poemas vida obra m

Poema Meta Inalcanzable de Ibn Sara As-santarini



Con empeño busqué agradar a los hombres,
pero satisfacerlos
es una meta inalcanzable.
Creo que la templanza es un tesoro
para el buen caballero
y la piedad es la virtud
donde mejor depositar la confianza.

(Traducción y recopilación: Teresa Garulo)



Poema Música Del Poema de Humberto Mello



la poesía no toca en la radio o en las discotecas
porque la música del poema no es para bailar
y en el delirio banal de la nación la poesía no elige
modas
porque la música del poema no es para bailar
nadie danza un poema en la televisión
porque la música del poema no es para bailar
pero la música del poema es irresistible
y hace siglos los locos y los poetas
la bailan sin parar

(POEMA ORIGINAL EN PORTUGUÉS)

a música do poema

a poesia não toca no rádio ou nas boates
porque a música do poema não é para dançar
e no delírio banal da nação a poesia não elege modas
porque a música do poema não é para dançar
ninguém rebola um poema na televisão
porque a música do poema não é para dançar
mas a música do poema é irresistível
e há séculos os loucos e os poetas
a dançam sem parar

(Traducción: Humberto Mello en colaboración con Nora Méndez y Dina Posada)



Poema Mujer Dormida de Hugo Gutiérrez Vega



Nuestras vidas son los ríos
Jorge Manrique

Desde aquí veo tu casa
rodeada por el aire
de esta mañana lívida.
Veo tu puerta cerrada
y el balcón entreabierto,
siempre entreabierto
para librarte de los sueños malos.
Me asomo y veo tu cuerpo
entre las sábanas,
siento tu respiración lenta.
Todo está vivo.
La sangre cumple su trabajo
y transcurre sin prisa
por tus sienes
para que tú te duermas.
Miles de vidas siguen
en un solo, prodigioso segundo
de ese tiempo tan diferente al tiempo
que nos manda a la calle
y nos dicta sus leyes,
nos obliga a correr y va pasando
como pasan los ríos.
Siento tu desnudo
creciendo en la cama.
Un cuerpo dormido
nos entrega la paz del mundo.
Me voy sin hacer ruido.
Te dejo en el país
construido por el sueño.
Al irme siento que sonríes.
Los ángeles del otoño,
con un dedo en los labios,
le ordenan a la vida
que no te despierte.



Poema Mitla de Homero Aridjis



Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras

Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora

Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere

Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío

En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas



Poema Mirándola Dormir de Homero Aridjis



Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.
En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo.
Traídos y llevados y atentos.
Y ella bien oculta.
Máscara de siete ojos.
Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la
inclinación de su cuello, de su desplazamiento.
Regocijada entre los números inexactos de su memoria.
Niña loca, joven de burdel.
Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que
tremolan.
Desnuda de tiempo en horas anormales.
Vaporosa bruta.
Dormida satisfecha en su abundancia.
Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal.
Apuntando, y atravesados por venas azules.
Qué murmurar sanguíneo.
Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y
erectos; libres.
Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella.



Poema Mirándola Dormir (fragmento) de Homero Aridjis



Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.
En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo.
Traídos y llevados y atentos.
Y ella bien oculta.
Máscara de siete ojos.
Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la
inclinación de su cuello, de su desplazamiento.
Regocijada entre los números inexactos de su memoria.
Niña loca, joven de burdel.
Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que
tremolan.
Desnuda de tiempo en horas anormales.
Vaporosa bruta.
Dormida satisfecha en su abundancia.
Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal.
Apuntando, y atravesados por venas azules.
Qué murmurar sanguíneo.
Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y
erectos; libres.
Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella.



Poema Miradas de Hilario Barrero



La niebla empaña mi mirada

y al pasar por el lago

ve dos cisnes felices

que escriben en el agua

un mensaje secreto

con mala ortografía y tinta seca

que yo puedo leer y tú no puedes.

Tú crees que son dos patos

que volando hacia el Sur

hacen tiempo en el lago

cebándose de pan

que les dan los vecinos.

Dentro de poco ya no estarán

mis cisnes ni tus patos,

yo seguiré nublado con la niebla

y tú verás más claro cada día.



Poema Museo de Héctor Rosales



a Manolo Belzunce

En este espacio quedó el dolor citado,
en esta misma arruga
cultivó la muerte su itinerario.

Aquel cuadro pertenece al Suicidio,
el famoso pintor
que vivió en tantos estados.

Si miran a la derecha
encontrarán la cocina del pánico:
un ojo donde arden almanaques
encendidos por un fuego incontrolado.

A la izquierda de aquellos disfraces,
sobre esa sarcófago de papeles
yace un poeta embalsamado,
su notoriedad se debe a
una extensa obra alegórica
(la ?Historia de los Gusanos?)

cuyos primeros versos decían:

?En este planeta queda el dolor citado,
en este mismo museo
cultiva la muerte su itinerario?…



Poema Mineros Uno de Héctor Borda Leaño



Caminas todavía entre sílice y cal,
entre martillos
con lacerado pulmón que te acompaña
en la tos terminal de tu apellido.

¿Subes acaso, desgastando sueños
que en cachorro de ruido y polvareda
encoraginan puños y adjetivos?

Atento ante la muerte,
drásticamente amortajado un hueso
reseco en sus raíces
enumeras tu pan y las heridas
de tu famoso grito,
de tu rabia inconclusa
y la prédica inmemorial de tu andadura.

Subes o bajas desbastando sombras
con la luz consecuente de lentos lamparines,
te lleva de la mano un salario agostado
y te llevas tú mismo y sin pretextos
como tapa de tumbas desmedidas.

Está tu grito tenso,
tu joroba ancestral,
la tenaz ilusión de hollar la roca
sin macular sus sacras desnudeces,
está el trajín de tus zapatos
cloqueando en los charcos de tus charcos.
Sin embargo prosigues,
martillo de ocho libras, barreta, dinamita,
como puñal sangrante en medio de la veta
vistiendo de crepúsculos
el tendón magistral de tu estatura.

Sin embargo prosigues,
yugulada tu voz entre las sombras,
tributario de orígenes, nictálope veraz,
locura sin retorno entre cristales
de venenosos filos trasnochados.

¡Cuánto más! Un salario de alcoholes edifica
catástrofes de coca,
secretos rituales, donde la muerte misma
empieza a retejer sus misereres.

Sin embargo prosigues,
cerrado a cal y canto en tus angustias,
debajo de tu piel un puño alzado,
debajo de tu piel el hambre y los fusiles.



Poema Magnificencia de Hebert Abimorad



había magnificado hasta las pequeñas cosas
que a mi regreso
casi no pude entrar por la puerta



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