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Poema Eclipse de Miguel Rash-isla



En medio a mis congojas, en mitad de mi hastío,
tu recuerdo lejano, tu recuerdo clemente,
vino, desde las sombras, a posarse en mi frente
y a decirme que aún vive nuestro amor, amor mío.

Perdóname! La culpa del injusto desvío
fue del hombre que sueña, no del hombre que siente.
Míra: puede en su rumbo desviarse la corriente
pero la imagen sigue reflejada en el río.

Tu recuerdo en mi alma se nubló como aquella
lumbre de los luceros que en la noche callada
se eclipsa si las nubes se detienen ante ella.

Mi olvido fue una nube que ya va de partida,
y tu amor es la estrella que un momento eclipsada
sigue irradiando inmóvil en lo azul de mi vida.



Poema Dualidad Fatal de Miguel Rash-isla



Cuando se daba entera a mi albedrío,
muchas veces salí de entre sus brazos
con mi pobre ilusión hecha pedazos
y con el corazón turbio de estío.

Y hoy que, por propio o por fatal desvío,
de otro amor se adormece en los regazos,
como quisiera renovar los lazos
de aquel amor que me atedió por mío.

Oh dualidad entre infernal y loca:
padecí taciturno desaliento
siempre que un beso desfloré en su boca.

Y cuando ajena a mi ansiedad la siento,
dar la vida y el alma me provoca
por besarla otra vez sólo un momento.



Poema Dedicatoria de Miguel Rash-isla



En un ejemplar de Para leer en la tarde

Gasté la ilusa juventud primera
esperando un amor que nunca vino,
y a la sombra de un árbol del camino,
me senté a ver morir la primavera.

¡Qué triste ocaso el que a mi vida espera!
pensaba ante el avance vespertino;
mas repentinamente hubo un divino
florecimiento en mi ánima: Ella era…

Eras tú que venías. Y este libro,
en el que a todos los anhelos vibro,
es mi ayer; es un parque abandonado

donde duermen en paz viejos amores.
¡Pasa cantando y deshojando flores
sobre las hojas secas del pasado!



Poema De Bohemia de Miguel Rash-isla



Noche invernal. En torno de la mesa
transcurre humildemente la velada;
ella calla y me mira; en su mirada
tiembla su corazón hecho promesa.

Callo también y sueño. Me embelesa
la quietud de este cuarto de barriada
en que vivo una hora, sazonada
con mieles de pecado y de sorpresa.

Un abandono lánguido me embarga,
pues en la noche embrujadora olvido
del diario afán la pequeñez amarga,

y porque en el silencio y a su lado,
gozo un minuto libre, en el florido
regazo del azar y del pecado.



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