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Poema Primavera de Julio Florez Rea



¡La campiña!
Sobre el césped del cortijo va la niña
tierna, rubia, frágil, blanca;
?bajo el brazo la muñeca
de cartón rosada y hueca?
salta, corre, canta, grita,
y sus fúlgidos ojazos copian toda
la pureza de la bóveda infinita.
Vedla: es ritmo
y es donaire;
sus desnudos pies se agitan y parece
que también tuviesen alas
como el aire.

Dulcemente el aura toca
el capullo de su boca
que es esencia y es frescura
y es panal, húmedo y tibio,
de miel pura.
Va contenta, retozona,
va de prisa;
y en sus labios aletea
como un ave sobre el nido, la sonrisa.

Primavera en los jardines,
bosques, valles y barrancas,
echa rosas, rosas, rosas,
rosas blancas.
Una crencha rubia miente
un celaje sobre el campo de su frente;
frente casta,
perla enorme que en el oro de sus rizos
arcangélicos se engasta;
frente pura que humedece
el sudor, y que parece,
bajo el soplo sano y frío
de los céfiros, camelia
empapada de rocío.

Va la niña; tal vez sueña
con las hadas, y se cuenta
ella misma, el cuentecillo
de la pobre Cenicienta.
Y sus gritos melodiosos
en las ráfagas deslíe,
juguetona, parlanchina,
mientras salta, corre y ríe.
Nace el alba; vibra el orto
sus espadas de reflejos,
y el espacio se sonrosa, y un gran vaho
de perfumes acres, llega
de muy lejos.

Primavera en los jardines,
bosques, valles y barrancas,
echa rosas, rosas, rosas,
rosas blancas.



Poema Por Qué Se Mató Silva de Julio Florez Rea



En lo más abrupto y alto
de un gran peñón de basalto,
detuvo un águila el vuelo:
miró hacia arriba, hacia arriba,
y se quedó pensativa
al ver que el azul del cielo
siempre alejándose iba.

Escrutó la enorme altura
y, con intensa amargura,
sintió cansancio en las alas.
(En la glacial lejanía
el sol moría, moría
entre sus sangrientas galas
bajo la pompa del día).

Y del peñón por un tajo,
miró hacia abajo, hacia abajo,
con desconsuelo profundo;
el ojo vivo y redondo
clavó luego en lo más hondo…
y asco sintió del mundo
¡vio tanto cieno en el fondo!

Si huía el azul del cielo,
si hervía el fango en el suelo,
¿cómo aplacar su tristeza?
Ah, fue tanta su aflicción
que, en su desesperación
se destrozó la cabeza
contra el siniestro peñón.



Poema Poema de Julio Cortázar



Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.



Poema Poema A Dios, Ese Pajarito Mandón de Julio Cortázar



No es necesario que me mandes, perro,
el mar se asiste solo.
Lo más mísero del pelo contraría la rueda
pero ya sabemos tonsurar el destino.

Estoy,
por eso peligro.
¡Todo me empuja!
En la multitud un fósforo presume
del futuro penacho.

Pero sólo,
solo con el perro mirándome.

No me ordenes nada,
no te obedeceré, y entonces
será horrible.

Vómito de ojos.



Poema Para Leer En Forma Interrogativa de Julio Cortázar



Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.



Poema Paisaje Con Campanas de Julio Aumente



Son ya las seis y media y es domingo. Febrero
trae uno de sus días soleados y dulces
en los que ya se siente rozar la Primavera.

Desde este mirador veo Córdoba: sus torres
y sus casas bañadas en el sol de la tarde,
con un silencio apenas roto por unos pájaros
o por llantos de niños en las casas cercanas.

A veces toda la ciudad vibra entera
y el aire es dulcemente rasgado
por la campana de un convento que toca a Vísperas.
Primero es el Císter, luego la Encarnación,
lejos se oyen apenas Santa Isabel y el Corpus.

Después viene el silencio a dominar de nuevo.
Por la campiña se vuelve el aire tenuemente violeta
y en la sierra los montes oscuramente azules,
¿acaso no es la tarde como una nueva aurora?
San Jerónimo cubre su perfil de naranjas.

Un rumor de caballos sube desde la calle.
Las campanas repiten su llamada insistente
y los pájaros huyen de las torres. El Ángelus
se extiende en toda Córdoba entre sol y silencio.

En la blanca azotea de un convento apartado
del mundo por ligeras celosías de madera,
una monja recoge las ropas ya secadas.

La última campana ha cesado. Imperceptiblemente
la tarde va dejando jirones de sí misma
en las cumbres más altas de Sierra Morena.

