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Poema Guía De La Ciudad De México de Jaime Augusto Shelley



Desde las Lomas Heights,
donde aún habitan, gozosos, los políticos enriquecidos,
los antiguos banqueros, con su blanca (o verde)
faz atónita
y una numerosa flotilla
de grandes capitanes de la industria y el comercio
(que siguen nadando en la corriente,
antes de que Neza los devore)
para bajar por la añosa verdura,
polvorienta y asfixiada, del Bosque,
con su serie de templos adjuntos:
el castillo que sirve al culto reaccionario;
el museo que inventa su pasado indígena;
la exquisita pintura del sector privado, a la izquierda;
y la exquisita pintura del sector público, a la derecha.
Y el lago.
Que es un charco grande, de aguas densamente verdes
y muy contaminado. (Y otro lago más allá; y otro;
pero eso en otros Chapultepec, tan nuevos,
que apenas empiezan a morir).
Junto, el Zoológico, que parece más bien
una clínica de animales maltratados, donde vive
con lujo inaudito, la Osito panda,
usada por todos los medios
y convertida, por arte y magia de la televisión
en arma de penetración china (¡qué risa!)
y seguir por el Paseo,
que ha sido, en realidad, por siglos,
inocentemente,
escaparate y amplísimo callejón vidriado del imperio en turno.

Se llega así a Juárez, con su falsa prosperidad de curios shop,
y su Alameda, remanso al que corren a abrevar
los muchos desempleados, vejestorios de ilusión marchita,
parejillas jugando al clandestino
y furtivo amor del mediodía
y alguna que otra sanguijuela.

Luego Madero,
donde la usura esconde el bulto
en rincones oscuros de segundo piso,
como las cucarachas en cocinas de casa decente.

Hasta entrar a la Plaza, que llaman
de la Constitución (y más bien Zócalo,
por otras historias más antiguas),
con su aire mausoléico
que ya no engaña a nadie,
en cuyas frías arcadas es posible ver aún
cómo se trafica con las cosas;
mientras arriba, en tétricas oficinas
que son como mazmorras,
se deciden voraz
?a veces miserablemente?,
los destinos de la fe, el amplio Valle
en ruinas,
y la patria, siempre despojada.

No te salgas de allí
?ni de las grandes avenidas defecantes?
porque entonces no respondo.

Este monstruo, descascarado y gris,
aun puede devorarte.

Cuídate, sobre todo, de la policía
y otros prestadores de servicios.
Por lo demás,
la gente sigue siendo buena,
triste e inmensamente pobre,
como corresponde a los habitantes
de la Capital de un país
en vías de desarrollo
y a punto de mandarlo todo,
completamente, a la chingada*.

* Nota.
Como antes los Volcanes,
ahora, en ciertos días muy favorables,
es posible descubrir, en las alturas, lo llamado
Ángel de la Independencia.
Sólo que no te detengas demasiado
en los jardincillos de las laterales,
porque puedes ser atacado por las ratas,
que no gustan ver invadidas, ni siquiera los domingos, ellas sí,
su soberanía territorial.



Poema Glosa De La Misma Á Este Villancico de Isabel De Vega



Nunca más vean mis ojos
cosas que le den placer
hasta tornaros á ver.

Si pudiese con la vida
recobrarse el bien perdido,
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es á medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fué causa de mis enojos,
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más vean mis ojos.
¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí?
que el que te vido y te adora
no puede vivir un hora
más que cuando vive en ti;
mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener,
no se acabe el padecer,
ni suenen á mis oídos
cosas que les den placer.
Cuando me atormenta amor
con temor, ausencia y muerte,
tengo yo por buena suerte
vivir con tanto dolor
á trueque de esperar verte;
pero porque de sufrir
no se canse el padecer,
finge mi mal un placer
qu′es imposible sentir
hasta tornaros a ver.



Poema Geografía de Irene Sánchez Carrón



«Eres libre» -dijiste.
Yo te miré en silencio
con la expresión absurda
de esas viejas muñecas
que se pierden un día
tras haberse arrastrado
por todos los caminos
sin rumbo de la infancia.

«Puedes ir donde quieras»
-dijiste. Y de repente
encogieron los mapas,
no hubo puertas abiertas,
una goma invisible
borró todas las calles
y entonces fue el dolor
un camino sin tierra y sin orillas.



Poema Gotas de Ida Vitale



¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.

De «Reducción del infinito» 2002



Poema Gambito De Caballo En Troya de Homero Aridjis



Ad aeternam un hombre y un perro semejante a un caballo de oro; dos guerreros como esculpidos por el polvo; un rey y un yelmo donde el sol reverbera; una reina blonda cautiva tras un muro que rodea afiladas fortalezas.

