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Poema Lectura Crítica de Maricruz Patiño



Leo:
?Toda la vida por un minuto de gloria?

Me pregunto:

¿Valdrá la vida un minuto de gloria?
o

¿No será la vida, la gloria sin minutos?
o bien

¿Será el minuto la vida o la gloria?
quizá

¿La gloria sea tan sólo un minuto de la vida?



Poema La Abuela de Maricruz Patiño



Así llegó la madre de mi abuela
a la Habana,
altiva hija de un continente antiguo
y ni el sol de las Antillas pudo arrancar una destello caribe
a sus mejillas
Así llegó la bisabuela a la isla
asombrillada.



Poema Liturgia De Águilas (fragmento) de Mariana Bernárdez



Muero sin morir en ti
y de tanto morir
nunca llegar a la muerte en sí

Tener sed y no encontrar el agua que sacie la lengua
Sentir temblor y no palabra que apacigüe
Buscar sin entender que el cuerpo no se rompe
que la boca es insuficiente
para limitar manos y pies que no andan
aunque mucho polvo hacia el templo hayan dejado

Sopla el viento
primera pulsación de la presencia
aire que alienta las palabras de la garganta
y del pensamiento hasta los labios

Las palabras se pronuncian entrañando gesto
brazos que tocan a través de las manos
que expresan su conmoción para llegar

pero nada tocan sino el aire
y a veces otras manos
que no son abrazo
que no son sino sólo manos
y las tuyas van perdiendo su propio movimiento
bailan en la fluencia del tacto que nada dice
por qué si hay dentro
las manos
los dedos
las uñas
olvidan el soplo del viento.

Habitarse
dentro
para no habitarse

Despeñarse
caer más adentro
porque no se puede no caer
cuando no se puede no subir

porque llevo muchos días siguiendo tu sombra
entre las hojas de los árboles
escuchando el ruido de tu aliento
desbrozar agua en canastilla
y sigo tus huellas por ese polvo que pisas
y me basta para recordar tu mirada
canto de amor de otros tiempos?

Cómo me calaba el silencio
el frío de la montaña
el aire húmedo y espeso
cuánta agua anegándose
por no diluir las frases del rostro

Lee dentro de mí?

Tras tus huellas he dejado las mías
escarpadas
y riscos en hielo derritiéndose
cuerpo pequeño para contener el latido

¿quién perseguía a quién
quién dejaba a quién?

cómo olvidar ese día
estabas a unos pasos
y yo de frente
detrás el despeñadero
la lanza en la diestra

todo era silencio

un fragmento

la lanza rebotó contra las piedras

sabor a musgo en mi boca

la lanza

ninguno había matado

comencé a escuchar tu voz en mi descenso

Palabreo

Siento el peso de la redondez
cuando digo desesperación
y sé que no debí tirar la lanza
cuando deletreo d e s e s p e r a c i ó n
y sé que no debí dejar el rastro.



Poema La Vida Huyó En El Lamento… de Mariana Bernárdez



La vida huyó en el lamento de no tenernos
imposibilidad que me aventuró a otras tierras
y a ti a otro cielo.

La piel se nos fue transparentando

Dejaste hijos que contarían
que el abuelo en vez de ojos
tenía mordidas de noche

Yo me enredé en papeles
de tonalidades blancas
que olía en busca de una tierra
que me punzaba el vientre

Los perros se morían
y las carreteras ya no eran cruzadas por burros
Recordaba tu mano recogiendo
humo hacia tus labios
y la música lenta adormecía hasta ese lamento
que subía desde los pies

No recuerdo con claridad la última vez de tu rostro
no conservo más que una fotografía en una feria
ni siquiera sequé una de esas flores que me diste
mordiéndote el amor como si dijeras por descuido
una blasfemia

No recuerdo tu cuerpo
ni tu olor
ni un poco el tono de tu voz
pero sí el vibrar del aire
el embestir del miedo
al sentirte arrebatándome

Y hubo otros días
con otras historias
y tardes fumando
ante un tinto sin paladear
con la resignación absurda
de no pronunciarte

Y cuando el mundo se acortó por un sol
que ya no iba a ser para nosotros
oí tu risa como cascada rota
y fue la primera vez que tomaste mi mano
para bailar en un kiosco vacío.



Poema Los Sábados de María Victoria Atencia



Los sábados teníamos de par en par los ojos
enseñando las luces doradas del domingo,
mientras iban las horas resbalando su carga
de ilusión en nosotras.

Sentadas en pupitres, en filas o en recreos,
pensábamos el día perfecto cada una
con un sol, sus películas y su adiós en la calle
al niño que llevaba nuestro nombre en su frente.

Volar era la clave escrita en nuestro ánimo.
Soñábamos con puertas y con la interminable
escalera que parte el monte en dos mitades,
donde un coche esperaba nuestra vuelta más rápida,
llevándose un viaje de alegría hacia el centro.

Mas pasaba el domingo, y con él los proyectos
de toda una semana extrañamente larga;
y el resultado era arrastrar la nostalgia
seis días como puños.



Poema Lavadero Viejo de María Victoria Atencia



Cóncavas piedras vienen a recibir mi hato
con un frescor que acepta mi mano en su recinto.
Guardo turno en el húmedo corredor subterráneo:
doy paso a las rameras y al ajuar de los muertos.
Públicamente expongo al agua mis razones.
Su corriente no sabe más pasión que el olvido.



Poema La Rueda de María Victoria Atencia



Verdad es que en el mapa figuraba distante, que una rueda
de mi maleta iba gimiendo, y que en las bocacalles
su cansancio exponían con razón mis tacones.
Signos quizás de pérdida -de la esperanza al menos- en la ciudad oscura,
con mi mapa y más calles de rótulos vedados. Y ese joven
que no sabría decirme sino el raído azul de su bufanda
cuando busco un cobijo, de palabras siquiera.
Andar y desandar con la ciudad ajena como albergue
no mío: dádiva y negación a un torpe rodamiento
que, de improviso, si esta es la Torre de la Pólvora,
acalla su insistencia en dar fin al viaje.



Poema La Marcha de María Victoria Atencia



Eramos gente hechas al don de mansedumbre
y a la vaga memoria de un camino a algún sitio.
Y nadie dio la orden. -Quién sabría su instante.-
Pero todos, a un tiempo y en silencio, dejamos
el cobijo usual, el encendido fuego que al fin se extinguiría,
las herramientas dóciles al uso por las manos,
el cereal crecido, las palabras a medio, el agua derramándose.
No hubo señal alguna. Nos pusimos en pie.
No volvimos el rostro. Emprendimos la marcha.



Poema La Casa de María Victoria Atencia



Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-,
en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento:
podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas,
porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta
que yo invadía y daba a los demás.
Lo que en ella pasaba -un perro, una bombilla- me resultó feliz.



Poema La Ardilla de María Victoria Atencia



En el hayedo, sobre la cruz de un árbol
salta una ardilla y me parecen propias
y conforme a la naturaleza sus movilidades
y afán frente a un otoño ocre y ya inminente,
su alternativa de árbol, su afán recaudatorio.
Su memoria será quien me soporte.
Quedé ayer sepultada entre las hojas.



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