poemas vida obra manuel felipe rugeles

Poema Yo, Solitario En La Sombra de Manuel Felipe Rugeles



Siempre al caer de la tarde.

Yo, solitario en la sombra,

mirando el final del valle.

Oyendo la voz del río

que jamás cambia de cauce.

Yo, solitario en la sombra,

sintiéndome otra vez niño,

volviendo a ser el de antes.

Un aro azul distendido,

que va enredando el paisaje.

Un globo en el infinito

del espacio inenarrable.

Yo, solitario en la sombra,

no sé si acaso perdido

y sin volver a encontrarme.

Oyendo el agua del río,

mirando el final del valle.

Olvidando a algún amigo,

sin despedir los que parten.

Yo, solitario en la sombra,

por fin un desconocido.

Uno más. Un habitante.

Para creerme lo mismo

y pensar solo en el aire.

El valle es de oros tranquilos

siempre al caer de la tarde.



Poema Tu Presencia Y La Mía de Manuel Felipe Rugeles



Vamos a entrar ahora en el bosque

donde ya han esperado tanto tiempo los pájaros

tu presencia y la mía.

Vamos a oír las voces

del viento que en los árboles

se hermanan con el canto de los pájaros.

Vamos ahora mismo

hasta el alma del bosque,

por entre las hojas ya caídas, ya torpes,

volanderas sobre la tierra

y sobre el aire cálido de la mañana,

hasta sentir el corazón en verde revestido

como con el escudo a la corteza

de algo que ha de perdurar,

ocultando la savia que por dentro resume

todo nuestro existir.

Son antiguos desvelos,

sobre cicatrices ya viejas,

pongamos este arrimo de luz que nos ofrecen

las entrañas del bosque.

Vamos a entrar cantando

hasta encontrar la hebra

del primer trino en algún árbol.

Vamos a entrar despacio

hasta el follaje denso

donde el sol llega apenas en jirones,

dorando la tierra y las raíces de los cedros.

Tu presencia y la mía

en el bosque la esperan hace tiempo los pájaros.



Poema Por Mi Corazón Adentro de Manuel Felipe Rugeles



Soy montañés y lo digo

porque montañés me siento.

Madre: mirando uno el mar

de cerca se sueña lejos.

Parece que el agua tiene

la luz de todos los puertos.

Y en cada puerto hay un barco

que nos lleva a mares nuevos.

¡Cuánta nostalgia de ti

y de la aldea yo tengo!

Nostalgia de ver azul

de colinas en invierno.

De mirar verde en los valles

y mirar niebla en los cerros.

De beber agua en cascadas.

De cortar el maíz tierno.

De seguir con los rebaños.

De ver nacer los luceros.

Madre: los pájaros llaman

a la puerta de mi sueño.

Madre: la aldea camina

por mi corazón adentro.



Poema La Aldea de Manuel Felipe Rugeles



En mi aldea

cuando niño

nunca creí en otra aldea,

nunca soñé en otra tierra.

Recortaba sus crepúsculos

y apacentaba sus nieblas.

Cristales me daba el río,

pájaros me dio la huerta.

Con un caracol de monte

vida tuvo una flor nueva.

Preso entre cuatro horizontes

pasé mi niñez entera.

Después descubrí un camino

Nacido al pie de mi aldea.



Poema El Hombre de Manuel Felipe Rugeles



Este Hombre es el mismo que conocen los siglos.

Vencedor o vencido, filósofo o esclavo,

justo o impenitente, conforme o vengativo.

Este hombre es el mismo

que ha tirado el guijarro o ha aromado la venda,

que ha escondido el puñal o ha cortado la rosa,

que ha erigido el patíbulo o ha apagado la hoguera.

El que avivó la ira o prendió la alegría;

el que vistió la púrpura o el que anduvo desnudo

o lloró frente al mar o atizó la tormenta.

El mismo, el mismo hombre

que salvó las palomas o arruinó las abejas;

el del vaso de oro o el manjar de lujuria;

el que bebió del cielo o se hartó de la tierra.

El mismo, el mismo hombre

de la ardiente cruzada o el de voz tumultuaria;

el bandido o el mártir; el héroe o el misántropo;

el de lámpara o cruz o bandera en la diestra.

O el que desesperado sin esperar blasfema,

o el que ha hundido sus labios en la herida de Cristo

o el que ahoga su llanto profético en la sombra

o el que mide su vida por un grano de trigo.

Todos el mismo hombre que conocen los siglos.

Y en la historia o la fábula diciéndonos hermanos.

Y tú, Dios, perdonando la mentira y el odio

y la sangre vertida que corre en nuestras manos.





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