Ad aeternam una imagen vagarosa, que no toma forma definida en la imaginación del hombre; un ave de rapiña; un montón de cuerpos hacinados desencarnándose, resplandeciendo al sol; brotes de sangre negra en el vasto coágulo de musgo oscuro, en la piedra.

Ad aeternam el rey inútil, con la derrota como una corona entre las manos; los guerreros inútiles con las lanzas y los pies clavados en el suelo; el brillo de unas cuantas espadas homicidas; el fluido rojo que responde a la súbita escisión, abriéndose sobre la tierra como un tapete.

Ad aeternam el horizonte azul, en el que vuela el color como un ave encendida; las naves meciéndose en el agua; el nombre de algún desconocido dicho gradualmente con sílabas rotundas, pero igual que un soplo; la muerte que acampa como un huésped de rigor bajo las tiendas, bajo arrugadas campanas de paño desteñido; la imagen en la imaginación del hombre como una nube, como un abalorio, como un ojo a veces fijo, a veces policromo entre la bruma.

Ad aeternam los ágiles pies sobre la arena, la piel curtida, el sonido opaco del escudo, la adivinada risa, el paso adivinado de la reina cautiva allá en la fortaleza; la vivida mirada de los ojos lejanos que imprecisos son más agudos y están más próximos; la desolación, la visión funeral de todo aquello que en un minuto se deshace.

Ad aeternam el perro lentamente gris, casi una nube, casi una mancha árida, blanco por el roce de la luz sobre sus orejas y su lomo; el ave de rapiña, casi un lobo del aire, una amenaza demasiado rápida, demasiado alada; el ave de rapiña que vuela sobre la afilada torre y traza en el aire duramente una L; la imagen en la imaginación del hombre; la nube como abalorio, como ojo, como L que el sueño de alguien ha soñado en el aire.

Ad aeternam el caballo que irrumpe en el instante con sonidos de campana sorda, con las patas rotas y el vientre abierto y los nervios sosteniendo los intestinos como blandas rejas; el caballo, en difícil huida sobre la arena de oro, con la fuerza de la agonía contra los filos de la piedad de dos guerreros que asisten a su muerte con un tajo.

Ad aeternam el perro como un dios canino, con las orejas doradas inclinadas como puntas de consternación, ágil hasta en su sombra, hasta en su inmovilidad; el perro, con ojos casi humanos, y sin olfato ya para los muertos.

Ad aeternam el regreso, las naves que esperan meciéndose en el agua como agresivos cisnes, castigados por un hado adverso que los ata a la orilla, y por la noche inmortal que mira y confunde desde lejos el cielo con el mar y sus caminos.

Ad aeternam el volcado carro con las ruedas girando y la astilla de sangre en la cara del auriga; el rey entre nosotros y la blonda reina cautiva en la torre; los guerreros vestidos de oscuro que emergen a la furia y al nunca más de este tiempo homicida.

Ad aeternam el brío blanco del anciano que arenga a dos guerreros arañados por el último frío, lo mismo que a un joven que resiste un viento de desnudos brazos.

Ad aeternam la imagen en la imaginación del hombre; la nube como abalorio, como ojo, como L que alguien trazó en el aire; el caballo que murió con las patas rotas y el vientre abierto como reja o ventana; los guerreros que introdujeron los filos en su desesperación como a una funda, como a una aljaba.

Ad aeternam los guerreros recortados en el paisaje por el aire musitando en su interior deseos de irse, de ocultar lo humano de sus pasos, de sus ojos, y de todo aquello que la adversidad descubre como sitio mortal; los guerreros que ensartan pechos y rostros casi femeninos en su manera de aceptar la muerte.

Ad aeternam el rapsoda que canta al dios de polvo que levantan los muertos al caer, el pesado sonido de un guerrero que cae, el tinte violeta de la boca hendida, el esbelto cuello con un hueco imprevisto, la espalda del que escapa herido por la cólera de un dios, los ojos del que se queda habitado por un dios, la noche que desciende como un gran escudo anunciando reposo.

Ad aeternam la imagen en la imaginación del hombre, casi ya viva como una presencia, como un recuerdo; las torres afiladas, las naves, el regreso, la L que vuelve a trazar el ave de rapiña; el vientre del caballo, los hombres que quisieran irse, ocultar sus rostros; la noche que reemplaza la luz con tinieblas; la imagen definida en la imaginación del hombre.

Ad aeternam el tiempo por venir, el horror, la matanza y la ruina; la noche y el terror en la pupila ajena; el vientre del caballo habitado por la cólera de un dios; el perro sin olfato ladrando a fantasmas incesantes que pasan a su lado; el dolor vidente y femenino aullando como un perro.



