poemas vida obra gustavo adolfo becquer

Poema Rima Xxxix de Gustavo Adolfo Bécquer



¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa;
antes que el sentimiento de su alma,
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada…, pero…
¡es tan hermosa!



Poema Rima Xxxiv de Gustavo Adolfo Bécquer



Cruza callada, y son sus movimientos
silenciosa armonía:
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día;
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Qué es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.



Poema Rima Xxxiii de Gustavo Adolfo Bécquer



Es cuestión de palabras y, no obstante,
ni tú ni yo jamás,
después de lo pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el Amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!.



Poema Rima Xxxii de Gustavo Adolfo Bécquer



Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: ?Esa es.
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y… fue.



Poema Rima Xxxi de Gustavo Adolfo Bécquer



Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
que al fin de la jornada
a ella tocaron lágrimas y risas
y a mí, sólo las lágrimas.



Poema Rima Xxx de Gustavo Adolfo Bécquer



Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ?¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ?¿Por qué no lloré yo?



Poema Rima Xxviii de Gustavo Adolfo Bécquer



Cuando entre la sombra oscura,
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
Cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana,
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?
Y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea,
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?



Poema Rima Xxvii de Gustavo Adolfo Bécquer



Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes, y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
¡Duerme!
Despierta, miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor vierten,
cual derrama de luz, templado rayo,
lámpara transparente.
¡Duerme!
Despierta, hablas y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!



Poema Rima Xxvi de Gustavo Adolfo Bécquer



Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso, cual tú, que una oda sólo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
?Mujer al fin del siglo diecinueve,
material y prosaica… ¡Boberías!
Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira;
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.



Poema Rima Xxix de Gustavo Adolfo Bécquer



Sobre la falda tenía
el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros;
no veíamos letras
ninguno creo;
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
¡y sonó un beso!
*
Creación de Dante era el libro;
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
yo dije trémulo:
?¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
?¡Ya lo comprendo!



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