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Poema Marcas de Juan Gelman



La del vestido blanco era una tarde unas tetas el mundo
torpemente atacado por cuartos altos grises
jugando a hombre y a mujer ya tan temprano
los niños preparaban los actos de la noche esas tetas
de inclinada a su mujer con alarmas entregas con rumores
de la pasión bajo su miedo y un falto que indicaba las leyes
del varón
tetas dulcísimas o dadas
donde sonaba un piano un espectáculo redondo en su mudez
piano de leche abierta a los terrores de códigos violados
dos niños como un ciego
procuraban sus límites inciertos sus piedras sus fronteras
creaban la tristeza la magnífica que viene del amor
la gran clausura la delicia
carne como una inmensidad
y un silencio de sangre su olejae contra el tímpano
la ajenidad del mundo
las tías que invitaban a come



Poema Mi Padre de Juan De Dios Peza



Yo tengo en el hogar un soberano
único a quien venera el alma mía;
es su corona de cabello cano,
la honra es su ley y la virtud su guía.

En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fe con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.

La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.

Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como Cristo el Tiberíades,
de pie sobre las horas encrespadas.

Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.

Me ha dicho: «A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al más ligero soplo se deshoja.

»Haz el bien sin temer el sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.

»Si eres pobre, confórmate y sé bueno;
si eres rico, protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado.

»Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»

Este código augusto, en mi alma pudo,
desde que lo escuché quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!

La nobleza del alma es su nobleza,
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quisiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
estos dignos de su nombre sean.



Poema Minimales (12) (fragmento) de Juan Calzadilla



Los dioses de la zona tórrida
llevaban macanas.
Ahora llevamos macanas
pero no somos dioses.

La visita que a la pirámide Tikal iba a efectuar la
comitiva concluye en el desastre aéreo donde todos los pasajeros
de la nave perecen
sin que ninguno de
estos

acertara a divisar desde el aire, momentos antes,
cuando el avión sobrevolaba el aeropuerto de Santa
Elena en un último intento de aterrizar, la famosa
pirámide maya.

Por algo se le dice al hombre viajero: su misión
consiste en pasar. En cambio
la
pirámide
siempre queda



Poema Muy Graciosa La Doncella de Juan Boscan



Muy graciosa es la doncella,
¡cómo es bella y hermosa!

Digas tú, el marinero
que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero
que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico
que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.



Poema Meditación de Juan Arolas



Yo te veo, Señor, en las montañas
que soberbias se miran en su altura,
dó reciben la luz con que las bañas,
antes que este hondo valle de tristura;

y en el último y lánguido reflejo,
que recogen del día moribundo,
cuando su altiva cumbre es el espejo
de las sombras que caen en el mundo;

y en su color azul y nieve fría
que oculta la preñez de los volcanes,
como encubre falaz hipocresía
de infame corazón pérfidos planes.

Que tú les das la niebla matutina
que se pierde por leve y vaporosa,
tú les enciendes llama que ilumina,
tú su cráter entibias y reposa.

Desataste en sus cimas y pendientes,
para calmar la sed de los mortales,
las cristalinas venas de las fuentes
y escondiste en su seno los metales.

Mas ellos ambicionan el tesoro
que previsión de un padre les encierra,
no pueden apagar la sed del oro
y rompen las entrañas de la tierra.

¡Metal de execración! ¡metal maldito,
cuya pálida luz cegó los ojos,
doró deformidades del delito
y alumbró los desórdenes y enojos!

Yo te veo, Señor, en los breñares
poblados de malezas muy bravías,
en los altos, difíciles lugares,
dó el águila renueva largos días,

el águila que es hija de los vientos,
con su nido que es campo de batalla,
lleno de los despojos más sangrientos
del vulgo de las aves que avasalla,

sombría como el sitio donde habita,
de furibundos ojos y de garras
duras como las peñas que visita,
corvas como moriscas cimitarras.

Que tú para cortar los aquilones
la fuerza muscular le diste en prenda;
te busca por las célicas regiones,
por eso mira al sol como a tu tienda.

Tú contaste sus plumas más ligeras,
como cuentas los árboles y frutos,
los átomos que cruzan las esferas,
y hasta la eternidad por sus minutos.

Yo te veo en el mar: en la ola verde,
azul, o sonrosada que camina,
que con orla de aljófares se pierde,
mientras otra más alta se avecina.

También cuando lo tienes en bonanza,
para el pequeño alción que a sus cristales
fía su hermosa prole y su esperanza,
mientras atas furiosos vendavales.

