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Poema Voces Para Una Batalla (xiii) de Javier Barreiro Cavestany



sólo el murmullo del agua contra las rocas
letanía
meciéndome volveré sólo a casa (prometido)
el bastón
dónde habrá quedado el bastón
si tropiezo o intentan robarme… qué
qué tengo que todavía quieran… ¿Palinuro?
quién ha dicho Palinuro
a qué me suena ese nombre
¿a río… a fruto… a pájaro…?
o quizás a la ciudad flotante
arrastrada por las mareas del deseo he soñado
llegaban con anfibios metálicos y saetas invisibles
a conquistarnos en nombre de algún ideal oscuro
volvíamos a ser esclavos
número
hormigueo sin norte
herramienta en busca de una mano que la gobierne
no
no está escrito en ninguna parte:
circula como un terror ansiado en secreto
una daga afilada en la llama que ilumine
el rostro del otro
enemigo de mi voz el eco
en esta larga noche mientras dure
yo grito

(Madrid-Roma, 1990)



Poema Voces Para Una Batalla (v) de Javier Barreiro Cavestany



quién puede decirlo
quién quiso cómo fue cuándo
decidieron desertar los hogares para las fábricas
sacudir
el sopor de calles y de plazas
ahuyentar al dios que vigilaba el sueño y la razón
debieron de ser los mejores de nosotros sin duda
azuzados
por una fuerza desconocida
aún nadie logra explicar
aquella fiebre invadiendo las conversaciones
el llanto de las mujeres el precio de la sal
o acaso una muerte improvisa un desvío azaroso
del curso habitual de luchas y divisiones
una sequía
dio inicio a los preparativos y se dejó de hablar
de lo justo y de lo injusto
de mis miedos y tus rencores
los mejores
abrazaron la tempestad y el peligro
porque el mar estaba allí esperando
ser cortado agredido violentado
para vomitar el fruto que aridece nuestros campos
el orden en el que nadie cree ya entonces
estaba infecto de cálculos y secretos aprisionando la
risa
desnudez
en busca de un nuevo sentido
puedo decirlo
tantas veces lo he sentido dentro de mí
todo es aire vuelo
en el que me despeño sin sombra de raíz
ala despegando de las chatas costas de esta isla gris
huida furtiva en nave de piratas…

si quedaran mares para piratas
si el oleaje no me diese náuseas
abandonaría la casa materna
que con rabia antigua me posee
misteriosa corriente:
ya no se remonta



Poema Voces Para Una Batalla (ix) de Javier Barreiro Cavestany



antes de que los mejores se embarcaran
mi madre ya se había perdido en los pliegues de un
sueño negro
bañando en la plata del espejo su cara desfigurada
con gritos y amenazas la vieron arrastrarse
entre una multitud azorada ante su ruina sordos

a su queja fulminante mirada indescifrable para mí
otros
dijeron que había sido ella la causa del gran viaje
y la culpa se instaló en mi pecho
los mejores…
fueron a matar a robar a destruir
para ser aclamados al regreso
con una cabeza enemiga en cada mano fueron
a degollar para el aplauso
aquí todos quieren aplaudir
romper en mil pedazos este silencio de piedra que
resiste
a las más grandes olas de la propia renuncia
y abandonarse extasiados a evocar batallas
combatidas sólo en algún suburbio de la
imaginación resurgirán
poblaciones exterminadas
como una discusión tediosa se prolonga
delatando una razón exhausta de ternura y
humildad
los mejores…
qué mentirosas hazañas traerán para narrar
rodeados de adolescentes deseosas de sus brazos
magullados
por proezas inexistentes audacias
que mis versos disfrazarán de innato coraje
para que puedan emborracharse junto al fuego
negado a mis sentidos
muertos para el brillo del iris
¡ah! qué música para mi corazón hambriento de
crimen y conquista
ese roce de cuerpos sudados
mugientes bajo la luna de verano
el puerto lleno de extranjeros
pagan
para profanar nuestro templo…
¿pero de qué templo hablo?
¿el de paredes derruidas por donde el sol se cuela
polvo suspendido en aliento de plegarias
obstinadas voces de ancianas sepultadas
por el boato atronador de las máquinas que surcan
sin pausa el firmamento?
¿o el de los jóvenes que yacen al pie de las
columnas

aturdidos por un filtro de muerte:
venganza de la siringa
crujido
ya no de cañas de flauta
sino de vidrios rotos y agujas clavándose en mis
sandalias cuando me dirijo
al viejo altar de los sacrificios?

ya no celebramos
ni el regreso de las estaciones
ni de los hombres el nacimiento
la muerte que nos espía a solas esperando
lo que no se ha de cumplir
los que todavía creen
en un dios lejano que no interfiere
en esta ausencia de plan que me hace a ratos feliz
ésos
no están aquí temblando rezando al trueno
buscan en otra parte o ríen bajo un árbol
yo soy viejo
no he buscado y me cuesta reír
mostrar mi boca sin dientes entonar el canto
mientras deambulo en palacios de ostentación
desoladora
recogiendo las migajas que arrojan a mis
estridencias
los profetas de la violencia y sus consortes
sé que no debo quejarme
aunque resulte penoso escuchar elogios
insultantes a mis espaldas cada vez más encorvadas
mi cara fija a tierra fingiendo seguir
una señal inalcanzable
en algún rincón apartado
musito el poema de amor que compongo año
tras año
dentro de mí
no es bello
m está hecho de palabras para decir aquí
porque no hay palabras
sino sonidos puros como cabellos enredando el
corazón
en un torrente de caricias y de ancas flotando
en un galope muerto sin adioses una canción
necesita otra voz para escucharse

otro pecho para latir
libre de costillas y de ansias respirar ahora
respirar
este largo último instante interminable
imposible terminar nadie
es verdad
a nadie puedo regalar esta melodía
si pudiese escribir
la enterraría en la playa lejos de mí



Poema Voces Para Una Batalla (ii) de Javier Barreiro Cavestany



dicen que nací para escuchar y recordar
pero mi memoria falla a medida que me hago viejo
además no sé contar
la presencia de un auditorio ávido de sangre y falsas
pasiones
termina por ofender mi ya escasa dignidad
conquistada desde niño sobre el regazo de mi madre

deletreando sonidos que eran lugares objetos
seres para mí desconocidos
todavía hoy al decir azul marino
mi mente se sume en ese desconcierto propio
de quien nombra algo incomprensible
amor orgullo cobardía
que forma tendrán
sin esa música que las encierra en una articulación
caprichosa

pero antes de que mi voz fuese reconocida
antes de poder levantarme para decir: quiero
frente al enjambre de chismosería exaltada
de golpe calla
como hembras prontas para la monta
antes del silencio cargado de presagios colgando de mi
lengua
tuve que aprender a callar
a esconderme como un criminal o leproso
en establos nauseabundos aprendí a amar el estiércol
y la paja
la baba de las bestias el metal
de argollas y cabestros forjados con maestría
para someter a la fuerza pura
tuve que soportar
golpes y odios que mis versos nunca cuentan
burlas y sarcasmos
de los que Disio el idiota se ha librado
porque sólo a mí estaban reservados
y las mujeres suspiraban que nadie
nadie hubiese sido tan bello como yo
de no haberme faltado la vista ni el andar acompasado

hoy sé que lo decían para humillar mi cuerpo
inepto para el amor y la guerra





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