poemas vida obra f

Poema Figulinas de Manuel Machado



A Jacinto Benavente

¡Qué bonita es la princesa!
¡Qué traviesa!
¡Qué bonita!
¡La princesa pequeñita
de los cuadros de Watteau!

¡Yo la miro, yo la admiro,
yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
si ella llora, también lloro;
si ella ríe, río yo.

Cuando alegre la contemplo,
como ahora, me sonríe…
Y otras veces su mirada
en los aires se deslíe,
pensativa…

¡Si parece que está viva
la princesa de Watteau!

Al pasar la vista hiere,
elegante,
y ha de amarla quien la viere.

… Yo adivino en su semblante
que ella goza, goza y quiere,
vive y ama, sufre y muere…
¡Como yo!



Poema Felipe Iv de Manuel Machado



A Antonio de Zayas

Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.

Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.

Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.

Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.



Poema Fantasía De Puck de Manuel Machado



A Silvio Rebello

El hada pequeñita
de las piedras preciosas
que vive en un coral
busca al gnomo que habita
la corteza rugosa
de un antiguo nogal.

Y, juntos, de la mano
para hacer travesuras,
aquella noche van,
como hermana y hermano,
por las sendas oscuras
de la selva ideal…

Detrás va su cortejo
de dudas y sospechas…
Y una marcha triunfal
saluda al crimen, viejo
que ruge y canta endechas
con su voz de puñal.

Van los presentimientos
junto a las intenciones…
Con los recuerdos van
los malos pensamientos,
las locas tentaciones
ahogadas al brotar.

Todo lo que hay de sueños
de otra vida perdido;
lo que pasó o vendrá.
Vagas curvas de ensueños:
lo que casi no ha sido…,
lo que tal vez será…

Va, callado, cruzando
el cortejo discreto
por la selva ideal…
¡Viene el día temblando…;
va a romper el secreto
la aurora al despuntar!…

Mas sólo vio, al mostrarse,
una burbuja sobre
las olas del mar…
Y una cara borrarse
en la corteza pobre
del antiguo nogal.



Poema Frons In Mare de Manuel Jose Othon



Cada vida mortal es una hoja
que el árbol guarda a octubre amarillento;
cuando secas están se agita el viento
y al bramador torrente las arroja.

Mas ¿por qué de la tuya nos despoja,
si era fronda que el aire tremulento
acariciaba con divino acento,
bajo un alba de abril dorada y roja?

Del huracán al golpe furibundo
cayó la verde hojita en la corriente
del manso río azul que, desde el mundo,

en sus ondas purísimas y bellas
la llevó, cariñosa y blandamente
hasta el sereno mar de las estrellas.



Poema Frente A Frente de Manuel Gutierrez Najera



FRENTE

Oigo el crujir de tu traje,
turba tu paso el silencio,
pasas mis hombros rozando
y yo a tu lado me siento.
Eres la misma: tu talle,
como las palmas, esbelto,
negros y ardientes los ojos,
blondo y rizado el cabello;
blando acaricia mi rostro
como un suspiro tu aliento;
me hablas como antes me hablabas,
yo te respondo muy quedo,
y algunas veces tus manos
entre mis manos estrecho.

¡Nada ha cambiado: tus ojos
siempre me miran serenos,
como a un hermano me buscas,
como a una hermana te encuentro!
¡Nada ha cambiado: la luna
deslizando su reflejo
a través de las cortinas
de los balcones abiertos;
allí el piano en que tocas,
allí el velador chinesco
y allí tu sombra, mi vida,
en el cristal del espejo.

Todo lo mismo: me miro,
pero al mirarte no tiemblo,
cuando me miras no sueño.
Todo lo mismo, peor algo
dentro de mi alma se ha muerto.
¿Por qué no sufro como antes?
¿Por qué, mi bien, no te quiero?

Estoy muy triste; si vieras,
desde que ya no te quiero
siempre que escucho campanas
digo que tocan a muerto.
Tú no me amabas pero algo
daba esperanza a mi pecho,
y cuando yo me dormía
tú me besabas durmiendo.

Ya no te miro como antes,
ya por las noches no sueño,
ni te esconden vaporosas
las cortinas de mi lecho.
Antes de noche venías
destrenzando tu cabello,
blanca tu bata flotante,
tiernos tus ojos de cielo;
lámpara opaca en la mano,
negro collar en el cuello,
dulce sonrisa en los labios
y un azahar en el pecho.

Hoy no me agito si te hablo
ni te contemplo si duermo,
ya no se esconde tu imagen
en las cortinas del techo.

Ayer vi a un niño en la cuna;
estaba el niño durmiendo,
sus manecitas muy blancas,
muy rizado su cabello.
No sé por qué, pero al verle
vino otra vez tu recuerdo,
y al pensar que no me amaste,
sollozando le di un beso.

Luego, por no despertarle,
me alejé quedo, muy quedo.
¡Qué triste que estaba el alma!
¡Qué triste que estaba el cielo!
Volví a mi casa llorando,
me arrojé luego en el lecho.
Todo estaba solitario,
todo muy negro, muy negro,
como una tumba mi alcoba,
la tarde tenue muriendo
mi corazón con el frío.