Y en el cetáceo enorme que entre hielos,
que muros de cristal pueden decirse,
alza dos ríos de agua hasta los cielos,
y agita el mar del norte al rebullirse;

que herido del arpón, iras alienta,
con su sangre las aguas enrojece,
y las pone agitadas en tormenta…
¡Tanto puede su mole que padece!

Tú le diste los mares por presea
donde tenga por lecho las bahías
el boreal y antártico pasea;
por abismos de espuma tú le guías.

Yo te veo, Señor, en el insecto
que busca en la camelia nido y casa,
con las galas de adorno tan perfecto
que unas púrpura son, otras son gasa;

y en el que enamorado de su pompa
se contempla en la fuente bulliciosa,
y en el que chupa almíbar con su trompa,
y en el que se adormece en una rosa;

y el que queda suspenso ante las ovas
mecido en equilibrio con las alas,
y al parecer les canta dulces trovas
que solo entiendes tú que a ti te igualas;

y en el reptil que turba ninfas puras,
que por su cauce nítido se alegra,
y el que por las musgosas hendiduras
asoma su cabeza verdinegra.

Tú has vestido de flores las colinas
cual nunca Salomón se engalanara,
cuando a ruego de hermosas concubinas
ídolos en los bosques adorara.

Tú has dado los aromas y canelas,
papagayos hermosos y parleros,
búfalos, elefantes y gacelas,
cedros, palmas, acacias, bananeros.

Que tú eres el principio de ti mismo,
sin contar el origen de tus días,
grande en la inmensidad y en el abismo,
dios de eternas venturas y alegrías.



Poema Marcha, Despiadada Y Cruda de Juan Arolas



Marcha, despiadada y cruda,
pues me quemas con tus besos,
al lucir casi desnuda
tantas gracias y embelesos.
Sol que en el cenit me abrasas
sin una nube en tu cielo,
yo te pondré dobles gasas,
y no te veré sin velo:
sobre un lecho encubertado
te he hacer cubrir de flores,
y serás vergel cerrado,
do se oculten mis amores.

¡Judía, que por fortuna
de mi ser eres sirena,
como tú no vi ninguna,
ni cristiana ni agarena!
Tú te ríes y te alegras
cuando en mí los bríos faltan,
mientras tus pupilas negras
ebrias de placer te saltan.
¿Quién ha de romper tus lazos?
Enamoras, avasallas,
y un día de tus abrazos
rinde más que cien batallas.
¡Deja tu delirio ciego!…



Poema Maternidad de José Pedroni



(Fragmento)

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

-El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido-,
Si mi mano te toca,
tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río…

Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día que las madres y la recién casadas
vienen por los caminos a las mismas cantadas;
el día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca…
-tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata
tenga catorce noches y espolvoree plata
sobre la paz del monte; tal vez el villaje
llueva calladamente; quizá yo esté de viaje…-
Un día un dulce día con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento,
y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada…



Poema Maleficio Condal de José Miguel Ullán



abandonarse a la pasión (pecado) y, a la ventura, faltar contra el
orden (muerte).
Recomenzar hasta la aurora.
Y, al fin, quebrar la soberana argolla de la marchita libertad.
Pues ¿qué lujuria sin mazmorra grana?



Poema Miro Cantar La Vida Como Fuente de José María Valverde



Miro cantar la vida como fuente
al pie de mi ventana desdeñosa;
miro estallar las gracias de la rosa
y no embriago en su olor mi triste frente.

Está el mundo lejano en mí presente
doliéndome y latiendo, cosa a cosa,
y toda la tristeza misteriosa
de la vida me embriaga en el poniente.

¿Y eso es todo; mirar, sentir la vida?
¡Qué más quisiera yo, en la primavera!
Mas ¿qué hacer, en las manos del mandato,

sino servir? Y ya, la orden cumplida
y muerto tras mi voz, sólo me espera
esta paz orgullosa de algún rato.

De «Nuevas elegías. Anticipo»



Poema Mi Angustia Amargará La Brisa Pura de José María Valverde



Mi angustia amargará la brisa pura
que no tiene complicidad contigo;
mi soledad ya enturbia el blanco trigo
que crece sin pensar en su dulzura.

…Te le has ido a sembrar otra ventura
por los surcos calientes de un amigo
y a fuerza de pensar no te maldigo
porque nunca te dije mi amargura.

Yo sólo fui el autor de mi derrota;
nunca te dije nada y hoy no puedo
ni tener con razón melancolía…

Me engañaré, diciendo a mi alma rota
que, con mi verso, intacto y fuerte quedo…
cuando eras tú quien todo lo ponía.

Publicado en Garcilaso, agosto de 1943



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