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Poema Van Madurando Aquellos Viejos Días de José María Valverde



Van madurando aquellos viejos días
que me aleja el silencio y el reposo;
va fermentando el más querido poso
en mis bodegas quietas y sombrías.

Ya son carne las muertas horas mías,
ya me aploma su apoyo nebuloso
y en la boca las siento, con untuoso
regusto de primeras poesías.

Madurar es sentir en la mirada
un aire, espeso y dulce como un vino,
que eterniza en su niebla lo fluyente.

Y es entreoír la voz llana y velada
del conocido pájaro divino
en la jaula del pecho, nuevamente.

Publicado en Entregas de poesía n° 14 1945



Poema Todo Lo Dejaré Cuando Me Muera de José María Valverde



Todo os lo dejaré cuando me muera;
las rosas que yo solo comprendía,
mi aire, mi cielo y luz, mi noche y día
mi asombro de existir, mi vida entera.

Y pues completa dárosla quisiera,
tomad también la gota de armonía
que a ese mundo he añadido mi poesía
con su revelación en mi manera.

…Pero sé que aunque os deje voz y trino
me llevaré al silencio eterno, muerto,
este modo de ver que me arrebata,

este mundo inefable que adivino,
esta revelación que nunca acierto
a expresar, que me aprieta y que me mata.

Publicado en Garcilaso, noviembre 7 de 1943



Poema Retrato De Una Muchacha Mejicana de José María Valverde



Nos veía hablar, y sus ojos
de oscura cierva, suaves, lentos,
miraban, sabios, desde fuera
nuestras palabras, leve juego.

A veces en luz sonreía,
como no oyendo, y presintiendo,
igual que un niño ve el color
de lo dicho, sin entenderlo.

Mirándonos con la sonrisa,
respondiendo en su mirar quieto,
que palpaba las puras cosas;
ojos a tientas, ojos ciegos.

La grave forma de sus labios
no era gesto; era el cauce seco
de siglos besando el dolor,
de siglos de huraño silencio.

De «La espera»



Poema Primer Poema De Amor de José María Valverde



Lo primero es sentir que me invade el silencio.
Huyeron las palabras, las brillantes ideas,
y apenas, niño mudo, te indico con el dedo
un pájaro, una brisa, o el día, tan hermoso.

…Al fin, querría hablarte de cosas verdaderas.
Contarte cómo he visto volar las golondrinas,
hablarte de las pocas ciudades que conozco,
de los grises pasillos de mi piso de infancia,
sacar sueños antiguos del arca, como trajes
que quedaron pequeños, abrir los gruesos libros
de neblinosas fotos, los cromos del recuerdo
de horizontes con sierras y de tardes lluviosas.
Porque eso es lo que soy, más bien que mis palabras:
una larga memoria, sonora y palpitante.

Y aunque apenas entiendo de las cosas del mundo,
tal vez pueda gustarte saber cómo es el tiempo
visto con otros ojos; y, además, es lo único
que saqué de mi vida: como el niño que vuelve
del campo, y que no trae nada que contar, sino
piedras y mariposas, y alguna lagartija…

Siempre sueño otra edad más fuerte y pura: claros
tiempos en que el poeta, sacerdotal, estuvo
en medio de los hombres, como fuente en la plaza,
con sus bueyes y viñas, su casa, rica en hijos;
sin que el traer la voz divina le arrancase
de sus hermanos, lejos, extraño y diferente.
Y me sabría igual que un pecado escribirte
de la luna, las lágrimas, el olvido y la ausencia.
Porque voy a llamarte para nombrarte esposa.

En la mano de Dios, como en una llanura
dos surcos que cobijan una sola semilla,
tal sea nuestra vida. En el campo sin bordes,
cuando cae la tarde, con una brisa leve
de soledad y frío, los desamparos juntos
de nuestras almas corran, allá, hacia el horizonte…

¡Qué bien cabes, pequeña, dentro del corazón!
Tu pelo no está hecho de sombra ni misterio,
y si hay noche en tus ojos, es una noche amiga,
como de primavera, no abriéndose a la nada,
sino con el Señor palpitando en estrellas.
Bella tú como el día, pero aun más, vencedora
de la belleza, más allá de su tragedia,
de su cruel dilema que desgarra las cosas
y con su envenenada alusión de infinito
las hace pobres sombras de más alta belleza,
perfecta, pero única, sin nombres ya, de hielo.

