un oscuro clamor. De nuevo a solas,
late mi corazón en lo profundo
de este mar que me asume, y en él hundo
una sangre de amor bajo las olas.



Poema Rueda El Cielo de Jose Lezama Lima



Rueda el cielo -que no concuerde
su intento y el grácil tiempo-
a recorrer la posesión del clavel
sobre la nuca más fría
de ese alto imperio de siglos.
Rueda el cielo -el aliento le corona
de agua mansa en palacios
silenciosos sobre el río
a decir su imagen clara.
Su imagen clara.

Va el cielo a presumir
-los mastines desvelados contra el viento-
de un aroma aconsejado.
Rueda el cielo
sobre ese aroma agolpado
en las ventanas,
como una oscura potencia
desviada a nuevas tierras.
Rueda el cielo
sobre la extraña flor de este cielo,
de esta flor,
única cárcel:
corona sin ruido.



Poema Retrato De Don Francisco De Quevedo de Jose Lezama Lima



Sin dientes, pero con dientes
como sierra y a la noche no cierra
el negro terciopelo que lo entierra
entre el clavel y el clavón crujiente.

Bailados sueños y las jácaras molientes
sacan el vozarrón Santiago de la tierra.
Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes
elipses en Nápoles donde el agua yerra.

Muérdago en semilla hinchado por la brisa
risota en el infierno, el tiburón quemado
escamas sueltas, tonsura yerto.

En el fin de los fines ¿qué es esto?
Roto maíz entuerto en el faisán barniza
y en la horca se salva encaramado.



Poema Rebrote De Franz Kafka (tríptico De Franz Kafka) de José Kozer



Es una casa pequeña a dos niveles no muy lejos del río en un
callejón de Praga. En la madrugada
del once al doce noviembre tuvo un sobresalto, bajó a la cocinilla con
la mesa redonda y la silla de tilo, el anafe y la
llama azul de metileno. Prendió
la hornilla
y el fuego verdeció a la vez (tres) llamas en los tres cristales de la
ventana: olía a azufre. Quiso
pasar
a la salita comedor a beber una tisana de boldo y miel, corrió la
silla y se acomodó delante de una taza de barro siena que
había colocado no se sabe hace cuánto
sobre el portavasos de mimbre a seis colores, obsequio
de Felicia: y una vez más
apareció Felicia con la raya al medio, las dos trenzas y un resplandor
de velas en el óvalo blanco de aquel rostro ávido de
harinas y panes de la consagración, rostro
tres veces
una llamarada en el cristal de la ventana: apareció. Y era una vez
más la niña tres veces de sus muertos, acudían
al golpe
del triángulo unos músicos de cámara y al golpe de la esquila (las
tres) en el alto campanario no muy lejos
del río: se arrellanaron, diez
tazas, diez
sillas en la inmensa casona de las mansardas, la casa en que los
miradores y las cristaleras (establos y galpones)
se abrían día y noche, el agua
y las esponjas
relucían. Pues, sí: era otra época y un coro de muchachas vigilaba
las teteras (bullir) los eucaliptos (bullir) la mejorana
y un agua digestiva (mentas) aguas
de la respiración: todo
tranquilo (por fin) todo tranquilo, subió los escalones y vio que se
tendía en el cristal de la ventana (por fin)
sin una aglomeración de pájaros
en la ventana.



Poema Retablo A La Memoria De Ramón López Velarde de Jose Juan Tablada



1

Consagro a su memoria este Retablo:
Un lucero nos guía hasta el establo
Donde su numen ?Niño Dios de cera?
Junto al asno y al buey del Nacimiento,
Que humildad y potencia diéranle con su aliento,
De Reyes y pastores los tributos espera.

*

Pues las dádivas de monarcas y zagales
Que timbraron sus versos, adornaron su cuna:
Joyas y flores, oro y marfil, mirra y panales
Hechos de sol y magas perlas hechas de luna.

2

Leyenda del Retablo: «No se ha visto
Poeta de tan firme cristiandad.
Murió a los treinta y tres años de Cristo
Y en poético olor de santidad.

*

»Fue en la vida el agreste actor de pastorela
Que canta villancicos, todo música y miel,
Y al fin, cambiado en ángel, sobre el torvo Luzbel,
Con un verso de oro entre los labios… ¡vuela!

*

»La belleza le dio un ala; la otra el Bien.
¡Viva así por los siglos de los siglos! Amén».

3
ESCOLIO

Hermano cuyos éxtasis venero
Cobijados bajo tu gran sombrero
Negro y tímidamente mosquetero.

*

El olor de azahar y los cocuyos
Dentro de las magnolias fueron tuyos.

*

Y tus metales que juzgaron vanos,
Como engendros de luna, los insanos,
Cuajaron oro virgen en mis manos.

*

Y tu poesía que dijeron rara,
Rezumando emoción es agua clara
En botellones de Guadalajara.

*

(Pues con sudor de su barro mortal
Cuaja el Poeta prismas de cristal
Para que el vulgo vea al triste mundo
Frisado, misterioso y profundo).

