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Poema Humo de Jose Asuncion Silva



(De Th. Gautier.)

Bajo los árboles viejos
cuya sombra el suelo baña
miro perdida a lo lejos
una pequeña cabaña.

Todo en quietud allí vese,
la ventana no está abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.

Cual tibio aliento aromado
que el frío condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.

Del alma que allí reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.



Poema Gotas Amargas de Jose Asuncion Silva



Avant-Propos

Prescriben los facultativos,
cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,
le aconsejan la carne asada
y le hacen tomar como tónico
gotas amargas.

¡Pobre estómago literario
que lo trivial fatiga y cansa,
no sigas leyendo poemas
llenos de lágrimas!

Deja las comidas que llenan,
historias, leyendas y dramas
y todas las sensiblerías
semi-románticas.

Y para completar el régimen
que fortifica y que levanta,
ensaya una dosis de estas
gotas amargas.



Poema Ars de Jose Asuncion Silva



El verso es un beso santo. ¡Poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!

¡Allí verted las flores que en la continua lucha
ajó del mundo el frío,
recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
y nardos empapados de gotas de rocío

para que la existencia mísera se embalsame
cual de una esencia ignota
quemándose en el fuego del alma enternecida
de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!



Poema Realidad de Jose Asuncion Silva



A M…

En el dulce reposo de la tarde
cuando al ponerse el sol en occidente
su luz dorada, de la vida fuente,
como una hoguera en los espacios arde,
o de la noche en el silencio umbrío
cuando la luna con fulgor de plata
alumbra a trechos el sonante río
y en sus límpidas ondas se retrata,
entre las sombras de la vida hay horas
en que la realidad que nos circuye
a detener el ímpetu no alcanza
de nuestra alma que a lo lejos huye
y a la región de lo ideal se lanza…

Y entonces cuando pienso en tus amores
nuestras dos vidas deslizarse veo
no cual la realidad que aja sus flores
sino cual la ilusión de tu deseo.
No por las conveniencias separados,
soñando tú conmigo, yo en tus sueños,
sino juntos los dos en los collados
&nbps; de la Arcadia risueños;
asidos por las manos a lo lejos
buscando el fin de la campiña amena
a los pálidos rayos de la luna.
O del ardiente sol a los reflejos,
dejando transcurrir una por una
las no contadas horas venturosas
que no mancha la sombra de una pena
libando amor… y deshojando rosas…
Del verdor y del musgo en lo sombrío
ocultos en lo ignoto del boscaje
radiante aún de gotas de rocío
de virgen fuerza y de vigor salvaje;
sentados a la orilla del torrente
tú escuchando los ecos del follaje
yo acariciando ?trémula la mano?
tus rizos al caer sobre tu frente…

Otras veces trayendo a la memoria
los fantasmas de un tiempo ya pasado
junto con ellos cual sencilla historia
los ideales de tu amor soñado.
Y es entonces un gótico castillo
de altivas torres de musgosas piedras
en cuyo muro gris crecen las hiedras
teatro de nuestro amor santificado.

Y en reducida y perfumada estancia
cuyos tapices abrillanta y dora
el fuego de la antigua chimenea,
juntos los dos oímos a distancia
diciéndonos protestas de ternura
la voz del agua que al perderse llora
y el viento que en los árboles cimbrea
entre el silencio de la noche oscura.

O en frágil barca en plácida mañana
de lago azul flotando en los cristales
con la mirada errantes contemplamos
el cielo, la ribera, los juncales,
y las nieblas que inciertas, vaporosas,
van a perderse en la región lejana
como se pierda la esperanza humana
o el postrimer aroma de las rosas.

Mas cuando el alma en sus ensueños flota,
la realidad asoma de improviso
no más resuena la encantada nota…
Brotan espinas do la rosa brota,
y en crüel se torna el paraíso.

Vuelvo a mirar… y pienso que nacimos
para vivir por siempre separados,
que no es una la senda que seguimos
y que la lumbre que cercana vimos
fue visión de tu amor y tus cuidados.

Y al comparar la realidad penosa
con los paisajes de ideal que miro
en el fondo del alma lastimosa
para tu dulce amor ?niña piadosa?
para tu dulce amor surge un suspiro.



Poema Soneto de Jose Asuncion Silva



Tiene instantes de horribles amarguras
esta sed interior que al hombre agita,
ya del dulce Señor la faz bendita
no sonríe del cielo en las alturas.

Nada logras, oh fe, cuando aseguras
quietud a su ansiedad que es infinita
y otro mundo después do resucita
y halla en vida mejor, horas más puras,

sin columna de luz que en el desierto
guíe su paso a punto conocido
continúa el cruel peregrinaje

para encontrar en el futuro incierto
bajo una piedra el tenebroso olvido
tras las fatigas del penoso viaje.



