poemas vida obra julio herrera y reissig

Poema El Ama de Julio Herrera Y Reissig



Erudita en lejías, doctora en la compota,
y loro en los esdrújulos latines de la misa,
tal ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunspección devota…

Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el naufragio unánime su continencia lisa…
y un tanto regañona, es a la vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.

Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía la recompensa…
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe

ajustándole en chanza las pomposas casullas…
y en sus manos canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias que fríe.



Poema El Alba de Julio Herrera Y Reissig



Humean en la vieja cocina hospitalaria
los rústicos candiles… Madrugadora leña
infunden una sabrosa fragancia lugareña;
y el desayuno mima la vocación agraria…

Rebota en los collados la grita rutinaria
del boyero que a ratos deja la yunta y sueña…
Filis prepara el huso. Tetis, mientras ordeña,
ofrece a Dios la leche blanca de su plegaria.

Acongojando el valle con sus beatos nocturnos,
salen de los establos, lentos y taciturnos,
los ganados. La joven brisa se despereza…

Y como una pastora en piadoso desvelo,
con sus ojos de bruma, de la dulce pereza,
el Alla mira en éxtasis las estrellas del cielo.



Poema El Abrazo Pitagórico de Julio Herrera Y Reissig



Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja…

Cristalizaba un pájaro su queja…
Y entre el húmedo incienso de sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada teja…

¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa, un modo…
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,

nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave…



Poema Consagración de Julio Herrera Y Reissig



Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al caso-
mi alma quien oprimía tu cintura…

De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro…
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso
¡hasta las heces, como un vino sacro!



Poema Amor Sádico de Julio Herrera Y Reissig



Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión nos unió un instante…

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!



Poema Terminación De La Fiesta. de Julio Herrera Y Reissig



DESPEDIDAS Y QUEJAS. LLUEVE.
DESFILE DE LA CONCURRENCIA

Suenan galanteos y besos y adioses:
Se marchan los Papas de ceño fruncido.
Las Brujas, los Duendes de acento fingido,
Se marchan los Reyes, se marchan los Dioses,
Y todos se marchan… Ya todos se han ido…!
Pasaron volando las cuatro Estaciones,
Los bellos Ocasos, las bellas Auroras,
Endriagos, Quimeras, Esfinges, Dragones,
Hidras y Centauros y Furias traidoras
Y Gnomos y Faunos y Meses y Horas.
Se apagan las luces. El viejo Castillo
Se esfuma, se borra. Cuatro campanadas
Da el Reloj. (Sus botas perdió Pulgarcillo
Y una bruja loca lo lleva a la grupa).
Negras Amazonas pasan a horcajadas
En palos de escoba; y el negro corrillo
De sombras eternas zumbando se agrupa…!
Zumbando se agrupa…!
(Llueve). Los Ciclones tocan en sus flautas
Su inmenso silbido.
Los viejos Ciclones tocan en sus flautas,
las Sirenas lloran, las Ninfas se quejan.
(El viejo Patriarca se queda dormido).
Pasan Unicornios, Monstruos y Argonautas…
Ya todos se han ido, ya todos se alejan,
Ya todos se alejan, ya todos se han ido…
Se quejan
se alejan…
se han ido…!



Poema Su Majestad El Tiempo de Julio Herrera Y Reissig



El Viejo Patriarca,
Que todo lo abarca,
Se riza la barba de príncipe asirio;
Su nívea cabeza parece un gran lirio,
Parece un gran lirio la nívea cabeza del viejo Patriarca.

Su pálida frente es un mapa confuso:
La abultan montañas de hueso.
Que forman lo raro, lo inmenso, lo espeso
De todos los siglos del tiempo difuso.

Su frente de viejo ermitaño
Parece el desierto de todo lo antaño:
En ella han carpido la hora y el año,
Lo siempre empezado, lo siempre concluso,
Lo vago, lo ignoto, lo iluso, lo extraño,
Lo extraño y lo iluso…

Su pálida frente es un mapa confuso:
La cruzan arrugas, eternas arrugas,
Que son cual los ríos del vago país de lo abstruso
Cuyas olas, los años, se escapan en rápidas fugas.

¡Oh, las viejas, eternas arrugas;
Oh los surcos oscuros:
Pensamientos en formas de orugas
De donde saldrán los magníficos siglos futuros!



Poema La Vuelta De Los Campos de Julio Herrera Y Reissig



La tarde paga en oro divino las faenas.
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja, en los umbrales.

Zapatos claveteados y báculos y chales…
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas serenas.
Un suspiro de Arcadia peina los matorrales.

Cae un silencio austero… Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales lampos,

las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas.
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.



Poema Julio de Julio Herrera Y Reissig



¡Frío, frío, frío!
Pieles, nostalgias y dolores mudos.
Flotan sobre el esplín de la campaña
una jaqueca sudorosa y fría,
y las ranas celebran en la umbría
una función de ventriloquía extraña.

La Neurastenia gris de la montaña
piensa, por singular telepatía,
con la adusta y claustral monomanía
del convento senil de la Bretaña.

Resolviendo una suma de ilusiones,
como un Jordán de cándidos vellones
La majada eucarística se integra;

y a lo lejos el cuervo pensativo
sueña acaso en un Cosmos abstractivo
como una luna pavorosa y negra.



