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Poema 12el León Y El Ratón de Félix María Samaniego



Estaba un Ratoncillo aprisionadoEn las garras de un León; el desdichado En la tal ratonera no fue presoPor ladrón de tocino ni de queso, Sino porque con otros molestaba Al León, que en su retiro descansaba. Pide perdón, llorando su insolencia; Al oír implorar la real clemencia, Responde el Rey en majestuoso tono, No dijera más Tito: «Te perdono.» Poco después cazando el León tropieza En una red oculta en la maleza; Quiere salir, mas queda prisionero,Atronando la selva ruge fiero. El libre ratoncillo, que lo siente, Corriendo llega, roe diligenteLos nudos de la red de tal manera, Que al fin rompió los grillos de la fiera. Conviene al poderosoPara los infelices ser piadoso; Tal vez se puede ver necesitadoDel auxilio de aquel más desdichado.



Poema 9los Gatos Escrupulosos de Félix María Samaniego



A las once y aun más de la mañana La cocinera Juana,Con pretexto de hablar a la vecina, Se sale, cierra, y deja en la cocina A Micifuf y Zapirón hambrientos.Al punto, pues no gastan cumplimientos Gatos enhambrecidos,Se avanzan a probar de los cocidos. «¡Fu, dijo Zapirón, maldita olla! ¡Cómo abrasa! Veamos esa polla Que está en el asador lejos del fuego.» Ya también escaldado, desde luego Se arrima Micifuf, y en un instante Muestra cada trinchanteQue en el arte cisoria, sin gran pena, Pudiera dar lecciones a Villena. Concluido el asunto,El señor Micifuf tocó este punto. Utrum si se podía o no en conciencia Comer el asador. «¡Oh qué demencia! Exclamó Zapirón en altos gritos, ¡Cometer el mayor de los delitos! ¿No sabes que el herreroHa llevado por él mucho dinero, Y que, si bien la cosa se examina,Entre la batería de cocinaNo hay un mueble más serio y respetable? Tu pasión te ha engañado, miserable.» Micifuf en efectoAbandonó el proyecto; Pues eran los dos Gatos De suerte timoratos, Que si el diablo, tentando sus pasiones, Les pusiese asadores a millones(No hablo yo de las pollas), o me engaño, O no comieran uno en todo el año. DE OTRO MODO¡Qué dolor! por un descuido Micifuf y ZapirónSe comieron un capón, En un asador metido. Después de haberse lamido, Trataron en conferenciaSi obrarían con prudencia En comerse el asador. ¿Le comieron? No señor. Era caso de conciencia.



Poema Ámame Anarquista de Claudio Rodríguez Fer



Ámame anarquista
frenéticamente
mientras desato y suelto
el pañuelo que sujeta
tu cabello
y libero a tu pecho
ya sin freno
ya sin sentido
siempre hacia la frontera
roja y negra
y violeta
ámame hacia la izquierda
cara a cara
hacia la noche
hacia ti
siempre hacia ti misma
Ámame anarquista
mismo contra mí mismo.

De «Tigres de ternura» 1981



Poema Éxtasis de Miguel Rash-isla



En la noche de enero plenamente estrellada,
como acaso en los siglos no lo ha sido ninguna,
parecían los cielos constelados de luna,
florestas por donde iba pasando una nevada.

Era un lecho de bodas la tierra perfumada;
propicio era el silencio; la paz era oportuna;
mas la noche inspiraba tal arrobo, que ni una
vez osaron mis labios besar los de la Amada.

Unción ultraterrena de dos almas; delicia
de dos seres que, a solas, eluden la caricia
y que juzgan sacrílego contemplarse un momento.

Noche, de tan hermosa, noche casi imposible,
en la que era su carne, cual la luz, intangible,
y puro, cual los astros, era mi pensamiento.



Poema Ángel En Tres Lugares de Aníbal Núñez



Espera en aquel banco
que llegue hasta ella un ángel
-soy el único
(y no soy de este mundo)
que se sienta a su lado y no pregunta nada-.

vuelve y ya no está ella:
y le hace reverencias a su ausencia brillante.



Poema Último Amante de Pierre Louys



Mancebo, no pases de largo
sin gustar mi amor:
desnuda en la noche, mi carne
recobra esplendor;
más sabio y feliz que cualquiera
frágil primvera
mi otoño te entrega su ardor.

No esperes placer de las vírgenes :
ese arte sutil
lo ignoran ingenuas doncellas,
no es cosa de abril.
Viviendo su rlto constante,
al último amante
dar quiero la esencia febril.

Mi último amante ha llegado:
eres tú, doncel.
Toma, pues, mis labios -cisterna
de ansioso tropel-.
y toma también mis cabellos
que aún guardan ellos
de Safo divina la miel.

