poemas vida obra o

Poema Oliveretto De Fermo Del Tiempo De Los Médicis de Manuel Machado



A Ricardo Calvo

Fue valiente, fue hermoso, fue artista.
Inspiró amor, terror y respeto.

En pintarle giadiando desnudo
ilustró su pincel Tintoretto.

Machiavelli nos narra su historia
de asesino elegante y discreto.

César Borgia lo ahorcó en Sinigaglia…
Dejó un cuadro, un puñal y un soneto.



Poema Oda A La Desnudez de Leopoldo Lugones



¡Qué hermosas las mujeres de mis noches!
En sus carnes, que el látigo flagela,
pongo mi beso adolescente y torpe,
como el rocío de las noches negras
que restaña las llagas de las flores.

Pan dice los maitines de la vida
en su rústico pífano de roble,
y Canidia compone en su redoma
los filtros del pecado, con el polen
de rosas ultrajadas, con el zumo
de fogosas cantáridas. El cobre
de un címbalo repica en las tinieblas,
reencarnan en sus mármoles los dioses,
y las pálidas nupcias de la fiebre
florecen como crímenes; la noche,
su negra desnudez de virgen cafre
enseña engalanada de fulgores
de estrellas, que acribillan como heridas
su enorme cuerpo tenebroso. Rompe
el seno de una nube y aparece
crisálida de plata, sobre el bosque,
la media luna, como blanca uña,
apuñaleando un seno; y en la torre
donde brilla un científico astrolabio,
con su mano hierática, está un monje
moliendo junto al fuego la divina
pirita azul en su almirez de bronce.

Surgida de los velos aparece
( ensueño astral ) mi pálida consorte,
temblando en su emoción como un sollozo,
rosada por el ansia de los goces
como divina brasa de incensario.
Y los besos estallan como golpes.
Y el rocío que baña sus cabellos
moja mi beso adolescente y torpe;
y gimiendo de amor bajo las torvas
virilidades de mi barba, sobre
las violetas que la ungen, exprimiendo
su sangre azul en sus cabellos nobles,
palidece de amor como una grande
azucena desnuda ante la noche.

¡Ah! muerde con tus dientes luminosos,
muerde en el corazón las prohibidas
manzanas del Edén; dame tus pechos,
cálices del ritual de nuestra misa
de amor; dame tus uñas, dagas de oro,
para sufrir tu posesión maldita;
el agua de sus lágrimas culpables;
tu beso en cuyo fondo hay una espina.
Mira la desnudez de las estrellas;
la noble desnudez de las bravías
panteras de Nepal, la carne pura
de los recién nacidos; tu divina
desnudez que da luz como una lámpara
de ópalo, y cuyas vírgenes primicias
disputaré al gusano que te busca,
para morderte con su helada encía
el panal perfumado de tu lengua,
tu boca, con frescuras de piscina.
Que mis brazos rodeen tu cintura
como dos llamas pálidas, unidas
alrededor de una ánfora de plata
en el incendio de una iglesia antigua.
Que debajo mis párpados vigilen
la sombra de tus sueños mis pupilas
cual dos fieras leonas de basalto
en los portales de una sala egipcia.
Quiero que ciña una corona de oro
tu corazón, y que en tu frente lilia
caigan mis besos como muchas rosas,
y que brille tu frente de Sibila
en la gloria cirial de los altares,
como una hostia de sagrada harina;
y que triunfes, desnuda como una hostia,
en la pascua ideal de mis delicias.

¡Entrégate! La noche bajo su amplia
cabellera flotante nos cobija.
Yo pulsaré tu cuerpo, y en la noche
tu cuerpo pecador será una lira.



Poema Orhoit Gutaz de Miguel De Unamuno



En la pequeña iglesia de Biriatu, a orillas del Bidasoa, hay un mármol funerario con la lista de los once hijos de Biriatu que murieron por Francia en la gran guerra. En la cabecera dice: «A sus hijos que han muerto en la guerra, el pueblo de Biriatu». Luego, la lista de los muertos. Y debajo: Orhoit Gutaz, esto es, «Acordaos de nosotros»
Pasasteis como pasan por el roble
las hojas que arrebata en primavera
pedrisco intempestivo;
pasasteis, hijos de mi raza noble,
vestida el alma de infantil eusquera,
pasasteis al archivo
de mármol funeral de una iglesiuca
que en el regazo recogido y verde
del Pirineo vasco
al tibio sol del monte se acurruca.
Abajo, el Bidasoa va y se pierde
en la mar; un peñasco
recoge de sus olas el gemido,
que pasan, tal las hojas rumorosas,
tal vosotros, oscuros
hijos sumisos del hogar henchido
de silenciosa tradición. Las fosas
que a vuestros huesos, puros,
blancos, les dan de última cuna lecho,
fosas que abrió el cañón en sorda guerra,
no escucharán el canto
de la materna lluvia que el helecho
deja caer en vuestra patria tierra
como celeste llanto…
No escucharán la esquila de la vaca
que en la ladera, al pie del caserío,
dobla su cuello al suelo,
ni a lo lejos la voz de la resaca
de la mar que amamanta a vuestro río
y es canto de consuelo.
Fuisteis como corderos, en los ojos
guardando la sonrisa dolorida
?lágrimas del ocaso?,
de vuestras madres ?el alma de hinojos?,
¡y en la agonía de la paz la vida
rendisteis al acaso!…
¿Por qué? ¿Por qué? Jamás esta pregunta
terrible torturó vuestra inocencia;
nacisteis… nadie sabe
por qué ni para qué… ara la yunta,
y el campo que ara es toda su conciencia,
y canta y vuela el ave…
¡Orhoit Gutaz! Pedís nuestro recuerdo
y una lección nos dais de mansedumbre;
calle el porqué…, vivamos
como habéis muerto, sin porqué, es lo cuerdo…
los ríos a la mar…, es la costumbre
y con ella pasamos…



Poema Ojos Verdes de Rafael De Leon



I

Apoyá en er quisio de la mansebía
miraba ensenderse la noche de mayo;
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo.
«Serrana, ¿me das candela?»
Y yo te dije: «Gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré».
Dejaste er caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos pa mí.

Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaítos en mi corazón.
Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vía son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.

II

Vimos desde el cuarto despertar el día
y sonar el alba en la Torre la Vela.
Dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela.
«Serrana, para un vestío
yo te quiero regalá».
Yo te dije: «Estás cumplío,
no me tienes que dar na».
Subiste ar caballo,
te fuiste de mí
y nunca una noche
más bella de mayo
he vuelto a viví.

Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaítos en mi corazón.
Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vía son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.



Poema Oficio De Olvido de Gonzalo Márquez Cristo



Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su soledad.
Un niño escondido en un armario intenta morir.
Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café.
Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se estremece.
En el viento hay un mensaje que no comprenderemos.
Tu sombra se rebela.
Nos preparamos para huir de todo lo que amamos.
Quien no parta será olvidado.
El viento dialoga con el fuego.
Espero mi voz.
Viajar también es lo contrario a la muerte.
Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos.
Nos amaremos en otros rostros.
Nadie se oculta en la memoria.
¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres?



Poema Odiar El Amor de Roque Dalton Garcia



La luna se me murió
aunque no creo en los ángeles.
La copa final transcurre
antes de la sed que sufro.
La grama azul se ha perdido
huyendo tras tu velamen.

La mariposa incendiando
su color, fue de ceniza.
La madrugada fusila
rocío y pájaros mudos.
La desnudez me avergüenza
y me hace heridas de niño.

El corazón sin tus manos
es mi enemigo en el pecho.



Poema Oración Para Que No Me Olvides de Oscar Castro



Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en cada trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.

Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.

Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña
para que no me olvides.

Y si un tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo…

Para que no me olvides.



Poema Ocaso En El Parque de Rafael Morales



La tarde iba cayendo. Lentamente,
como se alacia un fruto de dorada
piel sensitiva, silenciosa y pura
la luz palidecía y se mustiaba.
Con tímida ternura se afligía
sobre el aire doliente, sobre el agua
que antes brillaba con metal, con ira,
con súbitos cuchillos que pasaban…
Por la verde arboleda, entre el ramaje,
en un pálido adiós se deslizaba
y en el extremo de las ramas puras
era una pena dolorida y clara.

En la arena del parque, sobre el césped,
las fugitivas sombras se alargaban
leves y dulces, pálidas, confusas
en busca de la noche, hacia su nada.
La furia del color, su poderosa
plenitud virginal se sosegaba.
Ya el gran mineral, el rojo altivo,
el azul sideral y el escarlata
de hiriente dentellada vengativa
tenuemente cansados replegaban
sus grandes alas silenciosas, puras,
abatidas, serenas, derrotadas.

Los tiernos amarillos se extinguían
y era un suspiro fugitivo el malva,
lo gris iba creciendo, oscureciendo,
adensando negror entre las ramas.
Las sombras se fundían. Ya la noche
entre la yerba humilde se ocultaba,
se hundía entre las cosas; quedamente
invadía los huecos suave y mansa
y luego, sigilosa, se extendía,
caía sobre el mundo. Era una garra
que en el aire se hundía, que en la tierra,
lenta, implacable, firme se adentraba.
Pero la vida viva proseguía,
pero la vida viva levantaba
en medio de la sombra, de la noche
surtidores de sangre, de palabras,
dientes y risas, besos, corazones,
arracimada furia, plural ansia;
surgía entre las uñas de la sombra,
brotaba incontenible como un agua,
surgía por la boca y por los ojos
de la nocturna y planetaria máscara.

Allí estaba la vida, sí.
Era una densa palpitación,
una gozosa presencia interminable,
una gran eclosión germinal,
una gran plenitud bajo la noche,
un inmenso ramaje desplegado,
unas alas abiertas, unas ciegas raíces
bajando febricentes
hasta el profundo secreto seminal,
hasta el latente y puro corazón genesiaco.



Poema Omítemela Mas Que Lo Omitido de Severo Sarduy



Omítemela mas que lo omitido
cuando alcanza y define su aporía,
enciende en el reverso de su día
un planeta en la noche del sentido.

A pulso no: que no disfruta herido,
por flecha berniniana o por manía
de brusquedad, el templo humedecido
(de Venus, el segundo). Ya algún día

lubricantes o medios naturales
pondrás entre los bordes con taimada
prudencia, o con cautela ensalivada

que atenúen la quema de tu entrada:
pues de amor y de ardor en los anales
de la historia la nupcia está cifrada.



Poema Oro No Rayó Así Flamante Grana de Luis De Gongora



Oro no rayó así flamante grana
Como vuestra purpúrea edad ahora
Las dos que admitió estrellas vuestra aurora,
Y soles expondrá vuestra mañana.

Ave (aunque muda yo) émula vana
De la más culta, de la más canora,
En este, en aquel sauce que decora
Verdura sí, bien que verdura cana,

Insinuaré vuestra hermosura: cuanta
Contiene vuestro albor, y dulce espera
En horas no caducas vuestro día.

Responda, pues, mi voz a beldad tanta;
Mas no responderá, aunque Apolo quiera,
Que la beldad es vuestra, la voz mía.



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