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Poema Los Oscuros de Matilde Casazola



La fruta estaba hecha
para que la gustáramos,
para olerla y gozar su lozanía.
Pero nosotros no podíamos comprarla.

El sol estaba hecho
para amar nuestra piel,
estremecer la vida de todo nuestro cuerpo.
Pero a nuestra guarida el sol no entraba.

El pan de cada día, en fin, estaba hecho
para hablarnos todas las mañanas
de campos fecundados.
Pero nosotros sólo comíamos mendrugos duros y agrios.

También había música y otras cosas dulces,
pero habitaban en el aire alto,
y nosotros sólo captábamos sus ecos.

Nos debatíamos en la cueva obscura
en el cuartucho húmedo
donde la única verdad es la miseria.

Entonces, no aprendimos
el himno de alabanza,
y la sonrisa en nuestros labios
era una flor enferma.
Dicen que Dios hizo a los hombres iguales
y semejantes a El en armonía y belleza.
¿Cómo es, entonces, que ahora
formemos este vértice inmundo
del que huyen todas las miradas
y contra el que se vuelven bruscamente las espaldas?

– Hablo por boca del hombre que se arrastra
por húmedos rincones
de morada siniestra.
Dice que también de él era la tierra ?

¿Quién hurtóme el rojo clavel
llamarada impetuosa,
quién bloqueó mis salidas,
quién me esperaba
aún antes que pensara nacer,
con la triste cadena?

No estuvo equilibrada en mi balanza
la desdicha con la bienaventuranza.

Te regalo de antemano mis huesos
para que hagas con ellos
trémulas flautas que canten elegías
mientras a blanca mesa se sientan prósperas familias,

y hay sol, hay pan, hay fruta.
Pero llora, es verdad, en todo el aire
trémula flauta su llanto innumerable.



Poema Los Cuerpos de Matilde Casazola



Amo mis huesos
su costumbre de andar rectos
de levantar un semicírculo
para abarcar el cielo
de encadenarse en filigranas diminutas
para favorecer el movimiento;
amo mis huesos con sus curvas
sus salientes
y sus cuevas profundas.

Si hubiera sido insecto,
también hubiera amado mis antenas
como amo ahora mis ojos con sus cuencas
y mis manos inquietas
y toda esta estructura
en la cual vivo
en la cual soy completa.

Y le doy gracias al discutido Dios
de creación perfecta o imperfecta
de existencia absoluta
o no existencia,
le doy gracias
en uso
de mi cuerpo y su esencia.

Al menos, comprendo su intención:
sé que era buena.



Poema La Valía De Un Olvido de Concha García



Ese vicio solitario la va a perder,
va a partir los entremeses equivocadamente
para que en la boca naden solos,
y entretendrá su cutis con varias cremas
mientras pasa el tiempo, y caerá
en la cuenta de su gran error
mordiéndose al buscar la tarjeta
del autobús que se le olvidó en
la mesita de noche aquélla, maldita
sea.



Poema La Trasfiguración de Luis Rosales



Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita

como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.



Poema La Venus De Willendorf de Luis Alberto De Cuenca



Entre las chicas norteamericanas
que estudian español en la academia
de enfrente de tu casa, hay una gorda
que es igual que la Venus de tus sueños.
Bajo una camiseta de elefante
que pone «University of Indiana
(Jones)» y unos pantalones de hipopótamo,
se mueve por el mundo con el arte
que le da su ascendencia mitológica.
Hace ya varios días que vigilo
desde el balcón su cuádruple barbilla
y el sol dorado de su cabellera.
Hace ya varios días que le envío,
cuando se pone a tiro de mis ojos,
dardos de amor y flechas de deseo.
Pero no llegan nunca a su destino.