Poema Guadalquivir (en Su Nacimiento, En Cazorla) de Hermanos Quintero



¡Detente aquí, viajero! En estas peñas
nace el que es y será rey de los ríos,
entre pinos gigantes y bravíos,
que arrullan su nacer y ásperas breñas.

El reflejo otro tiempo las enseñas,
las armas, los corceles y atavíos
de razas imperiosas, cuyos bríos
postráronse en sus márgenes risueñas
ensancha entre olivos y trigales,
y al mar corre a rendirle sus cristales.

Mas coma lleva sal de Andalucía,
sus aguas vuelve a las del mar iguales,
para llegar mas lejos todavía…



Poema Gaviotas de Héctor Rosales



Esa larga bufanda de arena
que calienta mi andar, estirada
junto a los líquidos umbrales,
tiene alas.

Ellas se llevan los pesares
somnolientos que verano ha reunido
en su casa. Anónima
entonces el alma, libre,
más liviana. ¿Qué quedó
de mí en esta franja?

Cuando las olas comenzaron
a vestir de luto las llegadas
-quietos el cielo, sus cristales
primerizos, faroles, focos, faros-
un dolor recién nacido
(el pequeño plumaje
yerto entre algas)
me hizo volver
al que fui antes.



Poema G- (de Urca*) de Graciela Cros



El que antes fuera hijo verdadero, el pertinaz infante
acepta el desierto
aunque haya humedades en la calle, aunque un rumor de brisa hable al oído

No hay tierra prometida en los Jardines de Urca
Su palabra de inmigrante súbito
ha de crecer en otra parte
y él
no está allá
ni acá
donde el presente
es
desgarro, tirón, hilacha,
ausencia
que se instala

Que huye de la muerte

MADRE MUDA

Ese lugar al que sin pompa llama el presente
ahora es
lo que hay
entre allá y acá

Nunca
de modo pleno allá

Nunca
de modo pleno acá

donde

Urca

abre su boca mentirosa y ofrece

UN PECHO SECO

*Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema Geografía Humana de Gloria Fuertes



Mirad mi continente contenido
brazos, piernas y tronco inmesurado,
pequeños son mis pies, chicas mis manos,
hondos mis ojos, bastante bien mis senos.
Tengo un lago debajo de la frente,
a veces se desborda y por las cuencas,
donde se bañan las niñas de mis ojos,
cuando el llanto me llega hasta las piernas
y mis volcanes tiemblan en la danza.
Por el norte limito con la duda,
por el este limito con el otro,
por el oeste Corazón Abierto
y por el sur con tierra castellana.
Dentro del continente hay contenido,
los estados unidos de mi cuerpo,
el estado de pena por la noche,
el estado de risa por el alma
-estado de soltera todo el día-.
Al mediodía tengo terremotos
si el viento de una carta no me llega,
el fuego se enfurece y va y me arrasa
las cosechas de trigo de mi pecho.
El bosque de mis pelos mal peinados
se eriza cuando el río de la sangre
recorre el continente,
y por no haber pecado me perdona.
El mar que me rodea es muy variable,
se llama Mar Mayor o Mar de Gente
a veces me sacude los costados,
a veces me acaricia suavemente;
depende de las brisas o del tiempo,
del ciclo o del ciclón, tal vez depende,
el caso es que mi caso es ser la isla
llamada a sumergirse o sumergerse
en las aguas del océano humano
conocido por vulgo vulgarmente.
Acabo mi lección de geografía.
Mirad mi contenido continente.



Poema Gozos Cibernéticos de Gioconda Belli



Aquí estoy: venada sobre el pasto azul.
Los horizontes son planos luminosos
por los que cursan ríos secretos
arroyuelos por donde corren inquietas descargas eléctricas
-cifras digitales preñadas de cotidianos pensamientos.

Podemos hablar. Zambullirnos en formas geométricas.
Traspasar a conductores minúsculos el gesto de la risa,
acariciar las ideas en su incesante movimiento.

En el misterio interior de la máquina
imagino una ciudad donde soy oráculo y diosa,
principio y fin. Donde la electricidad fluye con mi deseo de vivir
y el ordenador es el puerto hacia el espacio
donde mi cuerpo es el palpitar del cursor
que se agita imitando la frecuencia de mi aliento.

Nunca antes
sobre el pasto azul
han podido ser los venados tan juguetones,
dúctiles, ubicuos.

Y nunca fue tan cierta la misteriosa frase de la creación:
En el principio era el Verbo.

Mi palabra te lleva y te trae. En el misterio del uno y del cero,
danzo para vos
este canto de gozo cibernético.



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