Poema ¿recuerdas? de Jose Asuncion Silva



¿Recuerdas?…. Tú no recuerdas
aquellas tardes tranquilas
en que en la vereda angosta
que conduce a tu casita
plegaban a tu contacto
sus hojas las sensitivas
como al poder misterioso
del amor tu alma de niña…
En la oscuridad pasaban
las luciérnagas cual chispas
que bajo la yerba espesa
nuestros dedos perseguían
¡Así también en las horas
de mis años de desdicha
cruzaban por entre sombras
mis esperanzas perdidas!…

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
la cruz de mayo que hicimos
con violetas silvestres
y con sonrosados lirios
bajo el frondoso ramaje
de tu árbol favorito.
Como una lluvia de perlas
sobre blanco raso níveo
brillaba por los […]
en las hojas del rocío!
Y los pájaros cantores
hicieron cerca sus nidos…
Después pasé una mañana
y vi tu ramo marchito
como mi pasión ardiente
por tu infamia y tus desvíos.

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
más de esa noche amorosa,
la lumbre de tus pupilas,
el aliento de tu boca
entreabierta y perfumada
como un botón de magnolia,
los murmullos argentinos
del agua bajo las frondas,
el brillo de las estrellas
y las esencias ignotas
que derramaron los genios
en las brisas cariñosas,
quedaron como una huella
que el tiempo aleve no borra
¡ay! para toda la vida
¡escritas en la memoria!

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
pero yo, cuando levanta
el crepúsculo sombrío
del fondo de las cañadas
y las tristezas inmensas
de lo profundo del alma
al pasado fugitivo
tiendo la vista cansada
y nuestra historia de amores
hacia mí tiende las alas.
¡Cuando en las horas nocturnas
cabe el esposo que te ama
tu agitado pensamiento
tenga segundos de calma
de aquella pasión extinta
¡jamás te acuerdes, ingrata!

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
la tarde aquella en que juntos
bajamos de la colina,
tus grandes ojos oscuros
se anegaban en los rayos
sonrosados del crepúsculo
y tu voz trémula y triste
como un lejano murmullo
me hablaba de los temores
de tu cuerpo moribundo!
Si hubieras entonces muerto
cómo amara tu sepulcro
ahora, cuando te veo
feliz gozar de tus triunfos
tan sólo asoma a mis labios
una sonrisa de orgullo!



Poema Nocturno Iii de Jose Asuncion Silva



Una noche
Una noche toda llena de perfumes,
de murmullos y de música de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y
húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el más secreto fondo de tus fibras se agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos,
infinitos y profundos esparcía su luz blanca.
Y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectadas
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
y eran una sola sombra larga
y eran una sola sombra larga
y eran una sola sombra larga.

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras
y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por la sombra,
por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba.
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chillido de las ranas.
Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada.
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
iba sola
iba sola
iba sola por la estepa solitaria.
Y tu sombra esbelta y ágil;
fina y lánguida
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes,
de murmullos y de música de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella…
¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan
en las noches de negruras y de lágrimas!



Poema Nocturno Ii de Jose Asuncion Silva



A veces, cuando en alta noche tranquila
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila,
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas, a otros lugares
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo donde en las piedras,
musgosas por los siglos, crecen las hiedras,
puestos de codos ambos en la ventana
miramos en la sombra morir el día
y subir de los valles la noche umbría.
y soy tu paje rubio , mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
¡mientras que afuera el viento suspira y llora!
¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos!



Poema Nocturno I de Jose Asuncion Silva



¡Poeta! ¡di paso
los furtivos besos!

¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un sólo rayo…..Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso;
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda…
La selva negra y mística fue la alcoba sombría,
en aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día;
entre las nieblas pálidas la luna aparecía…

¡Poeta! ¡di paso
los íntimos besos!

¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,
desnuda tú en mis brazos, fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería

¡Poeta! ¡di paso
el último beso!



Poema Mariposas de Jose Asuncion Silva



En tu aposento tienes,
en urna frágil,
clavadas mariposas,
que, si brillante
rayo de sol las toca,
parecen nácares
o pedazos de cielo,
cielos de tarde,
o brillos opalinos
de alas suaves;
y allí están las azules
hijas del aire,
fijas ya para siempre
las alas ágiles,
las alas, peregrinas
de ignotos valles,
que como los deseos
de tu alma amante
a la aurora parecen
resucitarse,
cuando de tus ventanas
las hojas abres
y da el sol en tus ojos
y en los cristales.



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