*

Fue tu barro también un incensario
Ante Xochiquetzal; mas tu fervor
Católico, ciñó el escapulario
Y a la par desgranabas un rosario
Perfumado con ámbares de amor…

*

Tus júbilos ingenuos sobre la pena están
Cual sobre negro lucen, ardientes y sencillas,
Azules amapolas y rojas «maravillas»
Las jícaras que bruñe Michoacán.

*

Así en la laca nítida y brillante
De tus cóncavos versos turbadores
Bebiendo el agua zarca, entre las flores,
¡Mira su propio rostro el caminante!

4

Poeta municipal y rusticano,
Tu Poesía fue la Aparición
Milagrosa en el árido peñón,
Entre nimbos de rosas y de estrellas,
Y hoy nuestras almas van tras de tus huellas
A la Provincia en peregrinación…

5

¡Gracias!… Porque alargaste hasta la cuna
Rústica y pobre tu rayo de luna…
Y le pusiste letra al pertinaz
Cántico de la fuente abandonada
Que sintió los enigmas de tu faz
En su propio misterio reflejada.

*

(La fuente: compotera de azulejos
Del silencioso patio de las monjas,
Que los limones guarda y las toronjas
En dorada conserva de reflejos…

*

Y donde aún, tal vez, alma beata
Pero siempre golosa, en la oportuna
Medianoche, hurga mieles con la plata
Cómplice de los rayos de la luna).

*

Porque brillo de séricos mantones
De Manila, tendiste en los balcones
De la natal casona, pobre y fea,
Al paso de las lentas procesiones.

*

Y en la plaza polvosa de la aldea
Despertaste un nidal de ruiseñores,
Entre ígneas corolas de oro y plata,
Dejando oír tu honda serenata
Y encendiendo tus luces de colores.

*

Pues florece en jardines de esperanza
De la patria la gran noche sombría,
Cuando en ardiente cornucopia lanza
Tu cohete su luz de pedrería…

*

Y el clamor de la gente pueblerina
Que anhelados prodigios adivina,
Oros llueve, como si desde el cielo
¡Por darnos luz, el padre Ilhuicamina
Arrojara los astros a su duelo!

*

Por los poemas que con miel de flores
Amasó tu alma ?monja en penitencia?
Y como los monjiles alfajores
Huelen a mirra y saben a indulgencia.

*

Por tus poemas tan sabrosos como
Las mulitas del Corpus, que en el lomo
Llevaron hasta nuestra niñez, en sus huacales,
Fragantes y jugosas las primicias frutales.

*

Porque entre albas cortinas y entre flores
De tu jardín y germinada chía,
Y naranjas con oros voladores,
Encuadras tu sentida poesía
En un altar de Viernes de Dolores.

*

Porque en tus versos armonizas y unes
Con el afán de indígenas telares
Copal de misas, ocios de San Lunes
Y aromas de verbenas populares.

*

Porque colgaste de tus rimas rudas
Y con pólvora sabia, hasta la escoria,
Quemaste a la Retórica, ese Judas,
En jubiloso Sábado de Gloria…

*

¡Porque vestiste tu ímpetu, de charro,
Y de china poblana tu alegría,
Y a nuestra sed, en tu brillante jarro
De florecido y oloroso barro,
Brindabas inebriante poesía!…

6

JACULATORIA

Un gran cirio en la sombra llora y arde
Por él… y entre murmullos feligreses
De suspiros, de llantos y de preces,
Dice una voz al ánimo cobarde:
«¡Qué triste será la tarde
Cuando a México regreses
Sin ver a López Velarde!»…



Poema Respuesta de José Hierro



Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde…

Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente…

Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

De «Alegría» 1947



Poema Recuerdos de José Hierro



Aquello era hermoso. ¿ Te acuerdas de como las flores nacían?
¿De cómo traía el ocaso su rojo clavel en la boca?
¿De un hombre que todas las tardes tocaba el violín a la puerta?
¿Del soñar cotidiano que daba sus llamas al alma en la sombra?

¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.
Yo no sé si tú vuelves conmigo y conmigo lo evocas.
¡Tan alegre pasar, desgarrando el eterno momento,
pisoteando, sin verlas, las rosas!

Hay un instante que todo lo puede, que salta los días
y vive presente en el cielo dorado de nuestra memoria.

¿Por qué no ha de ser ese instante
el que ya para siempre te colme las horas?

¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.
Todas las cosas que son, son hermosas
aunque sepamos de fijo que acaban y mueren un día,
que pasan rozando las vidas y nunca retornan.

¿Te acuerdas de aquello?
La juventud nos cantaba, nos canta, su canto de gloria.
Aquello era hermoso: pasar sin pensar, y soñar sin llegar,
aceptar sin jamás preguntar por la mano que dio la limosna.

Y yo te pregunto. Y acaso esta brisa que mueve la hierba
me da tu respuesta, me dice la oscura palabra que nunca se nombra.

De «Alegría» 1947



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