Poema Fiesta Popular De Ultratumba de Julio Herrera Y Reissig



Un gran salón. Un trono. Cortinas. Graderías.
(Adonis ríe con Eros de algo que ha visto en Aspasia)
Las lunas de los espejos muestran sus pálidos días,
Y hay en el techo y la alfombra mil panoramas de Asia.

Las lámparas se consumen en amarillas lujurias,
Y las estufas se encienden en pubertades de fuego;
(Entran Sátiros, Gorgonas, Ménades, Ninfas y Furias;
Mientras recita unos versos el viejo patriarca griego).

Unos pajes a la puerta visten dorado uniforme;
Cruzan la sala doncellas ornadas con velos blancos.
(Anuncian: están Goliat y una señora biforme
Que tiene la mitad pez, Barba Azul y sus dos zancos).

Un buen Término se ríe de un efebo que se baña.
Todos tiemblan de repente. (Entra el Hércules nervudo)
Grita Petronio: ¡Falerno! Grita Luis Once: ¡Champaña!
(Grita un pierrot: ¡Menelao con un cuerno y un escudo!)

Todos ríen, sólo guardan seriedad Juno y Mahoma,
El gran César y Pompeyo, Belisario y otros nobles
Que no fueron muy felices en el amor. Se oyen dobles
Funerarios: es la Parca que se asoma…

(Todos tiemblan) los más viejos rezan, se esconden, murmuran.
Safo le besa la mano. Se oye de pronto un gran ruido,
Es Venus que llega: todos se desvisten, tiemblan, juran,
Se arrojan al suelo y sólo se oye un inmenso rugido

De fiera hambrienta: los hombres se abalanzan a la diosa,
(Ya no hay nadie que esté en calma, todos perdieron el juicio)
Todos la besan, la muerden, con una furia espantosa,
Y Adonis llora de rabia… En medio de ese desquicio

El Papa Borgia está orando (mientras pellizca a una niña),
Tan sólo un bardo protesta: Lamartine, con voz airada;
Para restaurar el orden se llamó a Marat. La niña
Duró un minuto y la escena vino a terminar en nada.

Con el ala en un talón entra Mercurio; profundo
Silencio halló el mensajero. El gran Voltaire guiñó un ojo
Como queriendo decir: ¡cuánto pedante en el mundo
Que piensa con los talones! (Juan lo miró de reojo.
Y un periodista que había se puso serio y muy rojo).

Entra Aladino y su lámpara. Entran Cleopatra y Filipo.
Entra la Reina de Saba. Entran Salomón y Creso.
(Con las pupilas saltadas se abalanzó un burgués rico,
Un banquero perdió el habla y otro se puso muy tieso).

«Mademoiselle Pompadour», anuncia un paje. Mil notas
Vibran de pronto; los hombres aparecen con peluca,
(Un calvo aplaude, y de gozo brinca una vieja caduca)
Comienza el baile: pavanas, rondas, minués y gavotas.

Bailan Nemrod y Sansón, Anteo, Quirón y Eurito;
Bailan Julieta, Eloísa, Santa Teresa y Eulalia,
Y los centauros: Caumantes, Grineo, Medón y Clito;
(Hércules no; le ha prohibido bailar la celosa Onfalia).

Entra Baco, de repente; todos gritan: ¡Vino, Vino;
(Borgoña, Italia y Oporto, Jerez, Chipre, Cognac, Caña,
Ginebra y hasta Aguardiente), viva el pámpano divino,
Vivan Noé y Edgard Poe, Byron, Verlaine y el Champaña!

Esto dicho, se abalanzan a un tonel. Un fraile obeso
Cayó, debido, sin duda (más que al vino) al propio peso.
Como sintieran calor Apuleyo y Anacreonte
Se bañaron en un cubo. Entra de pronto Caronte.

(Todos corren a ocultarse). No faltó algún moralista
Español (ya se supone) que los tratara de beodos,
El escándalo tomaba una proporción no vista,
Hasta que llegó Saturno, y, gritando de mil modos,
Dijo que de buenas ganas iba a comerlos a todos.

Hubo varios incidentes; (entra Atila y se hunde el piso;
Eolo apaga unas bujías; habla Dantón; se oye un trueno).
En el vaso en que Galeno
Y Esculapio se sirvieron, ninguno servirse quiso.

Un estoico de veinte años, atacado por el asma,
Se hallaba lejos de todos. «Denle pronto este jarabe».
Dijo Hipócrates, muy serio. Byron murmuró, muy grave:
«Aplicadle una mujer en forma de cataplasma».

Una risa estrepitosa sonó en la sala. De rojo
Vestido un dandy gallardo, diole la mano al poeta
Que tal ocurrencia tuvo. (El gran Byron que era cojo,
Tanto como presumido, no abandonó su banqueta,
Y tuvo para Mefisto la inclinación más discreta).

En esto hubo discusiones sobre cuál de los suicidas
Era más digno de gloria. Dijo Julieta; yo he sido
Una reina del Amor; hubiera dado mil vidas
Por juntarme a mi Romeo. Dijo Werther: yo he cumplido

Con un impulso sublime de personal arrogancia.
Hablaron Safo y Petronio, y hasta Judas el ahorcado,
Por fin habló el cocinero del famoso Rey de Francia,
El bravo Vatel: yo, dijo, con valor me he suicidado
Por cosas más importantes, ¡por no encontrar un pescado!

Todos soltaron la risa. (Grita un paje: está Morfeo).
Todos callan, de repente… todos se quedan dormidos.
Se oyen profundos ronquidos.
(Entra en cuclillas un loco que se llama Devaneo).



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