poemas vida obra pierre louys

Poema Bilitis de Pierre Louys



De lana viste la vecina ruda;
hay mujeres que lucen sedas, oro;
otras, con hojas cubren su decoro;
otra, las flores con primor anuda.

Yo no quiero vivir sino desnuda.
T ámame, amante, como voy. Adoro
de joyas y damascos el tesoro,
mas, no a Bilitis una gasa escuda.

Son mis labios de un rojo sin ardides;
es negro mi cabello, sin tocado,
flota libre en mi frente un solo rizo.

Una noche de amor así me hizo
mi madre. Tómame cual soy, amado:
mas, si te gusto, dímelo… no olvides.

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema Último Amante de Pierre Louys



Mancebo, no pases de largo
sin gustar mi amor:
desnuda en la noche, mi carne
recobra esplendor;
más sabio y feliz que cualquiera
frágil primvera
mi otoño te entrega su ardor.

No esperes placer de las vírgenes :
ese arte sutil
lo ignoran ingenuas doncellas,
no es cosa de abril.
Viviendo su rlto constante,
al último amante
dar quiero la esencia febril.

Mi último amante ha llegado:
eres tú, doncel.
Toma, pues, mis labios -cisterna
de ansioso tropel-.
y toma también mis cabellos
que aún guardan ellos
de Safo divina la miel.

Tendrás de mis cálidas vides
el jugo mejor;
aún los más hondos recuerdos
quemaré en tu honor.
Serán tuyas mis joyas más ricas .
la flauta de Lykas
y de Nasdyka el ceñidor.

Versión de Carlos López Narváez



Poema Rosas En La Noche de Pierre Louys



Cuando la noche va cubriendo el cielo, el mundo es nuestro… y de los dioses. Él y yo erramos de las campiñas a la fuente, de la umbrosa arboleda a los sitios abiertos, dondequiera nos conducen nuestros desnudos pies. Las estrellas, pequeñitas, dan claridad suficiente para
columbrar las esfumadas, breves sombras que somos. A veces, en el sigilo de la fronda baja, logramos sorprender una cierva dormida.

Más lleno de encanto, en la noche, que otro lugar o cosa alguna, es un sitio sólo por nosotros conocido, que irresistiblemente nos atrae a través de la selva: un misterioso matorral, florecido de rosas.

Nada iguala en la tierra al perfume de las rosas en la noche. Antes, cuando vagaba sola, ¿por qué no me exaltaría?

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema Remordimiento de Pierre Louys



Me quedé muda, en mi delirio;
mi corazón latía convulso;
y el batir loco de mi pulso
era en mis senos un martirio,
vivo rubor en mis mejillas.

Gemía «no, no», al resistir.
No pudieron lograr el beso
sus labios, ni su amor obseso
franqueó con rudo insistir
la barrera de mis rodillas.

Perdón, después, él me ha pedido.
Besó mis cabellos; su aliento
quemaba mi rostro encendido.
Y luego partió… Sólo el viento
suaviza mi aflicción acerba.

Vacío contemplo el sendero.
La selva, sin vida, desierta;
la hollada pradera está yerta…
Y en sangre mis puños lacero
y ahogo mi llanto en la hierba.

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema Palabras Maternales de Pierre Louys



Me baña mi madre en la oscuridad, me viste a cielo abierto y me peina al sol. Mas, si voy a salir en noches claras de luna, me ciñe más el cíngulo y le hace doble nudo.

Y me ha dicho: «Juega con las vírgenes; danza con los niños; mas no te asomes nunca a la ventana, ni escuches requiebros de mancebos; y duda, duda mucho de consejos de viudas».

«Una tarde, pequeña, como a todas, alguno vendrá a llevarte en medio de fastuoso cortejo, de timbales sonoros y de amorosas flautas».

«Esa tarde, cuando te vayas, Bilitis mía, me dejarás tres odrezuelos de hiel: uno para la mañana, otro para el mediodía; y el tercero, el de más amargo sabor, el tercero será para los días de fiesta».
De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema Los Tres Amantes de Pierre Louys



El primer amante
me ciñó un collar
de perlas nacidas
en ignoto mar;
con él, un palacio
y esclavas sin par
y un templo y un trono
pudiera comprar.

