Poema El Descenso de Juan Ramon Jimenez
Sí, esta tarde no es imajen,
las nubes son rosas, sí,
las rosas son vida, sí.
Esta tarde tú eres tú,
no es nube el amor en mí,
es vida la rosa en mí.
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
Sí, esta tarde no es imajen,
las nubes son rosas, sí,
las rosas son vida, sí.
Esta tarde tú eres tú,
no es nube el amor en mí,
es vida la rosa en mí.
¡Qué hermosa muestra eres, cielo azul del día,
a los despiertos ojos,
de lo despierto!
¡Qué ejemplo hermoso eres, cielo azul nocturno,
a los ojos dormidos,
de lo que sueña!
Lo terreno, por ti,
se hizo gustoso
celeste.
Luego,
lo celeste, por mí,
contento se hizo
humano.
El alba me sorprende
buscando entre los lirios
la huella de tu paso.
¡Imajen del naciente,
que yerras en los hilos
del renacer temprano!
¿En dónde el blanco tenue
que luzca en el sol fino,
por el frescor morado?
Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.
Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que queráis.
Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que queráis.
Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
y sea lo que queráis.
Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.
Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.
(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)
¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!
(…Y tú me dirás
huyendo: Mañana)
Levantará el gallo
su clarín de llama,
y la aurora plena,
cantando entre granas,
prenderá sus fuegos
en las ramas blandas.
(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)
¡O, en el sol nacido,
tus sienes doradas,
los ojos inmensos
de tu cara maga,
evitando azules
mis negras miradas!
(…Y tú me dirás
huyendo: Mañana)
Cuando tú quieras, muerte.
Te he vencido.
¡Qué poquito
puedes ya contra mí!
No, esta dulce tarde
no puedo quedarme;
esta tarde libre
tengo que irme al aire.
Al aire que ríe
abriendo los árboles,
amores a miles,
profundo, ondeante.
Me esperan las rosas
bañando su carne.
¡No me claves fines;
no quiero quedarme!
Pajarillo cojido, de tu pecho dulce
por el águila negra de la muerte,
¡cómo me miras con tu ojito triste!
(negro plenor sangriento de luz débil).
Desde debajo de la garra inmensa,
que para siempre ya le tiene
y afirmado, mientras la desafía
la vasta sombra que su vista emprende.
¡Cómo me mira sin pedirme nada,
cómo me mira… por si yo pudiese,
que ya te está teniendo para siempre!
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
y me completes así todo;
hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra
?y sea yo equilibrio eterno
en la mente del mundo:
unas veces, mi medio yo, radiante;
otras, mi otro medio yo, en olvido?.
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.