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Poema Ángeles Traviesos de René Chacón Linares



Viven encadenados
A sus sueños,
Escuchando silbidos de montañas,
Silencio de cavernas.

Son víctimas de sus delirios.

Preñada lluvia de melancolía,
Esclavos indomables de versos,
Sagitarios de miradas,
Brasa viva en su propio incendio.

Luz fulminante
En el claroscuro,
Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre.

Náufragos rutilantes
En un mundo al revés.

Los ángeles poetas:
Enjambre de lo inexistente,
Bufones de la muerte
Dándole voz a la historia.

A pesar del olvido,
Que algún día
Ha de borrar sus nombres.



Poema Ángeles De La Muerte de René Chacón Linares



Despacio cae la lluvia
Se confunde con las lágrimas.

¿Será la muerte que ronda?
¿El abrigo de la vida errónea que envuelve?

Una bruma densa y oscura
Borra los pensamientos.

Pasos perdidos se deslizan en las paredes.

El aire es más denso.

No es nadie, no es nada
Sólo el otoño ansioso de la primavera.

La muerte seduce,
No encuentra su guadaña,
?Las pasiones ciegan el corazón
?Reprocha―
La lluvia acaba, se esfuma la niebla
Entre cenizas y tortuosos senderos,
Este corazón añun sigue latiendo.



Poema Ángel Terrible de René Chacón Linares



(A Silvia Elena Regalado)

Misterio de piel,
Flor sin nombre,
Oruga de fuego,
Vértigo de voces.

Un ángel peinándose a oscuras,
Con ese punto de luz que habita
En silencio las miradas.

Las sábanas de sus alas
Y el galope lento de su amor,
No revelan secretos, ni caprichos.

¡Es un ángel terrible!

Que deja su espíritu,
Y vuelve otro día,
Con un abrazo que ciñe
El corazón desnudo.



Poema Ángel Inocente de René Chacón Linares



¿Dónde está el Ángel
Que habitaba en mí?

Sonrisa inocente,
Escuálida delgadez,
Jugando sin censura
Entre sábanas y almohadas
A ser capitán.

Manos intentando
Tocar la torre de marfil,
Ombligo de la tierra,
Fuego de mi sangre.

El tiempo pasó,
Y aún tengo sueños
Insolentes,
Lienzos fogosos,
Envueltos en madejas
De araña.



Poema Égloga Iv de Renato Leduc



Muchacha: Ya sonó el despertador.
Parece
que amanece.
Tu marido no tardará en llegar
y si me encuentra…

Ya -terrones de azúcar- las estrellas
disuélvense en la leche matinal;
ya renace la vida pueblerina;
ya los gallos comienzan a cantar…

Oigo mugir un buey en la barranca.

Muchacha, tu marido
no tardará en llegar…

De «El aula» 1929



Poema Ánima Adoratriz de Ramon Lopez Velarde



Mi virtud de sentir se acoge a la divisa
del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta
los volubles matices de los climas sujeta
con una probidad instantánea y precisa.

Mi única virtud es sentirme desollado
en el templo y la calle, en la alcoba y el prado.

Orean mi bautismo, en alma y carnes vivas,
las ráfagas eternas entre las fugitivas.

Todo me pide sangre: la mujer y la estrella,
la congoja del trueno, la vejez con su báculo,
el grifo que vomita su hidráulica querella,
y la lámpara, parpadeo del tabernáculo.

Todo lo que a mis ojos es limpio y es agudo
bebe de mis droláticas arterias el saludo.

Mi ángel guardián y mi demonio estrafalario,
desgranando granadas fieles, siguen mi pista
en las vicisitudes de la bermeja lista
que marca, en tierra firme y en mar, mi itinerario.

Como aquel que fue herido en la noche agorera
y denunció su paso goteando la acera,
yo puedo desandar mi camino rubí,
hasta el minuto y hasta la casa en que nací
místicamente armado contra la laica era.

Dejo, sin testamento, su gota a cada clavo
teñido con la savia de mi ritual madera;
no recojo mi sangre, ni siquiera la lavo.

Espiritual al prójimo, mi corazón se inmola
para hacer un empréstito sin usuras aciagas
a la clorosis virgen y azul de los Gonzagas
y a la cárdena quiebra del Marqués de Priola.

¿En qué comulgatorio secreto hay que llorar?
¿Qué brújula se imanta de mi sino? ¿Qué par
de trenzas destronadas se me ofrecen por hijas?
¿Qué lecho esquinal pide tibieza en su tramonto?
Ánima adoratriz: a la hora que elijas
para ensalzar tus fieles granadas, estoy pronto.

