Poema ¡ay De Los Que Pasaron de José Miguel Ullán
confiados por esta cárcel navegable
y blanda!
-¿Me amas todavía?
-¿Y tú qué piensas?
Desmesurados, paralelos, lentos, dóciles y esquimales.
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confiados por esta cárcel navegable
y blanda!
-¿Me amas todavía?
-¿Y tú qué piensas?
Desmesurados, paralelos, lentos, dóciles y esquimales.
Prever la hora y regresar, sumisamente, al barco cuando más sopla el huracán,
aun irrisorio, empieza a ser más justo.
Pero la estafa criminal redobla.
como venganza o saciedad, la epístola. Y no su clueco contrincante, el himno.
Serenidad del desterrado eterno.
Nudo final, cada caricia. Despedida sincera, cada signo.
Sólo su ejemplo es hechicero en patria de siluetas uniformes.
Aquí no hay coba: la cuchilla sabe.
Necesidad. Capricho. Resistencia.
Hacerlo todo. Contarlo todo. Cantarlo todo. Creerlo todo.
Precisión.
Nada esperar.
(el suspiro).
De esa quietud voluptuosa nace la gran sospecha gongorina:
sin exageración no hay paisaje; sin laberinto no hay rigor;
sin lujo no hay escritura.
El conde nos propone una salida, neutra y terrible a un tiempo:
maldecir.
abandonarse a la pasión (pecado) y, a la ventura, faltar contra el
orden (muerte).
Recomenzar hasta la aurora.
Y, al fin, quebrar la soberana argolla de la marchita libertad.
Pues ¿qué lujuria sin mazmorra grana?
gramática. Lejano siempre, el resplandor real del ya dorado y
reflexivo cuerpo. Y, pese a ausencia y sinrazón, con mil amores
clavó allí los ojos; desde los aires, supo ver (creerse) el epitafio de
un error durable.
Dispuso en verso la febril ceniza que eyacularon la invención
y el vuelo. Para mudar la voz en imprudencia gris -ripio solar
de su zozobra suma.
Escucha el acto -precipicio impuro- y no el retoque del prejuicio
noble.
A LOS CELOS -otro espacio, otra estrella-, toca
madera y llama.
Tampoco. El poeta reclama espuela y freno.
El desconsuelo es su lenguaje; el vicio, su posada.
¡Que la mano congele esos tesoros!