Los carceleros se beben
	tranquilos su tereré
	y Humberto nervioso espera
	su libertad a las tres.
	En el sucio moridero
	de una mazmorra cruel
	cuenta los fríos barrotes
	por la centésima vez.
	De la cárcel de Asunción
	exactamente a las tres
	saldría Humberto Garcete
	por gracia de un coronel. 		
	-No te fíes de esos perros
	porque te van a vender.
	-Es palabra de un amigo,
	palabra de un coronel.
	-No te fíes, compañero,
	que el polvo te harán morder.
	-Es palabra de un soldado,
	palabra de un coronel.
	-Deciles que no, Garcete,
	porque te van a vender.
	-De un soldado, de un amigo,
	promesa de un coronel…
	-¡La promesa de un esbirro
	no corre ni en un burdel! 		
	Giró en la torre el reloj,
	sonó la una, las dos;
	pero tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Sangrienta rueda de horror
	la Catedral dio las dos;
	pero tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Seca la media sonó,
	dura y escueta golpeó
	contra la alta pared,
	tan tensa para las tres.
	El viento libre de Dios
	cuando sonara el reloj
	al fin saldría a beber
	exactamente a las tres. 		
	-Carcelero, tengo sed…
	-Ya en su casa ha de beber.
	(Con vil sonrisa y de usted
	disimula su doblez).
	-¿Y eso que gime? 		
-Es el tren.
	-¿Y afuera hay luna? 		
-Así es.
	-¡Dichosos los que la ven!
	-Sólo un minuto y la ve…
	(Y siempre atento al reloj
	Humberto le sonrió).
	-Si todo saldrá tan bien…
	-Alta luna del laurel,
	¡hermosa estará en su tez!
	(La sonrisa del furriel
	lo confirma a su vez).
	-La cama le han de tender
	con sábanas de satén… 		
	Sobre el yunque de la noche
	Vulcano oscuro golpeó
	y nunca tan dura fue
	aquella hora postrer.
	A la noche en la garganta
	los grillos le remachó,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Tres martillazos de muerte
	Vulcano oscuro golpeó,
	tres golpes de muerte,
	tres, ni más ni menos que tres. 		
	Sobre goznes de silencio
	la puerta muda se abrió,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Se abrió la puerta y la noche
	siniestramente cerró,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres. 		
	Una ráfaga de plomo
	su salida rubricó
	como tenía que ser
	exactamente a las tres.
	En la bahía temblando
	largo el silencio quedó,
	[como] tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Cuatro livianas troncharon
	aquella palmera en flor,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres. 		
	Por la espalda asesinado
	de boca Humberto cayó,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres.
	Y aquel lucero de ensueños
	para siempre se apagó,
	como tenía que ser
	exactamente a las tres.