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Poema País O Fiera Que Me Matas de Julia Otxoa



Y ahora escúchame cómo derramo
hasta tres veces el vino sacerdotal,

cómo profano el infalible
lenguaje de los héroes

y asciendo hasta tu templo
con un tigre de la mano.

Tú, que tantas veces me has herido,
escúchame ahora,
porque contra ti voy,
fiera que me matas.

Hoy no extenderé sobre tu piel
mis nervios, como súplica,
hechos bosques de agua,
ni descenderé sin luces
por el costado abierto,
porque hoy traigo un desastre mortal
en cada ojo,
y una daga de tierra sobre el pecho,
para descabalgarte.

Porque hoy, como siempre,
te amo hasta la fiebre,

contempla conmigo
tu nombre sobre las tormentas,

tus rasgos de piedra
sobre la soledad total de las sentencias,

tus credenciales de sumo sacerdote
sobre el mar.

País o fiera que me matas.

Una noche más sobre tus ruinas,
mi corazón, a todo aquello que no eres,
llama.



Poema Plaza De La Encarnación de Juana Rosa Pita



para Roberto Juarroz

Hemos encontrado el camino
un día deshojado de tiniebla.
Hemos estado allí bajo el gran olmo
custodio del pensar de un muerto célebre
cuidador de gorriones.
Nos hemos detenido allí a eternar
con las piedras del suelo y las campanas
en memoria del jazmín y la orquídea,
casi olvidados del creciente invierno.
Existe pues la plaza, pero un día
tratamos de mostrarla y no aparece
como si la ciudad tuviera
vergüenza de entregar lo bello.
Nos ha dejado estar en ella solos:
se esconde si queremos compartirla.
Fugada reaparece en la otra plaza
pidiéndonos sin voz le restauremos
su íntimo esplendor de nacimiento.

Madrid, 1987

(Vuelta, México, Sept. de 1994)



Poema Petroglifo Del Sueño de Juana Rosa Pita



Ama esta piedra:
turquesa de nación
transfigurada en voz y trasvasada
de inmemorial aroma.
Piedra de mi silencio
pulida de imposible
y limpia por la lluvia
–aún me llueve– de tiempo y soledad.
Haz tuya la certeza
de mis dudas preciosas:
hazla carne del sueño
gemelo de tu niñez recóndita.
Ama el poema,
éste que lleva inscrita la belleza
compartida por ti:
el jamás extranjero.



Poema Pertenencia de Juana Rosa Pita



Mi país es un árbol de lluvia
isla de fuego en flor
un pequeño Infinito
cantor de arcanos y alegrías.

Mi país es tu abrazo tu palabra
tu fantasía tu sueño tu presencia
señor de la tormenta, mi país
en ti despierto, duermo y vivo.

El puerto de mis manos y mis rosas
mar abierto de todos mis deseos
aire de mi silencio, música
callada mi país, hombre encino
el corazón meciéndose entre sol
y luna, mi país me espera…



Poema Perspectivas de Juana Rosa Pita



No es ver la luz lo original:
el que la luz nos vea
resulta imprescindible para amarnos
mejor. La soledad es transitiva:

los cauces de la angustia
confluyen en la fuente donde Dios
bebe al anochecer de nuestras manos
juntas. No hay distancia:

si podemos hacer viajar a un árbol
¿por qué los pensamientos quedarían
encallados, remotos
de su destino en otros pensamientos?

No es vivir lo esencial:
el dejarse vivir por lo que vibra
en nuestro breve tiempo
fortifica la plaza para siempre.



Poema Personaje de Juana Rosa Pita



Hija de la palabra
sobrina de la vida
condenada a mirar y traducir el mar
a un lenguaje imposible
ella
era un desequilibrio luminoso:
de su roce interior saltaban chispas

Por orden del amor sembró sus sueños
recuperó las llaves
como hija del adiós a sus amores
despidió en el altar de lo desconocido
pero un golpe de gracia
mereció la cena
solar el pan y el vino

Cuando murió le dieron
tratamiento de flor privilegiada:
la tendieron sin tallo entre las páginas
de alguno de sus libros
y envuelta en un poema
regresó
al silencio sonoro de donde procedía.



Poema Pañuelos de Juana Castro



En un golpe de aire los papeles
han salido volando, y esparcen por el suelo
su forma de blancura.
Campo seco, sembrado
de rectángulos tersos,
limpias lenguas de sombra.

-Mis pañuelos son otros. De batista y de lino,
descansan sobre el pasto -sus vainicas aladas-
y a mis manos reciben
su perfección de agua.

Escritura caída.
Pañuelos
y pañuelos,
vida mía, palabra.

De Del color de los ríos, Esquío, El Ferrol 2000



Poema Padre de Juana Castro



Esta tarde en el campo piafaban las bestias.
Y yo me quedé quieta, porque padre
roncaba como cuando,
zagal, dormíamos en la era.
Me tiró sobre el pasto
de un golpe, sin palabras. Y aunque hubiera podido
a sus brazos mi fuerza,
no quise retirarlo, porque padre
era padre: él sabría qué hiciera.
Tampoco duró mucho.

Y piafaban las bestias.



Poema Profundidad Del Amor de Juan Sánchez Peláez



Las cartas de amor que escribí en mi infancia eran memorias
de un futuro paraíso perdido. El rumbo incierto de mi
esperanza estaba signado en las colinas musicales de mi
país natal. Lo que yo perseguía era la Corza frágil, el lebrel
efímero, la belleza de la piedra que se convierte en ángel.

Ya no desfallezco ante el mar ahogado de los besos.
Al encuentro de las ciudades:
Por guía los tobillos de una imaginada arquitectura
Por alimento la furia del hijo pródigo
Por antepasados, los parques que sueñan en la nieve, los
árboles que incitan a la más grande melancolía, las puertas
de oxígeno que estremece la bruma cálida del sur, la mujer
fatal cuya espalda se inclina dulcemente en las riberas
sombrías.

Yo amo la perla mágica que se esconde en los ojos de los
silenciosos, el puñal amargo de los taciturnos.
Mi corazón se hizo barca de la noche y custodia de los
oprimidos.
Mi frente es la arcilla trágica, el cirio mortal de los caídos,
la campana de las tardes de otoño, el velamen dirigido hacia
el puerto menos venturoso
o al más desposeído por las ráfagas de la tormenta.
Yo me veo cara al sol, frente a las bahías mediterráneas, voz
que fluye de un césped de pájaros.

Mis cartas de amor fueron secuestradas por los halcones
ultramarinos que atraviesan los espejos de la infancia.

Mis cartas de amor son ofrendas de un paraíso
de cortesanas.

¿Qué pasará más tarde, por no decir mañana? murmura el
viejo decrépito. Quizás la muerte silbe, ante sus ojos
encantados, la más bella balada de amor.

De «Elena y los elementos» 1951



Poema Posesión de Juan Sánchez Peláez



los témpanos engullen gaviotas en mis caricias.
El mundo pesa inicuo y solemne en mis raíces.
Acepto tus manos, tu dicha, mi delirio.
Si vuelves tú, si sueñas, tu imagen en la noche
me reconocerá.
Te encamino al talud campanular de mis venas.
Mi sangre de magia fluye hacia ti, bajo la
profecía del alba.

De «Elena y los elementos» 1951



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