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Poema Muchacha En La Ventana de Jon Juaristi



Fumas. La tarde lenta
de julio va cayendo
sobre el cercano mar.
En esta larga huida
de la luz, solamente
la brasa del cigarro
y la brisa que mueve
los dos geranios mustios
parecen desasirse
de la paz mineral
(tan oscuros e inciertos
el mar de piedra pómez
y tus cabellos húmedos).

«Diario de un poeta recién cansado» 1985



Poema Maestu de Jon Juaristi



A Javier Monedero

Río del tiempo
que cruza el alma
fluyendo siempre
desde el mañana.

Orillas mustias
por donde pasa
lánguida y lenta
su lengua el agua.

Juncal del sueño
junto a la mansa
corriente. Lecho
de piedras blancas.

Sobre las ondas
sombra de garza.
Manos del viento
desmadejadas.

Ay, devolvedme
los campos de Álava,
el terso llano
color de espada,

la Fuente de Ocho
Caños que mana
el bebedizo
de la nostalgia.

Dadme el sol pálido
sobre la plaza:
aquel perfecto
sol de la infancia

(luz taciturna
que presagiaba
el nacimiento
de la palabra).
Sí, devolvedme
la voz del alba.

Inédito



Poema Mella de Jesús J. Barquet



(según la foto de Tina Modotti)

Así, de perfil, ¡qué importa
que fundaras partidos inservibles
y reverberaras en la historia y la vagina
irredenta de Modotti!
Así, de perfil, tu imagen
de Apolo deshollinador de tanta
fealdad cotidiana, esa mitad
de tu rostro de atleta que su cámara fijó,
de macho legendario ensimismado paseándose
por nuestros libros de texto y por la épica
insular de Lezama, ¡cómo no iba
a provocar en mí
adoración y dolor a la vez!,
ahora que sólo eres
una pérdida ilustre
y no un férvido amante ejercitando
sobre mi cama su mejor
praxis.



Poema Mina 1004 de Jeannette Lozano



Arder, yo vi a mi abuela arder.
Agosto. Chihuahua, 1956. Ella ardió,
su fuera y su dentro, ardió en la calle Mina 1004.
Vi a mi padre envolverla en una sábana, el colchón ardía;
las cortinas, la alfombra, su vestido
ennegrecieron. Todo lo recogió.
?No hagan ruido, su madre está cansada?.
Lo vi salir de luto esa tarde de agosto con su corbata negra.
La recogió. Ceniza y llanto recogió.

El humo de la abuela en el zaguán, las tías
sorbiendo ásperos los grumos del café.

Había que borrar lo oscuro que dolía,
disolver la sal, el llanto,
abrazarse y sofocar el temblor del viaje.
Escuchar a Paul Anka y en la falta de pulso
rayar el disco de 45 revoluciones por minuto.

Por minutos vivía, por minutos ese
cansancio púrpura sobre las frondas de los álamos.
Pero luego, bajo el vidrio en el cedro
vi disolverse el rostro quemado bajo el humo.

Ella, mi madre, también ardió. En lágrimas su sonrisa apagada:
?Arréglame el pelo?, me dijo, ?déjame salir
a ver si ya está seca la ropa?.

Tuve miedo que sus pasos lentos no volvieran.
La tersura de la hoja la muerte carcomía,
el reseco peso de la hiedra se desprendía del muro,
y el florero en la cocina sin flores.

Encerrada en su cuarto, con su muerte, y yo
con el filtrarse el viento
que se llevaba el polvo de los sicomoros.

(Poema inédito proporcionado por la autora)



Poema Me Asomo A La Noche de Jeannette Lozano



I

Sombra muerta
el corazón del mar
entre giros de viento
hundiéndose al primer asomo. Muerta
la sombra.

II

Vacías barcazas, como si llevaran muertos,
se deslíen
borrosas. Las recuerdo
en las (transparentes) manos
que (aún) se buscan.