Poema Liberta de Verónica Pedemonte



Ando como liberta por la calle,
sin marca, sin collar y sin el nombre
de mi dueño, clavado a sangre y fuego.
Circulo libre por el cuerpo que amo,
sin limitar el tiempo ni el espacio.
¿Necesitas mi hálito de vida,
fue suficiente pagar con el impuesto
de los años indefensos y tiernos,
de los oscuros pozos llenos de amor
a todo trance, de héroes desnudos
que me amaban aún sin esperanza?
Un tiempo sin cartílagos, ni huesos,
que se deshace espectral y amarillo
como el recuerdo de un antiguo baile.
Adiós mi amo, la cinta de mi cuello,
rota en la liza de los brazos que aman,
hoy, en mi alcoba, ya no la encontrarás.



Poema La Carne Hecha Verbo de Beatriz Zuluaga



Como la araña hembra devora al macho
en la noche tejida,
así quisiera que cayeras
a la hora exacta del deseo.
Y así solos haremos el rito dionisíaco del amor
sin importarnos que las campanas callen,
que el viento gima con su quilla quebrada,
que las gaviotas pierdan su brújula en los mares
y la noche se estrelle en un alba imprevista.
Nosotros entre tanto
estaremos levantando un mundo tejido a besos
bebiendo a bocanadas tú mi azúcar
yo tu sal,
para después en la húmeda arena del placer
reinventar el deseo
porque siempre habrá una piel nueva,
otra saliva dulce para beber los labios
y la verdad de la carne hecha verbo
en la palabra amor.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (viii) de Santos Domínguez Ramos



El lugar de la luz en la alcazaba inmóvil
bajo la media luna.
Perdida la memoria,
tener la indiferencia mineral del lagarto,
la madurez cansada de la granada abierta
y, como los profetas, el don de obrar milagros.



Poema La Celda de Raúl Jaimes Freyre



Hay una Dolorosa que une las manos puras;
Una agria calavera de enigmática mueca;
Una ojival ventana que en limitar se obceca
El abrupto paisaje de perennes alturas

Un flagelo que sabe de piadosas torturas
Y en celestes abrojos las tentaciones trueca;
Una vieja clepsidra – dijerase una rueca
En donde hila la hermana muerte vidas futuras -.

Y una escultura, en fin de Cristo en el madero,
Símbolo del amor que tortura y redime,
Y separa la existencia: vía, verdad y luz.

El espíritu tiende a la ciencia sublime,
La voluntad persigue el divino sendero,
Mas el cuerpo se extingue clavado en una cruz.



Poema La Estación De Los Pájaros (ii) de Nora Méndez



En la punta de tus cabellos
Cabalgan mis poemas
Y es la abreviatura
De tu boca callada
El andamiaje
Donde cabizbajas
Van a besarte mis palabras.

Tu me hablas de un lenguaje olvidado
Nacido en la sepia de tu garganta
Y la soledad perpleja
Se mide condescendiente
Contra tu sombra.

Y a la víbora víbora
De mi mar te nombra
Porque en la fiebre revivida
Eres temblor de lira
Y noche percatada
Cuando la danza de tus pasos…

Y todavía preguntas
Por qué las nubes sobre mi traje
Mírame bien, no esquives mi agonía
Esta es la poeta gris y su pregunta

…De repente el camisón de los jardines
Negra pluma en volandas
En el panteón de los gorriones
Reconoce pues mis madrugadas
Pintura fresca
En la colosal naturaleza humana

Herido va quedando el temblor
Bajo el trasluz de la hoja cercana
Quieto camina el amor
Mientras ciegos repetimos
Del primer hallazgo,
Los gestos
Y rota aflora
La vasija del abecedario

Ahora que los soles son tantos
Y el tiempo insiste con dolor
Tú, hombre de ojos y llanto
Te vuelves
Desde esa puerta de colores
Y reconozco en tu angustia
Mi más profunda ternura…

Eres el pasajero de mi recuerdo
Y esta piel de tren incinera
su memoria
en el afán de borrar las estaciones
Y repetir infinita
Infinita tu parada…



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