Busqué la flor que me diste
una mañana en tu huerto
y con mis manos convulsas
la apreté contra mi pecho;
miré luego en torno mío
y la sombra me dio miedo…
Perdóname, si, perdona,
¡no te quiero, no te quiero!



Poema Fuga de Manuel Altolaguirre



Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.

Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
y sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.

No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.

No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho frío.



Poema Fin De Un Amor de Manuel Altolaguirre



No sé si es que cumplió ya su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite ha llegado
sin dar un paso más en su camino.

Aún le miro subir, de donde vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha quedado
estático un amor tan peregrino.

No me resigno a dar la despedida
a tan altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.

No es culminación lo que lamento.
Su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su acabamiento.



Poema Fueron Tus Manos … de Luzmaría Jiménez Faro



Fueron tus manos tercas y
desnudas
las que me deshojaron.
Yo fui la eterna margarita
del sí y del no:
pétalo a pétalo
talada en tu cintura.
Toda ya cicatriz
abierta hacia la lluvia.



Poema Federico García Lorca de Luis Rius Azcoita



A lo oscuro corrías
de los bosques, huyendo.
Se llevaba tu sombra la mañana
herida por el fuego,
y a tu voz la arrojaban
en un pozo profundamente negro.

¿Dónde podías ir tú sin voz ni sombra?
¿Dónde esconder la muerte de tu cuerpo?
a lo oscuro corrías
de los bosques, huyendo.

Era río tu voz de velas blancas,
rojos peces y azules marineros;
su verde transparencia
no correrá ya al mar. Un limo espeso
la ahoga y aguas muertas
cubren su silencioso yacimiento.

Descansa, pues, ahora
que duermes ya el descarnado sueño
y no te duele el corazón. Descansa
del terror de las balas en tu cuerpo.

Con tus ojos, ya estrellas
abiertas en el cielo
de tu paz, nos verás
regresar al lugar donde estás muerto,
y en el foso en que ahogaron tu voz arrojar flores
hasta cubrir el limo negro
de luces y de aromas,
y hacer de tu morada un claro huerto
donde lleguen abejas
a buscar miel, y mágicos insectos
vuelen enamorados
llenando de rumores tu silencio,
eternamente.



Poema Fotografías Veladas Por La Lluvia de Luis García Montero



A Ramiro Fonte

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías…
Luis Cernuda

Cuando los merenderos de septiembre
dejaban escapar sus últimas canciones
por las colinas del Genil,
yo miraba la luz,
como una flor envejecida,
caerse lentamente. Lo recuerdo.

Y recuerdo en mi piel la enfermedad
de las horas inciertas. Por los alrededores
la mirada del niño primogénito
parecía saberlo.

Bombillas
contra un cielo sin fondo,
pintura de las mesas
más pobre y sin verano,
botellas dejadas sin un solo mensaje
y la radio sonando
con voz de plata
como los álamos del río.
Antes que los humanos
los objetos aprenden a vivir en otoño.

Hasta un golpe de lluvia.

Entonces sí
hay mujeres y hombres que corren al invierno
con gritos sorprendidos todavía
en la palabra agosto.
La lluvia de repente
que le devuelve a España su existencia
de periódico antiguo
y pone hacia el final de las películas
un beso triste, un dolor censurado.

Del verano se sale igual que de un recuerdo.
Nunca lo detenemos
en sus noches crueles de calor,
ni se queda en nosotros
la insistencia quemada de las calles,
los fantasmas eróticos
que jamás desembocan en un cuerpo,
noches de alcohol sin nadie,
la cuchilla del frío repentino,
la humillación de los amaneceres.

Pero del mismo modo
al recuerdo se vuelve igual que a los veranos,
con ganas de tocar el mar,
como un tiempo más nuestro,
la leyenda arruinada del nosotros más puro,
una memoria de la felicidad
que duele, nos desarma
y rueda en las colinas de la tarde
y nos busca después
cada septiembre
como los álamos del río
en esa flor envejecida
de nuestra propia casa.

Los pecados del tiempo son pecados mortales.

Y al fin todo se apaga, se deshacen en lluvia
los tiranos, las mañanas de iglesia,
los titulares del periódico,
la voz que dice no o que confirma un precio,
y también lo más noble,
esa costumbre del olvido
que va imponiendo sus fronteras,
porque el amor no sabe detenerse
y su fatalidad es la del agua.
Cosas como un reloj
en el brazo del niño que miraba la tarde,
como una marca de electrodomésticos,
una casa marina,
atardeceres rojos en la universidad,
una canción, un jardín provinciano.

O tal vez aquel coche
que regresaba de los merenderos,
estampa negra, temblor cerrado a combustible,
persiguiendo la lluvia con sus faros
entre los quitamiedos,
en los recodos de la carretera.
Oigo ahora su estrépito, el de un motor antiguo,
y lo veo que cruza
el bulevar de los sueños perdidos
hasta que se detiene delante de una casa.
Paseo de la Bomba, 18.
Alguien abre la puerta.
Los niños corren y desaparecen.

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos
las hallará vacías. Al cerrarme los ojos
se mojará los dedos con la lluvia.

Nos duele envejecer, pero resulta
más difícil aún
comprender que se ama solamente
aquello que envejece.

(De Habitaciones separadas)



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