III

Brillo sobre ruinas
ignora el ojo
en el paisaje de blancas piedras.
Cosechamos
muerte
ante altares vacíos. Lamentamos después
la derramada ausencia, los pasos callados en la niebla o bosque
que vinimos a ser.

IV

Redondo el viento alza
algunas hojas, acicala
el pájaro su canto
en la (desgajada) rama, abandona la prisa
del álamo.

V

El nombre inventa la forma
y aún así no hay nada fijo. Transcurre
serena en su saber
el agua, arrastrada por sílabas dispersas:
música su silencio, desprendido.

VI

Contra el cielo las nubes se desangran.

VII

Y el pájaro
acicala su canto (ebrio)
en la desgajada rama,
la prisa lo abandona, entrega entero
el reflejo del olmo. Ya en la fuente
pregunta
si en el vuelo del canto
se alza
hacia un cielo mayor.

VIII

Cortado a la luz de la vela el diamante,
luz plana en el río,
desnudos nos deja.
Una es la huella,
húmeda semilla, te toco,
revientas en mí,
oh única indivisible mancha
que me impregnas.

IX
Caen (heridas) las hojas, su rojo
brillo
es la palabra
que mira la (naciente) cresta. Y más
que mirar
es el señalamiento (o dedo)
de Dios.

(Poemas inéditos proporcionados por la autora)



Poema Marzo 10, Ny de Jeannette Lozano



I

Silencio blanco, sin pájaros,
y los árboles al soplo (nubes)
del ritmo del paisaje.
Entre lo que surge y lo que se va,
nieve deslíe la roca. Y el sonido del viento:
voces inciertas que lejanas
hielan
nuestras dubitativas acciones.
Una leve señal (un disparo) involuntaria
se retira de la Idea.
Desliz hacia la nada en un desierto
(presiente ya el temblor).

II

Nuestras vidas se vuelven otras vidas,
inacabadas como brillo de cristal
inacabado, y recordamos
lo fresco del rocío,
ya hoja quebradiza.
¿Somos historia? No, la mancha
invisible de la historia somos, humo
de imposible transparencia,
pero también el agua entre los robles. Mientras
tanto
sorbemos de la taza el amargo café
en que nos detenemos, inclinados.

III

No historia, sino aliento en busca
de reverdecidas ramas.
Lloraste desleído el fulgor de esas ramas
y tuve miedo de en lo oscuro ver
con gélidos ojos de muñeca,
barca en lago sin agua, barca vacía.

De tus pupilas
vi nacer el mar, claridad inefable.
Años, túneles, torres electrificadas
recorrerías para encontrar mis manos.

IV

El miedo es encontrar, pues encontrar
es encontrar la propia semejanza.
Pero también dudar, alucinado,
no asimilar el sueño inexplicado.
Interpretar los sueños
todavía constituye nuestra peor pesadilla.
¿A quién representamos? ¿Qué parte del insecto encierra en sí el veneno?
Cada estación, como cada palabra,
trae su muerte –apenas alcanzada, remanso
de espaciadas violetas.
¿Y el logos, Heráclito, para qué quiero un logos?
Todo lo que busco es alojar la luz
en otra luz? Que juntas, justas, den Negro.

V

Difícil encontrar la otra parte del fuego.
No aguja en el pajar, ojo enhebrando.
De seda el hilo, suelto el hilván, entrar y salir
sin mancha
dejar
en la textura.
Fina Angelina se acercó cada día al temblor de la ceniza
extinguiéndose
en los pasillos de las altas mansiones.
Candiles sin brillo, mesa sin pan, deshilados manteles.
Costras de cera recordándonos…
Oigo los pasos de mi madre,
el miedo.

VI

Ciruelo reflejado en los cristales, otoño
cayendo, flacidez y deseo, contradicción
de la naturaleza a vendavales
volviendo a una primera imagen:
el chorro cayendo entre las piedras,
y el cachorro, su fuerte ternura, en la pradera
al borde de la floresta, la saliva
en la lengua de la leona, los círculos de fuego
en sus ojos. Ay, existir siempre a destiempo.