Mas será con el cálculo de una amena medida:
que se acaben a un tiempo el arrobo y la vida
y que del vino fausto no quedando en la mesa
ni la hez de una hez, se derrumbe en la huesa
el burlesco legado de una estéril pavesa.



Poema Bujías de Pedro Salinas



Sí. Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
?cien mil lanzas? los rayos
?cien mil rayos? del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
?guiñadoras espías? las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
?afuera?
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.



Poema Últimos Diálogos En La Buhardilla de Osvaldo Ballina



Cuando papá enfermó eligió la buhardilla.
Pocas las cosas a su alrededor: la vieja foto de Einstein,
los libros de medicina, la cama, un anotador
y la intrusa luz del otoño por la ventana.

Subí a la buhardilla y bajé a la infancia.
Había ya ausencias que se volvían presencias.
Nos miramos fijo después de mucho tiempo difícil.
Pidió limones de mi casa para quitar el sabor
que los rayos de cobalto le dejaban en la boca.

A nuestro modo, como siempre, pudimos entendernos.
El escupía la muerte bajo protesta.
Yo le mostré cómo era mi cara con lágrimas.
Después, discurriendo sobre el futuro que nos unía y separaba,
comenzamos en paz los últimos diálogos en la buhardilla.



Poema Ángel Del Silencio (fragmentos) de Omar Cáceres



1

Recordaré su grande historia,
su angustiado jadeo que desmenuza ciudades.
Pasan los días sin mirar, como sonámbulos,
como grandes hélices embriagadas de propósitos,
pero canta el tiempo en una gota de agua, y entonces…
sé que está aún lejos como yo la quiero mía.
Saltó, pues, la velocidad más allá del horizonte oculto de las cosas,
su uniforme distancia
en los trapecios de mi grito.
Para no llorar, recuerdo, lluvia, tu mensaje,
tu gran libro que yo leía sin abrirlo,
junto a la ventana que cae a latigazos
y que crucifica mis ojos en sus negras cicatrices.
Pasa el viento a estirones con el mar, desarrugándolo;
ráfaga de músculos azules, recoge sus cenizas perfumadas.
Ahí la espero, solo
como los inútiles retratos,
aumentando las olas de la sombra,
y, ya no se irá su canción de mi ventana.

5

Paisaje infinito,
mi soledad flor desesperada,
asciende hasta el sonido más alto.
Desnudo,
una atmósfera encendida, moneda que no entrego,
se sacuden las noches asombradas
y recojo los astros en mis ojos como frutos
instantáneas.
Arriba el beso sangrante en las llamaradas del viento.
Ah, los horizontes,
anillos imposibles.
Amanecer de caminos sonoros que se cruzan,
su nombre aún golpea el duro rostro del silencio.
Contengo, no obstante, las palabras,
el salto estrellado de sus mundos,
hasta que un día se clavó en mi sueño
os-ci-lan-do
como una espada!



Poema Éste Es Un Ejemplo de Olvido García Valdés



Éste es un ejemplo: se trata de una imagen
del XIII (el XIII con su cúpula), una Virgen
sentada en el jardín, altiva y sola (la única
que yo conozca en su especie). Observen
en el prado las flores esmaltadas,
las hojas, el azul ultramar y el rojo
extraño como un incendio. Observen
su rostro, se llama féretro luminoso
de su puro; a la izquierda, el halcón
anuncia que el alma emprende el vuelo,
al fondo el río, casi un hilo,
se pierde. Es forma la pintura.

Ella hacía ganchillo, puntillas para sábanas, le resultaban difíciles los gestos por la artrosis, sus largos dedos agudos. -Éstas de arañas son las más guapas -dice-, son las que más me gustan, aunque tengo una pena muy grande por el nenín. Un día, antes de caer enfermo, tenía una araña
roja en la espalda, muy grande, así -y señala con el puño el tamaño-, casi no podía arrancársela, y después le salieron aquellas ronchas rojas. Pensé si se habría muerto por eso, pero no, tenía endocarditis aguda, el médico lo
dijo, como si el corazón se fuera haciendo más grande cada vez y no cupiera en la caja. Era por la miseria. Yo traía brazadas de habas a la cocina para deshacerlas allí y con ellas venían arañas. Todo era trabajar y trabajar-. Se calla, sigue con la aguja y el larguísimo hilo, -¿no te gustan a
ti?-. Es morena, tiene ojos oscuros de pájaro desarbolado. El amor, arañas bajo los ojos, féretro de su puro, decía.

Si falla
la memoria, todo quiebra;
Si es escasa, empero,
significa: aquel valle
tan dulce y tan sombrío.

De «Caza nocturna» 1997



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