Poema Pescado de Eyra Harbar
Como sedales
aún mojados
que no niegan la huella
en que anda
su naturaleza pescadora,
el olor que desprenden
las branquias de sal
me guía al mercado.
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Como sedales
aún mojados
que no niegan la huella
en que anda
su naturaleza pescadora,
el olor que desprenden
las branquias de sal
me guía al mercado.
La atormentada
necesidad del agua
va raptando el último
agujero de sol,
y de pronto las ánimas
que trae el viento
me despiertan
las ganas de estar
acompañada.
Entiendo al aire
cuando lo impulso,
desde mi boca lo llevo
al caracol de tu oído
y se estanca como el mar
para ser escuchado.
El mar se ancla
dormido
en la pacífica piedra
del muelle,
la pared magnífica
en que descansan las olas
hasta el próximo temporal.
Anclando el ebrio
movimiento de sus hierros,
la nave espera madurar
la digestión del plátano
en su bodega de hielo,
mientras canta
todavía
el estibador.
La primera vez
la sangre,
como hija,
caminó por la vida
con su verdad,
y fue siempre
hasta el final
anunciando
la fertilidad
y todos sus tiempos.
Prendada estoy del aguacate.
No dejo de pensar
en su acuosa existencia verde,
la luz vegetal balanceada
en su cuerpo de fruta,
convidándome la dentellada.
Aún pienso en el aguacate
de unos ojos que he visto.