poemas vida obra hilario barrero

Poema Retraso de Hilario Barrero



«sombra sentimental»
L. Cernuda.

¿Dónde están esos trenes que pasaron

llevando tanta vida en sus vagones,

tanta sangre veloz

de jóvenes nocturnos

que huyendo del suburbio

bajaban perfumados

los fines de semana a la ciudad

en busca de otro amor?

¿Qué silencio escogió

el ruido de sus cuerpos,

que vestidos de fiesta

murieron un domingo

cuando de madrugada

volvían a su casa?

Mejor hubiera sido haber perdido el tren.



Poema Razón De Vida de Hilario Barrero



La soledad, el miedo y el silencio

viven en esta casa respetada,

principal y feliz en otro tiempo.

Familia virtuosa en ejercicio

de ejemplares conductas, concibieron

cinco hermosos varones que vivieron

dentro de la moral más absoluta.

Nada queda de aquello; desolados

corredores y vacíos salones

con historias de prisas y de llantos,

tiempo sucio en lámparas cegadas

por el polvo de una lluvia mortaja,

un agrio olor a crisantemo barro

mal cocido en el jardín del sexo

y el dragón del deseo destruyendo

la clausura de plata del silencio.

Queda sólo la mancha de unos dedos

en el visillo, como una mariposa

disecada que al contacto del aire

se deshace, y en el vidrio el reflejo,

la huella de unos ojos que furtivos

miraban bellos cuerpos oferentes,

convidando al carpe diem de la vida.

Hubiera dado algo por ser fuerte

y marcharse con ellos a otras tierras

donde morir y no pasar el tiempo

en aquellas paredes que le ahogaban.



Poema Pregunta de Hilario Barrero



En la mañana

la luz hablaba a gritos,

la sombra muda.

En el atardecer

el miedo a reflejarse

sin saber

si es la sombra del cuerpo

la que quema

o es el fuego del alma

que se extingue.

Ya con la oscuridad te haces la pregunta

que no tiene respuesta:

¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?

Noche clara del cuerpo.



Poema Postdata de Hilario Barrero



Me arrimo a ti

en una calle estrecha

y dejo pasar la sombra

que nos viene siguiendo.



Poema Piedra de Hilario Barrero



Al final de la tarde,

después de un día oscuro

su piel acartonada en los tejados,

lluvia de madrugada

y un viento suave de tiza humedecido,

por un instante breve, nace una luz cansada

que bautiza de fiesta a las fachadas.

Me acerco a la ventana

y el paisaje nombrado tantas veces

me enmarca un lienzo nuevo,

mientras la luz perfuma tus temblores.

Al inclinarme lento a descifrar

la piedra iluminada de tu valle,

el tiempo me recibe con sus montes

cerrados, convirtiendo mis labios

en torpes espejismos donde el deseo

muerde su enigma más helado.

Y escuchando el sonido del incendio

de nuestro antiguo fuego,

confundido por códigos y signos

que son indescifrables,

me hundo en la ceniza de tu almohada,

a que llegue la noche y me condene

desnudo entre la piel de tu paisaje.



Poema Miradas de Hilario Barrero



La niebla empaña mi mirada

y al pasar por el lago

ve dos cisnes felices

que escriben en el agua

un mensaje secreto

con mala ortografía y tinta seca

que yo puedo leer y tú no puedes.

Tú crees que son dos patos

que volando hacia el Sur

hacen tiempo en el lago

cebándose de pan

que les dan los vecinos.

Dentro de poco ya no estarán

mis cisnes ni tus patos,

yo seguiré nublado con la niebla

y tú verás más claro cada día.



Poema Lunes, Madrugada de Hilario Barrero



En apariencia un acto

veloz y rutinario

que a estas horas practican

otras muchas parejas.

La luz recién nacida,

escribiendo torcida en la persiana,

se enreda entre tu mano

que recorre mi cuerpo

hasta encontrar lo que te ofrezco.

Sacas más luz de mí,

un chorro plateado

que al chocar en mi pecho

se oscurece y se espesa.

Oigo, desde la cama,

cómo lavas tus manos

y siento el agua tibia

corriendo en mi costado.

Veloz el acto y fugaz el gozo,

lento llega el metal

que me clava sus dientes,

flecha de plata fresca,

en el pezón izquierdo.

Cierras la puerta de la casa

y recuerdo que es lunes.



Poema Laberinto de Hilario Barrero



Sobre la losa del estanque

la nieve echa raíces, aposenta

sus zapatos de vidrio y muerde

con sus afilados dientes

al frío terciopelo de la tarde.

Protegidos bajo el palio del sol

viaja un colegio de pájaros de invierno;

sus sombras, carbones liberados

del oscuro silencio de la tierra,

quedan petrificadas sobre el hielo

y se graban, en el marmóreo cuerpo del estanque,

las huellas dactilares de la noche.

Se doblega la tarde cediendo territorio

al enemigo y el viento

va afilando el cuchillo vidrioso

de sus labios, borrando lentamente

el débil maquillaje en el rostro del sol.

Perdido en la maleza

siente la puñalada de la noche sembrando confusión

en el itinerario de su sangre,

se sabe herido al sentir el cuchillo

y se apresura a abandonar el laberinto.

Bien sabe él que hace tiempo se cerró la salida.



Poema La Última Mirada de Hilario Barrero



Para Oneida Sánchez

De todas las últimas miradas

que hemos ido dejando por la vida

sin saber que lo eran

¿cómo será la última, la mirada final?

¿Se quedará pegada a la piel de los ojos?

¿Cuundo se seque será raíz del llanto?

¿En que región oscura volverá a ser primera?

¿Tendrá fuego en su voz si la reconocemos

o será como agua si nos llega a traición?

¿Se hundirá el peso de su polvo

en el aire de la nueva mañana

que nosotros ya ciegos no veremos?

Mirar es responder a preguntas vacías

en la primera noche sin respuestas.



Poema Jardín de Hilario Barrero



Facilius in morbos incidunt
adolescentes, gravius aegrobant,
tristius curantur.
De Senectute, Cicerón

Del esplendor de entonces nada queda.

La nieve ha silenciado el fuego del jardín,

las rosas bautizadas por la hermosa mirada

del jardinero muerte, convirtieron su esencia

al deseo pagano, apóstata la espina de su agua.

La casa se reviste de polvo venenoso

y la hierba del ocio florece entre la plata:

una lengua de ruina lamiendo los retratos.

Se acerca a la ventana lentamente

y descorre el visillo que tiembla polvoriento,

mira el jardín helado y maldice su suerte.

Siente un puño de sangre entre sus venas,

una rosa de ira entre su pecho,

un tiro entre la nuca despejada

y cierra la ventana para siempre.

De espaldas al jardín la luz es una gasa

que le ciega su firma y su palabra

abriéndole una deuda con la vida.

Tan sucio está de soledad y barro

que ya no ve la rosa del verano

que sentencia con fúnebre perfume

su desahuciado nombre en la navaja.

La azada de su sexo ya oxidada

no llegará a estrenar la primavera.



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