El segundo amante
dijo en mi loor:
-Si de tus cabellos
el negro esplendor
desatas, la noche
se esparce en redor;
y de tus azules
ojos al fulgor
la mañana enciende
su primer albor .

El tercer amante
-lo tuve hasta ayer-
de toda hermosura
tenía en su ser;
tan solo mirarlo
era ya un placer
que aún a su madre
hacía estremecer…
Su frente, su boca
-tibio rosicler-
sobre mis rodillas
venía a poner.

Tú, nada me dices;
tú, nada me das:
ni joyas, ni versos,
ni es bella tu faz;
nunca fina clámide
ceñiste quizás…
Sin embargo, túya
siempre me verás
cual los tres amantes
me vieran jamás.

Versión de Carlos López Narváez



Poema Los Senos de Pierre Louys



Dulce, blandamente
la túnica abrió;
y como se llevan
al ara de un dios
vívidas palomas
de terso plumón,
con su mano leve
los senos me dió.

-Ámalos -me dijo-
con igual pasión
con que yo los amo:
son niños en flor.
A ellos me entrego
cuando sóla estoy;
arrullos y mimos
sé para los dos.

Con leche los baño
y rayos de sol;
y son mis cabellos
el lino mejor
que calca y enjuga
su rojo botón.
Entre finas lanas
triunfa su primor;
yo los acaricio
con trémula voz.

Como en mis entrañas
nunca habrá un dolor,
sé tú el pequeñuelo,
busca su pezón.
Y como besarlos
jamás podré yo,
dáles en mi nombre
mil besos de amor.

Versión de Carlos López Narváez



Poema La Tumba De Las Náyades de Pierre Louys



Caminaba por el bosque arropado de escarcha. Mis cabellos, sobre la boca, florecían de carámbanos diminutos. Casi no podía levantar las sandalias por el peso de la nieve fangosa que se les adhería.

Él me dijo: «¿Qué buscas?» «Voy siguiendo -le contesté- la pista de un sátiro. Las huellas de sus pequeños cascos hendidos van alternándose como huecos en el níveo manto». Él me dijo: «Los sátiros han muerto. Ya murieron los sátiros, y las ninfas también. Hace más de treinta años
que no hacía un invierno tan crudo. Las huellas que ves son las de un macho cabrío. Quedémosnos aquí. Junto está la tumba».

Con su azada quebró el hielo del manantial en donde, en otro tiempo, reían las náyades. Cogió luego grandes pedazos de hielo y, alzándolos a los ojos, miraba… miraba al trasluz el cielo pálido.

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema La Noche de Pierre Louys



Ahora soy yo quien lo busca.
Todas las noches, en sigilo,
salgo de casa, y por la fasca
senda voy al campo tranquilo
para contemplarlo dormir.

Sin una palabra decir
me quedo allí por largo instante,
dichosa al poder acercar
mis labios hasta su semblante,
por sólo su aliento besar.

Me extiendo sobre él, de pronto;
despierta en mis brazos el tonto;
y al no poderse levantar,
renuncia a la lid; y cual gamos
toda la noche así jugamos.

¡Ah, malvada claridad diurna!,
aurora cruel, ¿ya has llegado?
¿En qué gruta siempre nocturna,
o en algún subterráneo prado,
puede Amor haber olvidado
tu remembranza taciturna?

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



Poema La Copa de Pierre Louys



Lykas me vio llegar
a campo abierto,
vestida con una exómida de esclava
que me dejaba un seno descubierto.

¡Es tan abrumadora esta luz flava!

Luego él quiso mi seno moldear.

Hiñó en cercana fuente cristalina
un Puñado de arcilla suave y fina
y lo aplicó a mi piel, que acariciaba
la arcilla dúctil; mas, tan fría estaba…
Me sentí desmayar.

Una copa redonda, umbilicada,
con forma de mi carne moldeada
puso a secar al sol.
La decoró después en un diseño
de púrpuras y de ocres, con beleño
y con rojo ababol.

Fuimos luego a la fuente
que surge por ahí,
a las ninfas campestres consagrada,
y en su clara corriente
arrojamos la copa, ya colmada
con flores de alelí.

De «Las canciones de Bilitis»

Versión de Enrique Uribe White



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