VII

Sílabas con aroma de jazmín, tiestos cansados
y gastados cimientos, sentimientos
que revivimos sin conseguir acomodar
en relación con qué casas deshabitadas.
A las cinco el silencio del sacrificio
y la luz sobre el gallo, campanadas
sobre el húmedo pasto, insectos en las hojas
y el grito de las urracas. Ecos
de Dios, ¿de Su palabra? Morimos
muy abajo del cielo, ancestral
distancia que nos hunde
en la primera y única raíz: amanecer, sonidos.
Cielo de espejo, tierra de sepulcro.
No hay conclusión, no hay final. Hilo
y textura,
la luz del fruto, fría, dentro de mí.

VIII

Mejor ceder al resplandor
del horizonte, irrefutable.
Sueño de Dios la vida, no en paz los dioses
que inventaron la guerra y la palabra, legado de los muertos.
El fuego nombra. Con él hablamos
acerca de la luz, hablamos, con él, luz.
El compartir engendra el primer rayo
de sol, como el que veo caer sobre el marrón plumaje
del gallo (negación).
Hablar de Dios, hundirse
en la incertidumbre.

IX

¿Medir nuestros sentires? ¿Cómo?
No hay medida para el miedo del alma.
Veces hay en invierno en que el secor aún arde.
Yo vi la luz en él, arreciando.
Frías sus manos
hablaban de lo irreversible.
El colibrí se nutre de la flor,
pero nosotros sólo de deseos.
En silencio miramos blanco el cielo
y ocasional un vuelo
dispersa lo violeta del paisaje,
para un sol que de golpe húndese
sin saber que ya antes ascendía.

X

De raíces nos habla esta luz
cuyo ser se pierde
en el frío corazón del agua.
Oigo y no oigo, entro sin entrar
a la serenidad
del mar tendido
hacia el silencio o risco de la noche.
Sombra la luna de agosto,
vuelo de un ave,
todo acercándose. Realidad que no alcanzan
nuestras vidas.

Nueva York, 2000

(Poemas inéditos proporcionados por la autora)



Poema Me Hice En El Silencio… de Javier Payeras



me hice en el silencio
de horas junto a nadie
esperaba
no sé a quién
sólo esperaba
no decía nada
todo sucedía a mi alrededo



Poema Malditos Sean de Javier Payeras



malditos sean los lunes
con sus labios muertos
con sus devaluaciones y fragmentos
con el agua envenenada de tiempo
con la tierra estremeciéndonos los huesos
el lunes
es el día favorito de los acreedores y las plagas
perfecto para asesinar por dinero
para colgar de los buses
y subrayar los periódicos
la ciudad es un eterno lunes podrido
se vive para asolear la sangre
para ser regañado/atropellado/eliminado



Poema Madrigal de Jaime Torres Bodet



Eres, como la luz, un breve pacto
que de colores fragua su blancura;
y en iris -como a ella- te figura
de la nieve menor el prisma abstracto.

Dejas, como la luz, un sordo impacto
de sombra en la retina y, por la oscura
huella que de su tránsito perdura,
recuerdo el esplendor de tu contacto.

El cristal te deshace, no el acero;
aunque, más que el cristal, la geometría,
pues transparencias sin aristas nunca

lograron traducir tu ser ligero.
Y, por eso tal vez, el alma mía
te descompone cuando no te trunca.



Poema Mujer de Jaime Torres Bodet



¿Qué palabras dormidas
en páginas de líricos compendios
-o al contrario, veloces,
azules, verdes, blancas, recorriendo
los tubos de qué eléctricos letreros-
debo resucitar para expresarte,
cielo de un corazón que a nadie aloja,
anuncio incomprensible,
mujer: adivinanza sin secreto?



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