poemas vida obra jose antonio labordeta

Poema Primer Recuerdo de José Antonio Labordeta



de mi padre

Hoy marzo y siete. ¿Recuerdas? Yo recuerdo.
Soy vivo y te recuerdo: Íntegramente puro,
siempre igual. Diste la mano a quien te dio la mano
y arrancaste el odio a quien te odió de espaldas.

¿Recuerdas? Ya casi primavera, olor a campo,
en las viejas ventanas del colegio ?alguien dijo
que tu labor no fue importante.

¡Hay cosas, padre, que son mejor
guardarlas en silencio! ?Alumnos con charangas
saludaban tu paso. También tu muerte ?fuimos todos

contigo al cementerio- y veían tu pureza total
y sentían tu voz contra sus frentes.

Hoy ya marzo, otra vez, tanto tiempo te has ido
que recuerdo el dolor que te produjo
amar la libertad como la amaste.



Poema Nos Haces Una Falta Sin Fondo de José Antonio Labordeta



¡Hermano, hoy estoy en el poyo de casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
……………………………………………………….
Oye, hermano, no tardes
en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.
César Vallejo

Miguel: Y caminamos.
Aunque se hizo el silencio
y no viniste, seguimos caminando.
Atruena la ciudad.
Los verduleros ?sus voces tan hirientes
ya no hieren- bajo tu ventanal
suavizan a desgarros la mañana.
Atruena la ciudad
y en su silencio, tu nombre lo ha evocado
un joven escritor
de menos de mil años
al preguntar por dónde te has marchado.
El resto,
los señores de alegres corbatines,
se agobian de queridas y de acciones
y tu te quedas
solo.
Mamá
quiere besarte sobre el rostro
-se lo hemos permitido-
y con su beso de lágrimas,

de atroces tiempos y recuerdos,
te has marchado de casa
apenas comenzaba a atardecer.
Ella
te llora en los rincones
y la ciudad,
que apesta a soledades y decoros,
no puede olvidar
tus voces acusando,
amando,
señalando injustas manos rotas
de jóvenes airados
con potencia de águila paloma en las palabras.
Miguel:
mamá te vuelve a descubrir
cada mañana
y mira tus camisas,
tus viejos pantalones,
tu boina de domingo,
tus zapatos de campo y de paseo
y te gesta de nuevo,
esta vez a lágrimas y llanto.
Mi hija
-Ana pequeña ahijada tuya-
me pregunta cuándo vas a nacer
de nuevo,
para volver aquí, a nuestro lado.
Y todo el gesto duro
de la vida,
se vuelca en mi costado
dañándome la ausencia
conque nos has dejado



Poema Nadie En Las Puertas de José Antonio Labordeta



Nadie en las puertas.
Nadie en los largos corredores
que conducen directos
hacia las antiguas plazas y viejos campanarios:
Sólo el viento,
testigo del naufragio.
Nadie en los altozanos.
Nadie en las parideras
batidas por el sol
que llevan hasta el fondo de la sombra:
Sólo el grajo
testigo del silencio de la tarde.
Nadie en los vestíbulos.
Nadie en los mercados
repletos de amapolas
para sustituir a los difuntos:
Sólo el río
testigo de la sangre de la tierra.
Nadie nunca ya.
Nadie en ningún lado.
Sólo el viento,
el grajo,
el río,
y el camino con piedras
erizado.



Poema Hablo, Por Hablar de José Antonio Labordeta



Hablo, por hablar,
hoy que está desierto el mar
y una paz agreste invade
estas turolenses llamaradas
de fuego y de dolor.

Hablo del día a día que sucede,
de las tardes que adiós nos despedimos,
de los hijos que llegan,
de las tierras que acogen nuestros cuerpos
y de todo aquello
que va formando, al fin, nuestra figura.

Del paso indefinido
hablo también

y hablo, para quedar en paz con mi conciencia,
del tiempo jamás recuperado,
huido entre sonrisas, adioses y lágrimas,
que nadie reservó para el otoño.

Hablo del campesino y de su hondura,
del herrero que fragua su tristeza,
del minero que invade las entrañas,
del poeta que, a solas, agoniza.
Hablo de mi mujer y su esperanza.

Y hablo de este pequeño dios
que ha entrado en casa,
después de tantos días esperado.

Hablo y hablo
y nunca sé por qué guardar silencio.



Poema Esto Fue… de José Antonio Labordeta



Apenas un recuerdo, un vago sueño
de pasados domingos sin iluminarias
donde los camareros se aburrían
en establecimientos de segunda categoría.

