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Poema Memorial de Enrique Fierro



Vara alta de plátano falso,
octava maravilla salida de madre
cuando la tarde victoria sobre la muerte,
dibujado compás de dos por cuatro
que enreda la madeja
de astutos campeadores y pérfidos rampantes,
hilo sutil que acuña
colores minuendos a la luz de julio,
no te olvide la inevitable virazón para que puedas
?flébil jamás?
otorgarme la dicha de mirar el tiempo.



Poema Mar Pagano de Enrique Díez-canedo



La voz del mar es un clamor de furia,
de paroxismo. En el temblor del agua,
con espasmos de amor y de lujuria,
tal vez un mito divinal se fragua.

Líquidas trallas baten los cantiles;
y es tan tremendo el ímpetu que azota
los peñascos austeros y seniles,
que su masa en esquirlas salta rota.

El sol es como un ascua. Es un glorioso
pastor; desde los cielos deslumbrantes,
guía un blanco rebaño milagroso
de magníficas olas espumantes.

Mar, ¿qué quieres? Acaso en esta ruda
contienda, en este rebramar sonoro,
va a surgir otra vez, blanca y desnuda,
de entre tus olas Afrodita de oro,

y esas torsiones ásperas, supremas,
son del nuevo prodigio las señales?
¿O quieres, de tu azul, fundir dos gemas
para sus claros ojos inmortales?



Poema Mujer de Enrique Azcoaga



Mujer, mujer, espacio de mi vuelo!
¡Criatura eternamente merecida!…
¡Búscame más, adéntrate en mi vida
como en la tierra el mar, como el desvelo!

Trata de perseguirme, brinda el cielo
concreto de tus manos a mi herida;
no incumplas por frecuencia la rendida
costumbre de avivar mi desconsuelo.

En todo instante piensa que la pura
verdad de mi destino siempre quiere
lograrse en la bahía de tus ojos.

¡Que no tengo otro mar que la ternura!
¡Que el alma como gloria te prefiere!
¡Qué por tu luz son brasas mis despojos!



Poema Me Canta El Corazón de Enrique Azcoaga



Me canta el corazón como le canta
la savia fiel al árbol florecido;
me canta porque llego al presentido
cendal de tu ternura. No quebranta

la angustia mi canción, que nada espanta
a un corazón que canta prometido.
Me canta el corazón como invadido
de la tibieza fresca que te encanta.

Turba mi ser la alondra de tu vida
y el llanto arrepentido cae a tierra,
pues soy una congoja hecha armonía.

Me canta en las entrañas la encendida
balada de la dicha y se destierra
la niebla que hace al alma compañía.



Poema Me Asomé, Lejos, A Un Abismo de Emilio Prados



Me asomé, lejos, a un abismo…
(Sobre el espejo que perdí he nacido.)

Clavé mis manos en mis ojos…
(Manando estoy en mí desde mi rostro.)

Tiré mi cuerpo, hueco, al aire…
(Abren su voz los ojos de mi sangre.)

Rodé en el llanto de una herida…
(Nazco en la misma luz que me ilumina.)

Se coaguló mi llanto en sombra…
Carne es la luz y el nácar de mi boca.)

Dentro de mí se hundió mi lengua…
(Siembro en mi cielo el cuerpo de una estrella.)

Se pudrió el tiempo en que habitaba…
(Brota en mi espejo un cielo de dos caras.)

Huyó mi cuerpo por mi cuerpo…
(Bebo en el agua limpia de mi espejo.)

¡A mi existencia uno mi vida!
(Espejo sin cristal es mi alegría.)



Poema Media Noche de Emilio Prados



(Málaga, 6 de enero)

Duerme la calma en el puerto
bajo su colcha de laca,
mientras la luna en el cielo
clava sus anclas doradas.

¡Corazón,
rema!



Poema Mundo Mágico de Emilio Adolfo Westphalen



Tengo que darles una noticia negra y definitiva
Todos ustedes se están muriendo
Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
Volviéndose jóvenes las muchachas las madres todos mis amorcitos
Yo escribía
Dije amorcitos
Digo que escribía una carta
Una carta una carta infame
Pero dije amorcitos
Estoy escribiendo una carta
Otra será escrita mañana
Mañana estarán ustedes muertos
La carta intacta la carta infame también está muerta
Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu puerta
Esta es la casa de las mujeres que se están muriendo
Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
Mi lápiz era enano y escribía lo que yo quería
Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
No oyó lo que dije no se enteró
Sólo tenía ojos blancos
Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
Mis hijos o sus hijos
Cada uno tiene un periódico para leer
Los periódicos de la muerte que están muertos
Sólo que ellos no saben leer
No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
Ojos rojos ojos inmóviles
Bah no la quiero



Poema Mar de Eloy Sánchez Rosillo



Me entrego sin tristeza a ese rumor amargo
en el que el miedo agita con ira sus metales,
y, habitante de un mundo de muerte y transparencia,
obligo a mi mirada a vagar por un cuerpo.
Con urgencia golpeo sobre las decisiones
de un mar que no conozco, de un dolor que introduce
su noticia de sal en la herida reciente.
He abandonado el barro, la arcilla conocida,
para vivir al borde de un peligro que amo,
para buscar las manos que sostengan mi rostro
sobre el silencio neutro de las profundidades.
Parpadea un color, un informe lejano,
una constelación de sabores marchitos,
y una materia oscura, casi vencida, escucha
el vasto movimiento de un corazón insomne.

Se aproxima la noche.
Desaparece el rastro
que trazaron mis labios sobre la dulce piel
de un tiempo que latía.
Una piedra señala
el origen concreto de un orden sacudido.
y una mínima lumbre, una gota encendida,
encuentra al fin su lecho, su destino en la espuma.

La espera es una angustia que fluye lentamente.
Mis ojos amanecen enfrente de un deseo.
Ahora puedo gritar: un círculo de vidrio
observa los caminos que el sol abre en el agua.

14 de abril de 1974



Poema Mujer Cosiendo de Eliseo Diego



Afuera está el escándalo
del sol,
y la garganta
de la cal desollada que responde
bramando de terror:

la zarabanda
maníaca de la luz
-la quema grande.

Y adentro, fresca, la penumbra
como un baño de paz
-agua del bosque
de la eterna delicia-
la penumbra

en que tu aguja salta
-leve
pececillo de lumbre
y a la tela
vuelve otra vez
iluminándonos



Poema Muchacha De La Madona de Eliseo Diego



Hiere el perfil de la Madona
su delicada perfección lastima
los ojos insaciables; ella
no tiene culpa: es ella, la muchacha,
la que borda la luz, la que sonríe
junto al pozo del año, frágil,
menuda hija del vecino
de siempre, sólo ella; pero,
ligeramente vuelta, ladeada
no más un poco hacia la gloria,
el otro
le roza el pelo, se le aparta
si ella lo mira, se hace música
para el dibujo de las manos: hiere
su transparencia, su piedad lastima.



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