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Poema Probablemente José Alberto (ii) de Laura Yasan



yo nunca tuve un perro llamado boby

tuve sí una tortuga

pero se me escapó

aún hoy me pregunto

cómo bajó las escaleras

dio tres vueltas de llave

abrió la puerta

y tomó -como quien dice-

la calle

no hay razón

en apariencia

para que una tortuga

huya de un modo tan cobarde

abandone -como quien dice-

el hogar

cambie su lechuguita fresca

por un destino incierto

claro

para entenderlo

habría que pensar como tortuga

o como alguna gente

que tiene un perro llamado boby

y se ve tan feliz

mirándolo mear

al otro extremo de la correa



Poema Probablemente José Alberto (i) de Laura Yasan



yo nunca tuve un perro llamado boby

por diversos motivos

en principio porque nunca tuve un perro

o de haberlo tenido

él se hubiera llamado

probablemente josé alberto

y después

con el correr del tiempo

pepe como es lógico

pero si nunca tuve un perro llamado boby

es de seguro porque un perro

no es otra cosa que un animal doméstico

y yo con lo doméstico estoy hasta las muelas

estoy que arrojaría desde un décimo piso

un aluvión de turnos al dentista

y polvos de lavar y cuentas a pagar

basura cacerolas ropa un perro

que se llame boby

si no fuera que vivo en planta baja



Poema Perdida de Laura Yasan



busco a la otra
solía aniquilarla un fuego helado
en los días lluviosos
escribía esos versos cargados de crueldad
giraba en esa fiebre hasta vaciarse
postergada o ajena
destilaba un color elemental

maldita
a esa la busco

dormir sobre su ausencia
es vivir en el centro de una página en blanco

soy la extranjera
que le cedí mi cuerpo para esconder sus bestias
del sol que las mataba
que soñó pesadillas en mi estómago
que desgarró mi sexo
para nacer los niños que después se comía

muda heredera
soy ahora la cáscara que muerde su silencio
esclava sin tirano
vagando en un castillo perdido en un país
que sólo existe cuando ella lo nombra



Poema Plenitud de Laura Victoria



Yo soy la plenitud, soy el estío.
Mi piel trigueña por el sol tostada,
tiene una leve amarillez de hastío
y un perfume de fruta sazonada.

Mi amor ondula como turbio río
por un valle de yerba calcinada,
y es mi beso perenne escalofrío
que aviva una celeste llamarada.

Amo el dolor porque el dolor es cumbre,
amo la vida que la vida es lumbre
si se perfila en páginas de fuego.

No me importan la vida ni el sarcasmo,
porque templo la fe de mi entusiasmo,
sobre la fragua del cupido ciego.



Poema Por Qué Temerle de Ketty Alejandrina Lis



Por qué temerle
hay algo de retorno en su mirada
una cierta piedad
quizá ese cansancio de recoger desde el principio de los tiempos
hojas que se asoman sin pausa
y con prisa
se sueltan de las ramas.

Ella viste de luz para fingir que huye
mientras paciente observa vagar las nueve lunas.
Su cuerpo inclina.
Azabache y acero. Vestal.
Sólo su lengua seca
?esconde el látigo?
da paso a la hora precisa en que el ritual
como un destello en las marismas
se aproxima.

Pareciera que abrazara con abrazos
en ligero declive de cristal.
¿Tanto así?
Sí y sobre la frente
muestra su diadema de múltiples espejos en enigma
y una máscara.

Irónica (en verdad un poco irrespetuosa)
sonríe al estallar la epifanía de la vida
cuando el amor en su inconsciente rueda
promete esa ilusión de ser eterno
y en vuelo de alegría los pájaros del mundo
una viejísima canción de cuna
cantan.

Pero la orilla de los ríos
distinta a la del mar es áspera
infatigable
la tierra apaga con idéntica bravura
el verde de las hojas
de brillo tan igual en la simpleza de los yuyos
y en las plantas.

¿Por qué creer que es triste
que su silencio a puro grito es semejante
al número infinito de batallas
libradas en en la intimidad del corazón del hombre
que su tarea sólo estriba
en recoger las vestimentas llegadas del espacio
donde el amor el dolor las esperanzas
los proyectos
el esfuerzo de caminar paso a paso al costado de los días
se vuelven hojarasca
humo
nada?

Ella sin decir nada nos advierte
¿acaso se puede decidir?
¿no finaliza todo a cada instante?
Entonces
a celebrar que la sazón es corta.

Ella viste de luz para fingir que huye.
Ella lleva una máscara.



