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Poema La Mariposa de Marilina Rebora



Al pasar por la calle, cae una mariposa.
Revolando insegura se pierde entre la gente,
tornadizo vilano o pétalo de rosa,
burbuja de jabón, pajarita luciente.

Tras ella acude el alma, como ella, temerosa
de que tanto ajetreo le cause un accidente,
hasta que en tenue aleo detiénese y se posa
al borde de la acera, sin resguardo, imprudente.

Nadie ha visto la escena ni seguido la pista
del insecto, que, trémulo, no acierta a aventurarse?
tan frágil?, aferrado apenas a la arista
de la desnuda piedra, ardiente, del verano.
Mi corazón sensible no logra equilibrarse,
mientras la lanza al aire, decidida, mi mano.



Poema La Ley De La Vida de Marilina Rebora



Quisiera estar de acuerdo con la ley de la vida
?tal vez, la de la selva, al instinto fiada?,
según la cual se vive de acuerdo a la comida:
la bestia menos fuerte ha de ser devorada.

Y quisiera también aceptar la partida
?ya que sin consentirlo nos viene la llegada?,
sufrir, sin execrar al que odia u olvida,
como al rico que abruma a quien no tiene nada.

Y tan profunda siento la triste disidencia
que rechazo reacia tan duras condiciones:
mas vivir no es posible opuesta a la existencia,
las manos temblorosas apretando las sienes,
pese al compás armónico de nuestros corazones
y al amor que te tengo y que también me tienes.



Poema La Hormiga de Marilina Rebora



Sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
columpiase oscilante sin impedir que siga.

Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.

¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿Qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿Será acaso la brisa? ¿O tal vez el aroma?
¿Quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿Cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?



Poema La Arcilla De Khayyam de Marilina Rebora



¡Cómo insiste Khayyam con los muertos! ¡La arcilla!
La arcilla de las ánforas, la arcilla de la copa,
diciendo que allí están, y que, al rozar la orilla,
al beber, nuestros labios, se encuentran con su boca.

Que henchiremos la cámara que otrora ellos llenaran,
yendo a complementar nuestra capa en la tierra
con profetas, sultanes y sabios que pasaran.
(¡Yo sólo pienso en Dios, que nuestros ojos cierra!)

¡Ah, mi Dios! ¡Tú, el Unico que todo lo dispones!
¿Será cierto, tal vez, lo que Khayyam arguye
puesto que polvo somos y a polvo volveremos?
Pero no convirtamos, en la vida que huye
y en lo perecedero, las solas obsesiones,
sino en el alma eterna y en los goces supremos.



Poema La Antorcha de Marilina Rebora



Juntas, bajo el cristal, amoroso capricho,
la Virgen de la Linda Vidriera de Colores,
atavío en azul sobre encarnado nicho,
como ascuas centelleantes los vivos resplandores;

Nefertiti, la reina, que muestra de perfil
tan alargado cuello ?por fino, más esbelto?,
y que el rostro parece esculpido en marfil,
el cabello invisible en ceñidor envuelto.

Y a más, La Sirenita, esperando en la roca
los barcos que se acercan hasta el puerto danés.
Así la azul imagen, Nefertiti y su toca,
y el ser de sortilegio que aguarda en Copenhague,
alimentan la antorcha, para que no se apague,
ésa que en el espíritu arde con ellas tres.



Poema Khalil Gibrán de Marilina Rebora



No es suficiente dar, ni dar con alegría;
ni tampoco es bastante dar con renunciamiento;
menos, dar con dolor, un poco cada día,
esperando de otros el reconocimiento.

Y no basta ?siquiera? el dar por ser virtuoso,
aunque el alma egoísta, aleccionada, calle;
hay que dar, simplemente, como el mirto oloroso
que esparce, sin saberlo, su fragancia en el valle.

Más aún: es forzoso merecer ser donante,
que a través de esas manos diga Dios lo que piensa
y sonría dichoso detrás de la mirada.
El poeta oriental nos pone por delante
la sola realidad de la íntima conciencia,
testigos, como somos, sin ser dueños de nada.



Poema Incomprensión de Marilina Rebora



No comprendes, amor, cuál es mi sentimiento;
en vano lo traduzco y en vano te lo explico.
A veces me parece que ha llegado el momento
de aclarártelo igual que obramos con un chico.

No comprendes, amor, que todo lo que siento
?y en esto, ya lo sabes, ni dudo ni claudico?
es amor, todo amor, el dulce pensamiento
que instante por instante, por siempre te dedico.

Y… ¿comprendes ahora? Te quiero simplemente,
como si mi destino ya lo hubiese dispuesto
que nuestros corazones palpitaran iguales.
Es toda mi alegría el reposar la frente
sobre tu hombro, amor mío, ya que sólo con esto,
feliz, siento el resguardo de peligros y males.



Poema Historias… Historias… de Marilina Rebora



«En tiempos de las hadas y de la hechicería…
cuando la reina cruel consultaba su espejo…
el duende Trasgolisto su sábana extendía
y los siete enanitos pasaban en cortejo…

»Cuando la Cenicienta perdía su zapato…
cuando Caperucita visitaba a la abuela…
cuando las botas mágicas calzábase el Gato…
y, al par que Jack trepaba, crecía la habichuela…»

La niña, ya impaciente, con la historia termina,
colgándose amorosa del cuello de la madre:
«Pero, Caperucita, ¿no tuvo padre?
¿Por qué la Cenicienta se queda en la cocina?
¿Y cómo a vivir sola no se va Blancanieves?
¡No cuentes, madre mía, historias para bebes!»



Poema Espejos de Marilina Rebora



Mírate en el espejo que tu imagen proyecta,
esperando un instante a que se muestre clara;
verás, a pesar tuyo, la figura imperfecta
y las desarmonías patentes de la cara.

Sin contemplarte pues como estampa dilecta,
en tus propios defectos, exhaustiva, repara,
para reconocer por fin lo que te afecta
como quien llanamente una verdad declara.

A lo real concorde y en idéntico modo
habrás de examinar prolija tu conciencia:
sentimientos, virtudes, pasiones sobre todo;
comprobarás errores y lagunas de olvidos,
mas para tu consuelo ?que es también una ciencia?
piensa que Dios se vale de los arrepentidos.



Poema Es La Mansión De Ayer… de Marilina Rebora



Es la mansión de ayer, la de la infancia mía,
con ternura hogareña y calidez de seno,
que aún levanta la frente, a punto de agonía,
entre tanto derrumbe al que nada es ajeno.

Muéstrase melancólica el ala solariega
del loco enjambre antiguo ?hoy con seres distantes?
y a la sombra de madre, amorosa, se agrega
el tono protector, los ojos vigilantes.

Los niños la vivían, encanto de morada;
aromas de su patio, tímida madreselva
con los albos jazmines en la azul enramada.
Y guardamos silencio para que el alma vuelva
a recordar imágenes de los dichosos años,
sintiéndonos ahora como intrusos o extraños.



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