Vienes primero tú, y después tu belleza
te sigue, natural comitiva; entre todo
tu racimo de dones es la luz que lo dora.
Yo ya te conocía del país de los sueños.
Tu aire de niña antigua, tu palidez de antaño,
de estarte pareciendo a tu madre y la mía
cuando fueran muchachas, me están diciendo ahora
que es cierto todo aquello presentido que yace
en el alma al nacer; que todo es ya sabido,
que Dios hace los sueños con esa misma mano
con que crea las cosas que podemos hallar.

Si eres verdad, es cierto todo lo que soñamos.
En medio de la huida de las cosas, en medio
de la duda y la niebla, y este nunca curable
terror a la asechanza de la desgracia ignota
que nos ahogaría de pronto sin remedio,
yo acabo de encontrar algo que nada puede
quitarme; el amor éste que te tengo y que irá,
hecho huella en el alma, hasta el mar de lo eterno,
como río que llega del país del dolor.

De «La espera»



Poema Oda Al Corazón De La Amada de José María Valverde



Tu antiguo corazón adolescente
repósalo en mis manos, y que se abra
en historias, aromas muertos,
campanas y ecos de campanas.

Vienes hasta hoy para contarme,
bajas desde los montes de tu infancia,
el delantal lleno de flores
y el miedo del pinar en la mirada.

Ven y quiéreme tú también; ya sabes
lo poco que es vivir; descansa
tu desamparo en el mío, contándome
tu edad de niña, sin palabras.

Tú, como yo, al volver de costas,
o de bosques, o de montañas,
frente a la vida o a la primavera
o en la orilla del año que se acaba,

piensas: las cosas pasan más deprisa
que nuestros ojos pueden contemplarlas.
Para soñar cada minuto
vivido, un año haría falta.

Quieres tener los días muertos
releídos, igual que cartas,
haber libado toda su nobleza
para ese día en que ante el Señor vayas.

Vuelves, soñándolas despacio,
a las fugaces cosas que dejabas
apenas rozadas; no queden
allá, a medio exprimir, como naranjas.

Vas ahora a mejorar todo
pues lo que fue, después de muerto, cambia;
así en los hijos los padres difuntos
y la luz de la vieja casa.

Juntas uno por uno los juguetes
del recuerdo, las leves barcas
de pesca, con el nombre en letras negras
sobre la proa verde y blanca,

cuando, a la tarde, el alto rompeolas
las recibe en su sombra vasta;
las estaciones en el llano,
los cielos al trasluz del sol que marcha…

Pero ahora que yo te quiero
reúne con las mías tus estampas;
como niños con sus sellos del mundo,
del color de tierras extrañas.

Recorreremos juntos los barbechos
sin espigar, de horas gastadas;
hablaremos despacio por las tardes,
revolviendo las hondas arcas.

Que cuanto fue nos dé su sangre,
ahora que es tiempo, no se torne en nada,
y de esta poquedad llevemos
un día a Dios nuestras manos colmadas.

Confundidas las dos memorias
nuestros ayeres uno sólo se hagan,
y de él, en común sueño poseyéndolo,
nuestro futuro único nazca.

Hilando así la tela de recuerdos
que llevaremos de mortaja,
doblaremos con días del pasado
todos los días del mañana.

Cada hora con un recuerdo
emparejada y resonando, cada
imagen tuya por entre las mías
enredándose equivocada,

todo en tal confusión crezca y dé fruto,
lo que pasó con lo que pasa,
y cada cosa se desdoble en tiempo;
como tu corazón, amada,

que huele a antiguas primaveras
y sin fin se despliega y se derrama
en sones, y ecos, y ecos de eco,
como las campanadas recordadas…

De «La espera»



Poema Olvido Y Memoria Juntos de José María Valverde



(EL POETA)

…la mano creadora del olvido.
Antonio Machado

A Luis Rosales

Cuando toco el alma, encuentro
que no es verdad el olvido.
Todo lo que fue una vez
vuelve a aparecerse, vivo.

Pero todo está olvidado
desde antes de haber sido.
Nada de lo que me llega
puedo tomarlo por mío.

El olvido y la memoria
trabajan para lo mismo:
van convirtiendo en palabra
cuanto atraviesa el espíritu.

Se nombra lo que se fue.
El recordar es mi oficio.
Recordar pasado, ahora,
y lo que aún no ha venido.

