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Poema Dice La Niña de Marilina Rebora



«Las madres las hicieron miles de Blancanieves,
cientos de Cenicientas y alguna Rapunzel;
y por eso son lindas y de pisadas leves,
y tienen la frescura de la col en la piel.

»Las madres las hicieron… o rubias o morenas,
sus cabellos oscuros ?alféizar de ventana?
o con trenzas de oro; pero siempre tan llenas
de besos en los labios, de noche y de mañana.

»Las madres las hicieron las buenas hadas juntas
con la varita puesta sobre sus corazones,
por eso nos contestan difíciles preguntas
y todo lo adivinan, y a todo dan razones.
Las madres las hicieron de esta manera, así,
con la varita mágica: ¡como te han hecho a ti!»



Poema Dice El Señor de Marilina Rebora



Id por camino estrecho que lleva a puerta angosta
?ésa que sólo niños atravesar consiguen,
perfumada de nardos donde un ángel se aposta?
y no al portal mayor que los grandes persiguen.

En haciéndoos pequeños ya seréis inocentes,
que para tales es el reino de los cielos;
así oiréis la palabra que a sabios y prudentes
Dios oculta y revela sólo a los pequeñuelos.

Porque el reino celeste es de las almas puras:
los humildes y pobres, simples de corazón.
Sed como ellos y así ?con candor de criaturas?

traspasaréis seguros la reducida puerta
que a los mansos espíritus estará siempre abierta,
camino de la vida, suprema bendición.



Poema Diálogo Con Dios de Marilina Rebora



Ya no sé qué decirte, Señor: lo he dicho todo;
mis lamentos se apagan en el labio callado,
no doy con la manera, ni acierto con el modo
de dirigirme a Ti como en tiempo pasado.

No puedo ni rezar, las palabras no encuentro
de aquellas viejas preces de los años de infancia;
me ahoga como un algo que se enraíza adentro
y me torna impotente para expresar mi ansia.

Mas se opera el prodigio: sin rezo ni plegaria
me dirijo al Señor lo más sencillamente.
Le cuento que estoy triste, que estoy sola Le digo,
que no tengo en la vida la fuerza necesaria
y Le oigo a mi lado contestar dulcemente:
?Con sólo el corazón se conversa Conmigo!



Poema Designio de Marilina Rebora



Que esta noche me duerma bajo un manto de olvido,
ajena al desamor, al encono y la saña,
considerando a aquel que nunca me ha querido,
sorda a la mezquindad y a la torcida maña.

Que el corazón regule cadencioso el latido
para que no lo alteren mentiras o patraña;
que el alma, dadivosa con los que no lo han sido,
se entregue por entero, aun a la gente extraña.

Que todo sentimiento impropio me abandone,
y acallado el deseo de ser yo, a mí renuncie,
hasta la misma ofensa más infame perdone,
quedando desde entonces en beatífica paz,
y que un plácido sueño redimidor me anuncie
que la pasión humana no ha de vencerme más.



Poema Desencanto de Marilina Rebora



Yo quisiera quererte como antes te quería,
y sentirte, como antes, en todo consecuente,
yo quisiera decirte: te quiero todavía…
y recibirte, al fin, con ánimo sonriente.

Yo quisiera tomar tu mano con la mía,
y llevarlas fraternas, como antes, a mi frente,
guardándote a mi lado, junto a mí todo el día,
saber que estás conmigo, aunque te halles ausente.

Pero ya no es posible que esta dicha suceda?
desde que el desencanto se apoderó del alma?
y pienso que vivir así, tampoco pueda…

porque quiero querer y mi amor se resiste,
porque quiero esperar, cuando no tengo calma,
porque quiero reír y por siempre estoy triste.



Poema De La Segunda Venida De Cristo de Marilina Rebora



Durante aquella hora, quien se halle en el terrado
no retorne a buscar sus muebles bajo el techo,
pues ?de dos en un campo? uno será librado
y el otro abandonado. (O de dos en el lecho.)

Dos mujeres moliendo, bien que trabajen juntas,
una será elegida, la otra rechazada.
Huelgan disquisiciones e inútiles preguntas
porque el Señor lo ha dicho: Su Palabra está dada.

(Soñamos el milagro: la que elige el Señor
apresa de la mano ?por llevarla consigo?
a la otra en abandono, y pone tal fervor
en librar aquel ser del eterno castigo,
que Dios, al verla, dice: ?La ha salvado tu amor.
Puedes venir con ella. Y ella venir contigo.)



Poema Cuéntame Un Cuento, Madre… de Marilina Rebora



Madre: cuéntame un cuento de ésos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!

Dime de caballeros que a princesas rescatan
del dominio de monstruos ?dragón, buitre, ballena?;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.

Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir
escuchando tu voz, asido de tu mano;
como Hansel y Gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sombra andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.



Poema Consolación de Marilina Rebora



¿Quién habló de que un día hubiera de perderte?
¿Quién dijo que tu sombra, al fin, quedará quieta?
¿Es que ignoras acaso lo que aprendió a quererte
el alma ennoblecida de ternura secreta?

Un amor que es amor no termina en la muerte,
pues no tiene principio ni término ni meta;
sometido al don mágico que todo lo convierte,
y todo lo transforma, y todo lo interpreta.

Teniéndote a mi lado, la vida es vida-vida,
pero sin ti transcurre en tiempo de amarguras;
mi lámpara no arde, ¿a qué estar encendida?
y en el balcón el viento siempre gime por triste,
que a tientas tras tu imagen, por voluntad a oscuras,
en tu recuerdo sólo, el corazón subsiste.