Lejos hacia Granada las luces van huyendo
y ni un rayo de sol queda ya en los tejados.

Los jardines ocultos van despertando al frío
y de un balcón oscuro surge un rumor de música.
La noche viene lenta casi como la muerte
que se espera, no llega y de pronto ha llegado.



Poema Paisaje Del Trópico de Julian Del Casal



Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.

El mar sus hondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.

El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,

el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Poema Portas Faxeiras de Julia Uceda Valiente



Perdida en un café de esta ciudad de niebla
y de soslayo, oyendo una música vieja que no sé dónde
oí, respondo a esa canción, a ese olvidado
lugar, que no envolvieron, respondo, no,
que no envolvieron las sombras a la vida. Más diré
quienes fueron llegando por la senda
de los últimos pasos: sembrador de ceniza,
pasó primero el tiempo: la ciudad de la nieve,
la del helécho ensangrentado, la de la piedra temblorosa.
(Una bombilla
cuelga de su cordón. Nunca vestida,
es siempre la señal para salir.)
Vinieron los anuncios, las voces divergentes,
más pares de zapatos cada año,
más blusas, más abrigos: la montaña
difusa que me hizo y destruí.
Dejé mi taza a un lado,
mis sombras, mis cepillos, todo eso
que se fue amontonando a mis espaldas
y quedarme en la luz bajo la luz
?esa que cuelga del cordón desnudo?,
del sitio en que no cae la ceniza
y se reparte
lo igual, que luego iría a repetirse
y a ser gemelo en todo los reflejos:
cajas y cajas con lo mismo, dentro
una de otra hasta el color menudo
que no se puede abrir y queda en montoncito
sin misterio, del lado en que no cae ni se vierte
el agua. Besa el arco
bilabial del cristal y su sonido
lo mismo que la lluvia besa el borde
y el liquen de estas piedras en que ahora
los que vienen de paso…
Sobre estas piedras que rezuman agua,
en estos campos que rezuman
agua: agua que de ellos viene
y sube al agua
del cielo en el que el agua llueve.
Dejé mi taza a un lado:
de la casa los sitios que no usé
?sillas, ángulos, huecos
vertidos a la luz, a la ondulada
mansedumbre del verde y su cautela;
piedad de las esquinas, ausencia de los pasos
que nunca di por el paciente suelo.
La casa y su silencio con el sol de otra parte
rasgando esta penumbra; los dragones
dormidos en los signos de las páginas;
la ausencia de los ojos
que el tiempo ha desprendido de las cosas, vigilia
serena de la luna en el cristal. La casa
y su lenta ascensión? vienen en ahora,
con las blusas que fui y sus roces pretéritos
que no envolvieron, no, respondo ahora,
las sombras, sino el tiempo
y su lento capullo de certeza.
Sí, rezuman agua
las ventanas de mis dedos.



Poema Porque La Tarde Es Gris Y Todos Hablan de Julia Prilutzky



Porque la tarde es gris y todos hablan
yo escucho dilatarse un gran silencio.
Las gentes van juntando más palabras:
yo no sé de sus voces ni sus ecos.

Los árboles se alejan lentamente
entre la tibia niebla del paseo
mientras las frases caen como gotas
y apenas van cambiando los acentos.

Porque la tarde se va haciendo noche
los murmullos son más, los ruidos menos
y los pájaros se hunden en la sombra:

aún los oigo cantar; ya no los veo.
Tanto sonido inútil, derramado,
si dos palabras bastan hoy: te quiero.



Poema Poemas (7) de Julia Otxoa



El secreto de la poesía pertenece más al náufrago que al navegante.

***

Bajo la sandalia un círculo vacío, sobre el sombrero una mariposa.

***

La libre posesión del dolor, su dulce sombra,
rehaciéndonos de nuevo, diminutos.

***

Permanecer en la inquietud, permanecer en la inquietud, no quiero ser
sorprendida. Apaciento mi sombra en los lugares más inseguros del
pensamiento. Oigo crecer mi osamenta cada día, mi infancia no ha terminado.

***

La cabeza de la res muerta no cabía en nuestra boca, recuerdo el olor y
el silencio
que había seda y carne cruda sobre las copas rotas,
y la comida aparecía derramada sobre la cama del enfermo.

***

Los hijos del guarda me persiguen,
mis ojos no distinguen las sombras del día o de la noche,
deambulo dentro de mí misma huyendo del camino.
Mi hambre es de nomadismo.

***

Hallan el cuerpo de un hombre que desapareció hace dos años,
balanceándose sobre una rama convertido en manzana.



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