Poema Playeras de Justo Sierra



Baje a la playa la dulce niña,
perlas hermosas le buscaré;
deje que el agua durmiendo ciña
con sus cristales su blanco pie.

Venga la niña risueña y pura,
el mar su encanto reflejará,
y mientras llega la noche oscura,
cosas de amores le contará.

Cuando en Levante despunte el día
verá las nubes de blanco tul,
como los cisnes de la bahía,
rizar serenas el cielo azul.

Enlazaremos a las palmeras
la suave hamaca y en su vaivén
las horas tristes irán ligeras,
y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas
tiende de planta bello cendal,
oirá la niña mis barcarolas
al son del remo que hiende el mar.

Mientras la noche prende en sus velos
broches de perlas y de rubí,
y exhalaciones cruzan los cielos,
¡lágrimas de oro sobre el zafir!

El mar velado con tenue bruma
te dará su hálito arrullador,
que bien merece besos de espuma
la concha-nácar, nido de amor.

Ya la marea, niña, comienza;
ven que ya sopla tibio terral,
ven y careyes tendrá tu trenza,
y tu albo cuello rojo coral.

La dulce niña bajó temblando,
bañó en el agua su blanco pie;
después cuando ella se fue llorando,
dentro las olas perlas hallé.



Poema Plano De Fumadores de Justo Navarro



Telón de luz: es una apacible hoz helada
el cielo. Hay fumadores cerca de las sombrillas.
Me gusta su aire dulce de fruta macerada
o de guante vacío. Las lonas amarillas

les dan además cierto fulgor que sólo existe
en los vidrios manchados de las mesas de análisis
de sangre. En la piscina la claridad persiste:
una página en blanco. Conozco esta parálisis

de aeroplano caído. A veces una mano
-si se ha fumado mucho, el ascua nos calienta
los dedos- alguien mueve. Soy yo, y era verano.
Nuestra muerte tomaba una cámara lenta.



Poema Primera Carta A Fabián de Justo Braga



Me has escrito Fabián esta mañana
preguntando por los viejos camaradas.
Yo te he dicho,
viejo colega,
que nada sé del Pigarra,
ya sabes,
el pope del partido.
Mis hijos,
sobre todo el mayor,
se parte de risa
con estas batallitas.
Ya sabes que soy de pocas palabras.
Tengo,
eso sí,
cierta retranca,
cuando hablo del pesoe.

Nada sé de Lydia,
La maligna.
Sé que estaba dolida contigo
y conmigo
y con todos.
Bien conoces su disgusto por los versos
que escribimos en el wáter
hablando de sus tetas.

Pedro está en Bosnia
con la boina de sargento de paracas.

Yolanda es banquera
o bancaria,
no sé muy bien cómo se dice. Gana una pasta.

Santi está en Dinamarca.
Es diputado de la extrema derecha.
Y a mí,
ya ves,
eso me hace gracia.

De Amanda nada te cuento.
Sólo te diré que se casó con Horacio,
el quiosquero,
y no he vuelto a verle el pelo
de su pubis
-el de Amanda me refiero-.

Ahora he vuelto a Misa
como en los viejos tiempos.
Comulgo casi a diario
y me confieso
pecador
de mis pecados.

Me han nombrado presidente
de escalera. Por algo se empieza.
Tengo,
tú bien lo sabes,
afán por superarme
y estoy estudiando esperanto. Nunca se sabe.

Acabo de comprarme
una escopeta de caza
y un pantano abrupto en las afueras
de mi barrio.
Cualquier día me mato. No sé.
Lo estoy pensando.



Poema Poeta de Justo Braga



Repróchate a ti mismo no haber ganado
un premio
literario.
Eras un autor de éxito,
un poeta en ciernes, te decían
los críticos de versos.

Acudías,
cada invierno,
a las justas poéticas de Oviedo.
Y entre tanto ganado de escritores
tú no eras más que un montón de huesos
afilados.
Un paquete de habanos apagados
en un cenicero cargado de estertores.

Ella, sin embargo,
encendía para ti la primavera.



Poema Preferencias de Julio Martínez Mesanza



Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o de bronce, iguales a todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
menos aún la música y el baile,
con sus amanerados sacerdotes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una impresión profunda.
Si acaso, los hangares en desuso,
las estaciones fuera de servicio,
el laberinto de las fundiciones,
el brumoso extrarradio, un descampado
en el que sólo puede comprenderse
la perpleja tristeza de los hombres,
y los ríos que arrastran su miseria,
oscuros, majestuosos y solemnes,
y las descomunales escombreras.



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