Poema Confidencias De Amor de Marilina Rebora



a Rafael de Diego

I

La mecedora de la abuela
acunó mis años de infancia,
horas del arrorró y «La Pájara Pinta»;
después a su compás el corazón joven leyó los poetas,
y al andar del tiempo, con llanto y canciones,
me sorprendió en sus brazos, del amor, la dolencia.

II

Estás lejos, amor: te cubre el follaje;
la maleza de la distancia impide que te vea
y no puedo oírte ?sólo ruidos de pájaros
al despertar la aurora escucho?,
pero, más allá, tu voz amorosa suena
y me penetra para que sueñe contigo.

III

Esta es mi reja, amor, y estas son mis cadenas,
hechas con las horas, los días y los años?
mi existencia cruel por lo que te he querido,
ungida al deber en el tiempo sin límites.
Esta es mi reja, obligación de ser lo que soy,
aunque haya hojas más verdes temblando de rocío.
Aquí te espero siempre hasta un día que nunca llegará,
ese día de silencio que une a todos los que se aman;
y repito tu nombre aunque nadie me oiga,
imaginándome que me besas los párpados.

IV

Estoy sola en mi cuarto y bendigo el crepúsculo
cuyas sombras atenúan las cosas.
Apenas, lejos, una luz se enciende
y cubro con mis dedos los ojos fatigados.
¿Dónde estarás ahora, amor?
¡Cuánto, tú solo, me sostendrías consolándome!
(Cruel me sacude el timbre del teléfono.)

V

¡Corazón! No sabes cómo ha cambiado todo
desde aquellos días de los antiguos tiempos.
El cuarto perdió su tinte
al rayar de la aurora, aquel de cuando iba a verte.
Y ahora, al leer, mi mente se extravía. ¿A quién contarle nada?
En vano aspiro la fragancia del aire:
mi piel no huele a alhucema,
ese aroma que al irte me quedaba en las manos.

VI

Me he habituado a no verte pero no me resigno;
evoco tu figura, una sombra,
y al cerrar los ojos te oigo llamándome,
y me aprietas las manos que te tiendo
y las pones sobre las sienes para que sienta así tus latidos:
mientras, me sumerjo en tu mirada
y mi alma se queda en ti.

VII

Para estar tranquila he de sentirte vivir;
a pesar de todo, quiero saber que vives,
ajeno a mis dolores y a mi desconsuelo.
Y aunque lejos, distante, respirando otro clima,
mi espíritu adivinará trémulo
el hálito de tu alma en el espacio.
Y pensaré: «¡Dios mío, él existe!»

VIII

Cada día despierto: «¡Hoy vendrá!», dice el alma,
mas la noche me encuentra en soledad perenne.

IX

Ya sé que no me quieres… mas no me apesadumbra;
el amor no es perdido, lo absorben otras almas.
Aunque a distancia, corazones amantes
recibirán la herencia tal vez de mi cariño.
Tú mismo, sin saberlo, el día que declares
los hechos que marcaron jalones en tu vida,
en un postrer esfuerzo para que Dios te escuche,
dirás por vez primera: «¡Señor, ella me quiso!»,
y sonriente el Señor habrá de perdonarte.

X

Aunque no me quisiste, te ofrezco mi ternura.
Todo suena distinto al correr de los años;
tal vez un día escuches en cálida nostalgia
el eco de una voz que te cantara siempre.
Allá en los altos árboles anunciaba la alondra,
la calidez del sol estirada en los campos,
el frescor de los frutos en cestas rebosantes,
los centelleantes trigos, espigas de oro.
No me quisiste, amor; no importa
cómo vibraba entera el alma enamorada,
ni que ?alumbrando el camino del posible retorno?
esperaran cien lámparas en la cerrada noche.
Pero no me quisiste en horas de sazón;
hoy queda mi ternura declinando en el tiempo.

XI

Entonces, como en los cuentos:
«Fueron felices…» Pero tú no estarás,
tampoco estaré yo, que nos habremos ido;
miraremos los hijos desde una lejana estrella
y ellos serán dichosos, pues nuestro sufrimiento
les habrá deparado, de Dios, las gracias.

XII

Tal el antiguo cuento: «La Reina de las Nieves»;
a cada flor pregunto: «¿Dónde estará…?»
«¿Alguien lo vio pasar…?» Y contestan campánulas
que no le vieron nunca por el azul cercado.
Dios bendiga al errante, a quien espero
con aroma a alhucema para el abrazo.

XIII

Un día has de volver… ¡Dios mío! ¿Será tarde?
Y he de recibirte con júbilo.
Tan lejos los ayeres parecerán irreales,
sueños de niño en feérica tierra.
Será un país distinto, de habitaciones altas,
jardines colgantes y vidrierías.
Allí nuestras imágenes se mirarán de frente
y ?nuevas a los ojos? aparecerán nítidas.
Tú vendrás a mi encuentro sin palabras.

Y acaso un ave
?como en las primaveras de ayer?
cante, amor mío.



Poema Confianza En La Providencia De Dios de Marilina Rebora



No os acongojéis por falta de comida
y menos todavía por lo que el cuerpo cubre,
ya que más que el comer vale la propia vida
y más aún el cuerpo que lo que lo recubre.

Mirad las azucenas, no hilan pero crecen
y nadie se ha ataviado como ellas hasta ahora;
si Dios así las viste y de nada adolecen,
qué no os dará a vosotros cuando llegue la hora.

Son las gentes del mundo las que corren en pos
de tantas de estas cosas que el mundo les procura,
mas sabe vuestro Padre lo que habéis menester.
Buscad primero entrar en el reino de Dios
para que a Su Presencia podáis comparecer
y todo lo demás tendréis de añadidura.



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