poemas vida obra j

Poema Juego de Federico Hernández Aguilar



Cuando la sangre corre por las venas
rocosas del volcán que ti despierto,
es un trance de amor sacarme muerto
del fondo a la pasión que me condenas.
¿Es que tu gracia no resiste penas
y las sufres, mujer desde mis plintios?
¿Qué buscas en la sed de mis instintos
que no pueda ofrecerte mi ternura?
¡Compatibles los dos en la aventura,
y en el amor tan frios, tan distintos!



Poema Judas de Ester De Izaguirre



Soy Judas, el traidor,
y te di más que todos,
yo te di más que amor.
Para ellos, la merced del heroísmo
y la docilidad de serte fieles,
porque ellos no afrontaron tu mirada
allá en Getsemaní.
-Ojalá me hubieras dicho:



Poema Jamás de Ernesto Langer Moreno



Jamás son cinco letras imposibles (y un acento)
un vestido indecente para cualquier hora del día
un sonido para siempre inacabado.

Jamás verá jamás cumplir su sueño
(de durar eternamente)
Porque todo, absolutamente todo, tiene freno.
Nada existe sin su término.

Jamás se morirá también como cualquiera.



Poema Juego De Espejos de Enrique Molina



Una mujer tan secreta y lenta, pero insisto
en descubrir el sol que la nutre y el león que olfatea
su nuca
en la sombra,
cuando duerme de bruces,
de modo que escribo con cierta ansiedad
poemas en busca de la hierba tan fresca que brilla
en sus besos.

No es fácil
alcanzar la palabra, o captar lo que dice su piel
con su vello dorado, raptada y devuelta por el mar,
cuando yace al sol sobre un toallón carmesí
y las palabras
se hunden en su respiración, o en la frase que explica
cómo su cuerpo se tiende en una hamaca
colgada bajo los árboles.
Y está la gente del mercado,
señoras que han adquirido un pollo o una merluza
y marchan hacia el árbol de navidad, en el cielo.
Juraría
que es mediodía y hace calor, pero todo es sospechoso
en este lugar centelleante.



Poema Juegos de Eliseo Diego



-¡Ahora nosotros somos buenos
y ustedes malos!

Y los niños,
desde la cima blanca
de la mañana,

todos,
buenos y malos,

se hunden en el fuego
purísimo

-ya espléndidos
-gritando.



Poema Juego De Sombras de Eliana Navarro



(Poema en tres tiempos)

I

Como un niño, jugaré con mi sombra
sobre la arena pálida.
Jugaré con la sombra de mis dedos
dibujando figuras sobre el agua,
al borde de la fuente, detenida.
Jugaré a perseguirme por las gradas
donde bailan las hojas del otoño,
e iré llamándome en distintas voces
para escuchar que el viento me responde.

II

Del mar hacia la sombra;
de la noche hacia el viento.
Girasol, girasol,
dolor inmenso, mundo de soledad,
herido cielo.
Te nombro entre la espuma,
te adivino en el sueño,
vago por los caminos
murmurando un lenguaje que no entiendo.
Caracol, cascabel, secreta música,
mariposa de luz entre mis dedos.

III

Todo está ya cumplido.
Ahora sólo quiero
reclinar mi cabeza y dormir.
Todo lo que era llama se convirtió en ceniza.
El mar calló su coro de tempestuosas voces.
El viento sus laúdes.
El corazón, su enigma.
Con las manos atadas,
con los ojos vendados,
¿hacia qué noche,
hacia qué oscura y larga noche
camino sin descanso?



Poema Jugados Como Siempre de Eduardo Milán



Jugados como siempre
estuvimos, como echados
aunque fuese sin echar fuera del mundo, dados
a las condiciones reinantes, a la eterna
imprecisión del hecho en sí
que se sustrae, cortante

o en secreto: ese caracol
que no escucha sino su ruido interno
de mar, que oye llover
particularmente sobre sus chapas
gotas precisas, las traslúcidas,
las que filtran toda densidad, toda viscosa
sofocación: botas entrando a la Universidad
cuando la aurora, sabia, distraída,
como un golpe de caballos fuera de épica.



Poema Jazmines Heredados de David Escobar Galindo



Cierro los ojos para ver la luz
que sobrevive al íntimo terror
de disolverse en la total conciencia;
y hay primero una ráfaga difusa,
una explosión serena y ambarina
que tiembla como el fluido de los sueños
en la frontera de la madrugada.

Doy un paso, y la frágil claridad
se abre como llamándome,
como invitándome a su intimidad
aterradora y dulce:
es una sensación desesperada
y sosegada al mismo tiempo,
el inicio quizás
de la aventura del entendimiento,
pero no por la sed de la razón
sino por la fragancia deliciosa
del ser y el olvidar entrelazados.

¡Yo he soñado esta gracia tantas veces,
y sin embargo siento
la torpeza descalza del primate
que comprende el milagro de la flor,
después de estar en vela por milenios!
Es una fantasía tan fecunda
que por los poros me gotea música,
y soy de pronto un semidiós perlado
en una mutación arrolladora
que desgasta los genes como fósforos
y alumbra las estancias más profundas,
esas que el pensamiento
se figuró vacías,
o a lo más ocupadas por fantasmas.

Y no: el jardín existe,
el paraíso es un temblor que habita
las voluptuosidades más anónimas;
y la verdad difusa del anhelo,
sentido humanamente hasta la médula,
transforma al pensador en habitante
de su cielo enterrado y sin memoria.
Y de su indefensión que se confiesa
en el orgullo de la vida impune,
de ese brillo de espuma
que congrega en los ojos
la marejada ausente de la sangre,
va abriéndose un espacio
de pájaros que vuelan sin descanso
en la embriaguez de la nocturnidad,
de muchachas desnudas que se enredan
en sus velos sangrantes,
de nubes que se bañan en el fuego
y liberan los aires ateridos.

¡Y esa es la tierra oculta
por la luz terminal de la palabra,
el sitio en que el jilguero
derrama en una gota
de alucinada muerte
mi corazón eterno y sin salida!
Esa es la fantasía planetaria
a la que volveré una y cien veces,
mientras alumbren en la luz secreta
los maduros jazmines
del amor inminente
en un ciego perfume inagotable.



Poema Jezabel de Concha Urquiza



Palidez consumada en el deseo,
suma de carne transparente y fina,
ya sellada, en profética rutina,
para el soldado y para el can hebreo.

¡Oh desahuciada fiebre, oh devaneo
que oscila como péndulo en rüina,
de un viñedo que el sol mimba y fulmina
a cruenta gloria y militar trofeo!

Horror de pausa y de silencio, acaso
para no conocer turbias carreras
del corazón, hacia el fatal ocaso,

ni sentir que en sus válvulas arteras
se endulza ya la sangre paso a paso
para halagar las fauces de las fieras.

24 de agosto, 1944



Poema Juncos de César Antonio Molina



Juncos del lago Titicaca,
juncos del antiguo Nilo.
Barcos en el desierto
herrados por el óxido.
Mares de arena.
Trigo, espigas, cebada:
aramos con las anclas.

Cómo quisiera no imaginar
a aquél que desconozco.

Cada uno debajo de su duna
y el sagrado simún sellando todo.



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