poemas vida obra o

Poema Ojo De Celda de Fabricio Estrada



No hablo de calendarios
ni de cálculos suplicantes.
No hablo del sudor resbalando en el cuello,
ni del rasgo,
ni del monosílabo día.
Hablo del mismo que ve correr sus ojos
hacia el seno de las rameras;
hablo del codo opuesto
y de la claustrofóbica forma al contemplar.
Hablo de la ausencia,
del maldecir unánime y de las estatuas,
del territorio prohibido
y de los pies invasores.

Hablo de todo cuanto puedo:
del soslayado amor que pretenden las manos,
de la fría estrechez que soportan los dedos.

No hablo de honestidades
ni de amos
ni esclavos,
hablo tan sólo humano,
clínico,
tan vasto,
demencial entre dientes.



Poema Ocho A.m. de Fabricio Estrada



8:00 A.M.

Llego a la hora en punto.
De esta forma,
el tiempo adquiere matices históricos.
Marco tarjeta
y busco a tientas mi escritorio.
Ya no dirán nada,
he cumplido con llegar
y esto para ellos es suficiente.

Ahora me verán callar,
yendo del baño a la fuente de agua,
de la fuente de agua al baño
y no sabrán que transito siglos atrás,
por montañas del Ponto
y ríos de Mongolia,
acompañando a Julio César y exigiendo
un desfile con elefantes y timbales.
Luchas atrás,
con Gensis Khan
por una larga estepa y con un buen caballo;
con Ibn Batuta y Marco Polo,
junto a walkirias que me ungen
entre los muertos de Germania.

Y nadie sospechará,
me dejarán tranquilo
con mi rostro atento,
dirán que cumplo
y me pagarán por ello.



Poema Oigo Los Coches de Fabio Morábito



En la mañana oigo los coches
que no pueden
arrancar.
A lo mejor, entre los árboles,
hay pájaros así,
que tardan en lanzarse
al diario vuelo,
y algunos nunca lo consiguen.
Me alegro cuando un auto,
enfriado por la noche,
recuerda al fin la combustión
y prende sus circuitos.
Qué hermoso es el ruido
del motor,
la realidad vuelta a su cauce.
¿Cómo le harán los pájaros
para saber en qué momento,
si se echan a volar,
no corren ya peligro?
¿Qué nervio de su vuelo
les avisa
que son de nuevo libres
entre las frondas de los árboles?



Poema Ojeada de Fa Claes



Por una vez quiero todos mis pensamientos juntos,
una vida entera, mil quintillones de ficheros,
que abarco de un vistazo.

Temo que me cubran por completo,
enano entre rascacielos
que se espesan sobre mi cabeza.

Entonces desde dentro se vuelven arena
y se derrumban, una loma como una pirámide,
y nadie nunca sabe ni qué ni por qué.

Por consiguiente da perfectamente igual.
En Rijmenam bajo un Himalaya de pensamientos
de mí mismo, hasta yo mismo no sé qué ni por qué.



Poema Oración Por Marilyn Monroe de Ernesto Cardenal



Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de
Marilyn Monroe
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a
los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia
(según cuenta el Time)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también más que eso…
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz)
Pero el templo no son los estudios de la 20 th Century-Fox.
El templo ?de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el Hijo del Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20 th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y radioactividad
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda.
Que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos
-el de nuestras propias vidas- Y era un script absurdo.
Perdónala Señor y perdónanos a nosotros
por nuestra 20 th Century
Por esta Colosal Super-Producción en que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes
para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.

Recuerda, Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje ?insistiendo en maquillarse en cada escena-
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleada de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y apagan los reflectores!
y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.

La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan sólo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER.
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Angeles
¡contesta Tú el teléfono!



Poema Oración En El Jardín de Enrique Díez-canedo



Yo me quiero morir como se muere
todos los años el jardín, y luego
renacer de igual modo que renace
todos los años el jardín. Se han ido
los pájaros; volaron, pero no tenían alas.
No me quiero morir como las hojas,
ni quiero ser el árbol de perenne
verdor adusto, ni el arbusto dócil
cortado en seto, sino el árbol libre,
desnudo atleta que en el suelo ahínca
las fuertes plantas y en el aire tuerce
los recios brazos; no el verdor eterno
sino la fronda renovada, el fruto
cuando el año lo envíe. Aquí me tienes,
Señor, desnudo como el árbol. Dame
tu bautismo de lluvias y tu crisma
de sol, y dame vestiduras nuevas,
inmaculadas. El jardín de invierno
callado está: mi corazón callado.
Habla tú; luego, vísteme de hojas.
Algo de tus palabras, al moverse,
repetirán, como inspiradas lenguas.



Poema Otra Vez Dios de Enrique Azcoaga



¡Otra vez Dios!

¡Otra vez Dios!… De nuevo la mañana.
De nuevo su pureza conseguida.
De nuevo en mi tarea, la encendida
propuesta de una estrofa soberana.

Florece el corazón. Cunde la sana
canción de lo que nace. Todo olvida.
La luz cae sobre el alma esclarecida
y el alma la acrecienta en su campana.

Naciendo está el amor, ¡oh dulce instante!
Posible es la bondad, Dios es posible…
La muerte y el dolor, mudos despojos.

Hay un silencio nuevo. Una fragante
promesa de ventura preferible…
Sólo recuerdo el valle de tus ojos.



Poema Obsesión de Eliana Navarro



Camino entre casas de cartón,
entre gentes sin alma.
Dentro de mí resuena la música del mar,
el viento de la estepa,
el rumor de árboles azotados.

Sólo tu nombre quiero decir alto,
decirlo muchas veces,
escucharlo volar como un pájaro ciego
rasgando las paredes;
repetirlo
como un rezo de salvación,
como un canto de amor,
cuando la soledad
con su voraz marea me derriba
y se quiebra la máscara
deshecha por mi llanto.



Poema Oficio de Eleazar Rivera



Espío mi pensamiento

Con mis ojos

hurgo el mundo

de los muertos

Abro las puertas

de los libros

y las palabras callan

Busco los rostros

de mis nombres marchitos

En las esquinas

de los signos

encuentro el reflejo

de los huesos

sin ventana



Poema Ocaso de Eladio Cabañero



El hombre hacia el Ocaso es una hoguera
que el viento -el tiempo en crines extendidas-
arrastra a galopar lejos, sin bridas,
como un caballo oscuro, a la carrera.

Como una oculta nave timonera
repta sus aguas. No sabe qué heridas
le duelen más, qué muertes ni qué vidas,
sólo como una piedra de cantera.

Lleva un trozo de amor deshilachado
en los bolsillos, sueña el ciego anhelo
de encomendar a un hijo esta aventura.

A veces es un perro apaleado
que arrastra su dolor, pegado al suelo,
oliendo ya su propia sepultura.



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