Todo lo demás es un recuerdo nostálgico
de prensados días escolares
en el juvenil guardapolvo de los lunes.

Un sueño escaso de lluvias impares,
de noches inconclusas en mi pijama a rayas,
de furtivas huidas sin permiso
y, quizás, de algún funeral sin esperanza.

Años cautivos que huyeron de nosotros
a través de uno textos donde puede leerse:

Hoy no llueve… Domingo…
Quizás mañana muertos…
Mi padre me ha pegado…
Ya no hay amor… La una menos diez…
Huimos…
Y huimos para siempre.



Poema El Tiempo Difícil (v) de José Antonio Labordeta



Cantamos.
Cantamos por las calles ?avenidas a medias-
con nuestro amor -¿amor aquello?- sobre
la espalda recién cicatrizada aún.
Y tardes enteras
en las vespertinas sesiones de cines humildes
cogidos de la mano -¿amor aquello?- inútilmente
horas y más horas. Hasta casi las nueve de la
noche.

Y luego el reverendo padre
en el púlpito barroco y torturado
acusándonos a todos -¿amor aquello?-
por unos besos nunca omitidos.

Y a pesar de todo
cantamos hasta abordar tus labios
con mis labios desesperadamente hartos
del silencio no vida tantas horas paradas
ante un escaparate iluminado.

¿Amor aquello?

Sí amor aquello
unido abrazo pleno hasta saciar la sed
del dedo la palabra el llanto
la agonía de los besos furtivos
en un baile aséptico domingo por la tarde
en la ciudad.



Poema El Tiempo Difícil (i) de José Antonio Labordeta



A nadie golpeamos
y fuimos, al contrario, empujados,
hasta caer de bruces en la yerba.

A nadie hicimos daño
y fuimos juzgados,
silenciados, hundidos, una y otra vez.

No tuvimos valor de levantar la mano
de poner la mejilla, el otro rostro lado
para recibir un nuevo golpe.

Nada hicimos.

Enjugamos las lágrimas, el miedo,
arrinconamos nuestras dudas
los odios
y seguimos intentando vivir -¿vivir?-
amargamente unidos al espacio vital
que nos ofrecen.

Ahora, luego, ya nadie
se pregunte
qué hacer, qué caminamos.

Estamos todavía absorbidos por la tierra
brutal, seca, infinita
que nos tiene apresados.



Poema Domingo Decembrino de José Antonio Labordeta



Se apuesta en el café
las últimas partidas de baraja.
Din, dan. Din, dan:
Las campanas domingo en la ciudad
tarde que avienta el viento
hasta la orilla.
Y los muchachos
sueñan, en las paredes,
con posters que se clavan
trayéndoles recuerdos de París
y de su audacia:
Melenas,
pantalones, largos jerseys,
tristeza, vacío en las espaldas.
Y un guateque moral
atardece el domingo
en las casas lujosas.
El resto,
la ciudad, los chicos y las chicas
de ordinario, pasean vagamente
por los porches.



Poema Cesaraugusta Dos de José Antonio Labordeta



Cuando el cierzo desciende y se alza la niebla,
toda la ciudad ?mi Zaragoza amada- se cubre de palabras
que surgen del silencio hacia la nada.

Es entonces ?el enorme Paseo
se hace suave y hermoso- cuando veo las cosas
como fueron: El niño, la explanada,
la vieja que vendía cacahuetes y almendras.
Pero cuando otra vez
el aire del Moncayo violentamente baja,
surgen los comerciantes
en paños y en alhajas
aupando a un tonto sabio
que viene a hablar del alma.

¡Ay mi ciudad
con tantos pedestales
cubiertos de anónimas palabras!:
¿A dónde te diriges?

Sólo tu espesa niebla
permite ver las cosas
igual que se veían en la infancia.



Poema Canfranc de José Antonio Labordeta



Es la piedra y el reino de la piedra
lo que sobre los hombres permanece ?de niño
escondí en esta tierra mi inocencia- después
de que la lluvia haya cesado. Aquí,
el águila no importa,
no importa la víbora ni el sarrio.
Sólo la roca aupada contra un cielo azulado
es lo que importa.

Preguntad por el río,
la nieve, por el hielo. Preguntad
por la vida ?yo la cogí por estos precipicios-
y nadie sabrá que responderos.

Es tan sólo la roca, lo repito,
lo que señala el valle y la vaguada.

El pueblo, monótono, se aburre,
se emborracha. No existe el horizonte. La roca,
esa mano de Dios petrificada, es la única señal
que al hombre aguarda.



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