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Poema Escolar de Otoniel Guevara



Siempre manché, rasgué y detesté el uniforme.

Siempre busqué bajo las faldas de las niñas.

Y nunca encontré mi loca historia de amor.



Poema Despiadada Ciudad de Otoniel Guevara



Madre
¿me darás la mano
para cruzar esta calle
atiborrada de basura
y brisa negra?

las farolas me llaman
con palabras revoloteantes

madre
tu fantasma sonríe a la nada
y me invade la sensación de ser el único responsable
de estas calles oscuras
y no hay un borracho que me eche una mano
un perro que me eche una cola
una muerte que me lleve
de regreso a tu vientre



Poema De Ayer de Otoniel Guevara



a Patricia.

¿Cuánto dur?la escena
en que mi trastornado aliento se dibuj?en tu cuello?
Ahora veo que nada. Ahora estoy seguro
que del clamor con que mis manos recibían tu cuerpo
quedan tan solo retazos nebulosos de momentos.

Si no hubiera tenido tan roto el corazón.
Si por las noches me hubiese dedicado a contemplar tu sueño.
Si hubiese tenido con qu?pagar tus lágrimas.

Pero aquelllo se rompi?en el fondo de un pozo demasiado seco
Y yo soy solo un hombre que te mira alguna tarde
y se consume lento lento lento
como un oprobioso cigarrillo.



Poema Contracorriente de Otoniel Guevara



En mi infancia
corría un río que me pertenecía

Me hizo creer que su aroma de piedra encantada
era como las simples palabras de mi madre

Lo contemplaba adquirir el color de las cosas
que iba resucitando:
una rama con hojas transparentes
la indecible alegría de mis compañeros
o el fresco ángulo errático de mi pie desnudo

Mi río me arrullaba a la hora del sueño
en lugar de mi madre

Hay ocasiones en que despierto
soñando con él

Y agradezco al agua el no haber aprendido a nadar nunca
para poder ahogarme en paz en la corriente
de mi interminable río perdido



Poema Ciudad de Otoniel Guevara



San Salvador:
un tren
sobre los guijarros de la noche
Vagones apestados de mendigos
Avenidas de Dante y Diosmeguarde

San Salvador no tiene nombre propio:
se llama miseluz guarhumo puñaluna

Un fósforo se enciende
y brillan las heridas

San Salvador ya no echa de menos a la lluvia
Se convirtió en maroma que observamos
con la boca redonda
de sorpresa
y de hambre



Poema Celestial de Otoniel Guevara



a Tatiana Sledzinski

Bien: engañémonos:
Procuremos el bien a los descalzos
Abonemos el huerto y los trabajos
Ofrezcamos amor sin condiciones
Evitemos rascarnos los temores
Creamos en la virgen y en la patria
Demos la vida por nuestro semejante
Seamos como el Che como Jesús como el Demonio:

Ángeles hartos de cualquier esperanza



Poema Cabellera de Otoniel Guevara



Tu pelo bien sería la risa de los árboles
si no fuese por su loca manía de enredarse en los labios

Tu pelo es como un grito de ternura
tratando de volar de tu cabeza

tu pelo es una inmensidad abierta

tu pelo es la guarida
donde cierne travesuras mi soledad

tu pelo es corazón de seis oídos
para mis doce cuerdas incendiarias

tu pelo fue sembrado por un dios
para que yo le celebrara sus aromas

varios lugares, de 1986 a 1996



Poema An Tu Anet de Otoniel Guevara



a Antonia Giroldo.

Introduzco mi mano en el interior de este cuerpo de Rimbaud para abandonar lo sucio y deleznable, para arrancar lo rancio y lo raído, la desesperanza, el sordo vivir sin poder juntar las manos cuando llueve, sin poder elevar una oración cuando el terremoto atraganta. Me quedo naciendo otra vez, yo, que ya no tenía reencarnaciones posibles; yo, que me gasté mis vidas siendo un negro esclavo prendido en llamas por un rayo voraz bajo una noche despojada de estrellas; que fui bisonte de ojos encendidos, descendiendo como roca al precipicio; que fui infiel dama empalada por ladrones furtivos; que presencié la danza macabra de mi raza alrededor del fuego cebado con sangre y sangre y sangre.

Ahora retorno a la vida, renazco: toco tus labios y se enardece mi piel: tomo tu pequeña cara de irremediable niña huérfana y soy de nuevo un hombre que abre las ventanas para encarar el amanecer que en algún lugar te esconde. Ahora me elevo en puntillas para trazar un ballet doloroso entre los calistemos, surfeo en tu pecho donde aprendo las lecciones del buen navegar, ensalivo los bordes de las pasarelas para que toda flor o beso o mirada tierna se acomode a tus pies. Soy otro que es más torpe, pues gasté mi fortuna por hacerme de un olor que haga juego con tus lunares populosos, vertí mis músculos tratando de abrazar toda tu historia, y me despojé de la vida -definitivamente- cuando me confirmaste con tus ojos de virgen salvaje que habías llegado a mí como el pájaro se precipita del nido a levantar la hebra con qué tejer su nido; cuando me dijiste sin palabra alguna que el destino es así y que hoy apenas hemos abierto los brazos.



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