Se nombra lo que se fue.
El olvidar es mi oficio.
Una niebla de extrañeza
me aleja de lo que digo.

En la palabra se juntan
la memoria y el olvido.
Soy el ajeno a las cosas;
yo, que las nombro, estoy mísero.

El olvido es sólo un agua
que distancia lo vecino.
Ver junto a un acantilado,
intocable, un barco hundido.

Ver siempre el mundo en reflejo,
igual que en un lago limpio,
a cuya orilla los álamos
se desprenden de sí mismos.

Como al fondo de un espejo,
al ir viviendo me miro,
lejano, extraño, difunto,
como recuerdo en un hijo.

Todo lo confundo, todo.
Si en los lóbregos pasillos
del recuerdo torno a verte
a ti, amor, mi amor antiguo,
siento que puedo cantarte
como si estuvieras vivo.

Y si me vuelvo a ti, amiga
cualquiera, nombre perdido,
podría hablar, como si
nos hubiéramos querido.
Puedo contar tus recuerdos
de infancia, aquellos vestidos,
tus muñecas y tus miedos;
todo lo que no me has dicho.

Cuanto he tenido una vez
llevo, sin saber, conmigo
-lo mío va por la sangre
con lo ajeno confundido-,
como guarda el caminante
la presencia del camino
en la luz de la mirada,
en la anchura del respiro
y en una flor diminuta
que ha arrancado, distraído,
y que al entrar a la casa
paternal, en cualquier sitio
pone, para que se vuelva
aire en el aire sabido…

De «La espera»



Poema Oh Amor Desconocido, Amor Lejano de José María Valverde



Oh amor desconocido, amor lejano,
que ya no sé esperar como solía,
¿me guarda Dios la aurora todavía
y al despertar te encontraré en mi mano?

Ay, para que se cumpla algo en lo humano
cuántas casualidades en un día
se tienen que juntar en armonía;
cuántos intentos mueren en lo vano.

Mas ¿no existe, sencilla e inexplicable,
la rosa? ¿Es por difícil menos bella?
¿No es difícil el ser, y es verdadero?

Tú también puedes ser, con la inefable
solución de la planta y de la estrella;
y alzándome otro trecho, espero, espero.

De «Nuevas elegías. Anticipo»



Poema Miro Cantar La Vida Como Fuente de José María Valverde



Miro cantar la vida como fuente
al pie de mi ventana desdeñosa;
miro estallar las gracias de la rosa
y no embriago en su olor mi triste frente.

Está el mundo lejano en mí presente
doliéndome y latiendo, cosa a cosa,
y toda la tristeza misteriosa
de la vida me embriaga en el poniente.

¿Y eso es todo; mirar, sentir la vida?
¡Qué más quisiera yo, en la primavera!
Mas ¿qué hacer, en las manos del mandato,

sino servir? Y ya, la orden cumplida
y muerto tras mi voz, sólo me espera
esta paz orgullosa de algún rato.

De «Nuevas elegías. Anticipo»



Poema Mi Angustia Amargará La Brisa Pura de José María Valverde



Mi angustia amargará la brisa pura
que no tiene complicidad contigo;
mi soledad ya enturbia el blanco trigo
que crece sin pensar en su dulzura.

…Te le has ido a sembrar otra ventura
por los surcos calientes de un amigo
y a fuerza de pensar no te maldigo
porque nunca te dije mi amargura.

Yo sólo fui el autor de mi derrota;
nunca te dije nada y hoy no puedo
ni tener con razón melancolía…

Me engañaré, diciendo a mi alma rota
que, con mi verso, intacto y fuerte quedo…
cuando eras tú quien todo lo ponía.

Publicado en Garcilaso, agosto de 1943



Poema Me Amarga Y Me Consuela de José María Valverde



Me amarga y me consuela que mañana
cuando a cerrar se empiece esta mi herida
yo te veré pasar junto a mi vida
con tu dicha pequeña y cotidiana.

Mi consuelo será juzgar tu vana
biografía menuda y repetida
y volverme a mirar mi alma escogida,
del verso y de sí misma soberana.

Mas, ¡ay!, que libre y todo, e insobornable
esta fría altivez de nieve y cielo
el dolor de estar solo no me engaña.

…Y, otra vez, al destino irremediable
de no saber tener otro consuelo
que el que me pueda dar mi propia entraña.

Publicado en Garcilaso, octubre de 1943



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