Tendrás de mis cálidas vides
el jugo mejor;
aún los más hondos recuerdos
quemaré en tu honor.
Serán tuyas mis joyas más ricas .
la flauta de Lykas
y de Nasdyka el ceñidor.

Versión de Carlos López Narváez



Poema Último de Victor Hugo Piña Williams



Canto azuceno o anémona del frío, el curso procuroso y procuroso de la voz lidiada hace cima y cerco de su cisma, ya castillo que se pone asedio a sí mismo. ¡Gran cosa tuviera que ser el poema para fundar tal enclave torreado y arcifinio donde la guerra sin paz no gana!

Y el hombre de verso y versa cruza palabrabundo esa tierra de nadie nunca nada donde anida la voz su litigio, con la peleazón de los idiomatios (sílaba sin labio, boca al venablo) y con la tregua del polvo de lo que no cesa.

En tándem y hacia dónde, los artilugios del instante numeran las industrias de su cero en movimiento, las mudanzas de la guerra por el castillo, del castillo por su deseo. Que escaliba el rescoldo de su vértice, que encandesce la vena de su ángulo ambicierto. Cuando ese hombre vadea la tal tierra del eco de nadie. Cuando cruza ese hombre del hambre sígnea el erial de lo suyo: como decir que cruza en cruz, romero inerrante y quedo en sí, quiasma el más puro de la inmovilidad. El poetambre atraviesa sin andar, con pasos de lumbre desorillada. El poetardimiento enclava, más bien encrucija el botón versicolor de su éxtasis, polo unitivo y último. ¿Adonde podría no ir o sí ir en ese santiamén, en esa loma limbo o lumen lamiente? Quién sabe que quién sabe. Preguntas que cascan el hueso de la sangre.

Comoquiera él recorre el decidido valle, en cruz mutila y desnuda como centro, y va escogiéndoles la virginidad a los cuchillos. Ensoledado y ensálmico, eso sí, más solo que un televisor encendido en la noche vacía de una casa de solos. El puño del pecho estruja su abecedianto y estruja un talismán de cera. Él pasa o punza. Va como alma que lleva. Va y voz. Va como diablo que lleva alma, quiescente y atinado por la luz agujada de un di ?dilo dicaz?, de un dios fulminatriz que habla en callando: silendios. Encalladura del silencio en el otro mar. Silencio, pues, que la palabra pide la palabra.

Y pagino y tinto, el dios pone el hito de su rayo, siempre ahora y solamente hacia. Y él todo muflones se calcula joya, se acopia hacina de cilicios. La gresca aquella se cntorrece. El dios aluza. Él, transverberado. Transverbado. El dios, sin dios. Él, ascua. Hosca.



Poema 1962 de Víctor Botas



Dialogar mal que bien cada mañana
con Cicerón y César.
Descubrir el amor bajo la sacra especie
del junco más flexible y la melena al viento
mientras las olas mueren en la playa
y es una fuga el tiempo, trepidante de twist
quisiera ser y quiéreme
muy fuerte amor.
Tener sólo presente
?sin memoria ni fábula: perfecto?
como una joya inquieta
entre las manos.
(Allá fuera las calles
de Madrid se cubrían
de silenciosa nieve y yo enterraba
el año y estos ojos
en aquellos contrarios que no lo parecían
de tan así que eran.)
Ser yo mismo y no extraños
fantasmas en la noche.
Y lo más importante
lo más interesante a estas alturas: vivir
para contarlo.



Poema Ámbito De La Angustia de Vicente Gerbasi



No se ha meditado aún sobre estas tristes ruinas.
Participo de la gran alegría que hace cantar con el vino,
luego me hieren los lamentos como a un árbol la tempestad nocturna.
Se pierden conmigo en la sombra
como se pierde la noche en el bálsamo misterioso de la muerte.
Busco mi voz abandonada sobre los mares, en el aire de las islas,
en las comarcas donde habitan los desterrados y los místicos,
y vago bajo la lluvia de los bosques en la soledad.
Como el árbol al borde del abismo, me salva la inquietud perenne,
y me acerca a Dios que vigila tras las músicas terrestres.
Alguien puede llamar a la puerta de alguna vivienda en la noche,
mas solamente aparecerá el rostro del silencio
en medio de la pesadumbre.
No hemos meditado aun para amar y ser serenos.
Oh, si tendiéramos la tristeza como niebla delgada,
serenamente, sobre estos vastos dominios desolados.



Poema Échale A Él La Culpa de Vicente Gallego



A José María Álvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una nnoche lejana tuvo el gesto
generoso y extaño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo,
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso…
Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando;
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mí sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un nuego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.



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